Por Natalia Gandarillas

Victoria Chiriboga es educadora ambiental y activista climática ecuatoriana con formación en ecología. Fundadora de UpCycle Mind, una plataforma de educación ambiental centrada en la gestión de residuos y activismo climático, Victoria ha trabajado en proyectos de sensibilización comunitaria –en conjunto con ONGs y grupos de la sociedad civil– para mejorar las políticas de sostenibilidad en distintas ciudades de Ecuador. Su trayectoria incluye experiencia en consultoría ambiental, y cuenta con una maestría en Environmental Conservation Education realizada en NYU.

Victoria Chiriboga - Revista CLAVE! Bienes Raíces Ecuador
Victoria Chiriboga

En la actualidad, combina su labor en educación ambiental con proyectos comunitarios, como los huertos urbanos en la ciudad de Nueva York, promoviendo la sostenibilidad a través de la participación ciudadana y la regeneración de espacios urbanos. Su enfoque se basa en la conexión entre justicia social, equidad y sostenibilidad, impulsando un activismo basado en la educación y la acción colectiva.

¿La sociedad como un ecosistema?

Siempre he visto una conexión clara entre el equilibrio de los ecosistemas naturales y lo que podríamos llamar el “ecosistema” del ser humano: nuestras sociedades, economías y ciudades. En la naturaleza, cada ser vivo tiene un rol dentro de un sistema interconectado donde el equilibrio es clave para la supervivencia.

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© Brooklyn Grange

Cuando un elemento se altera como la extinción de una especie o la contaminación de un hábitat todo el ecosistema sufre, y a menudo se desencadenan efectos colaterales que terminan afectando la estabilidad del conjunto. Lo mismo sucede con nuestras sociedades: cuando hay desigualdad extrema, cuando las decisiones económicas y políticas no benefician a todos, o cuando explotamos los recursos sin considerar las consecuencias, el “ecosistema humano” se vuelve insostenible. Esto lo vemos reflejado en crisis sociales, en la pérdida de comunidades resilientes, en la desconexión con la naturaleza y en un desarrollo que genera más exclusión que bienestar.

La gran diferencia es que los ecosistemas naturales, cuando se les da la oportunidad, buscan restaurar su equilibrio de manera orgánica, mientras que los sistemas humanos a menudo se resisten al cambio, incluso cuando es evidente que el modelo actual no funciona. Para mí, el reto es aprender de la naturaleza y aplicar esos principios de balance y regeneración en nuestra forma de organizarnos como sociedad.

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© Brooklyn Grange

En este marco ¿cómo afectan los modelos de desarrollo que tenemos?

Creo que el “desarrollo” es un concepto que necesita ser replanteado. El modelo de desarrollo actual está enfocado principalmente al crecimiento económico, durante mucho tiempo ha estado asociado únicamente a la expansión sin límites, a la acumulación, sin considerar los impactos ambientales y sociales que esto genera.

Me cuesta aceptar un modelo de desarrollo que ignora las desigualdades que crea y que, en muchos casos, perpetúa un sistema en el que la prosperidad se da a costa del bienestar de la mayoría y del agotamiento de los recursos naturales. Creo que el desarrollo no puede medirse sólo en términos de crecimiento del PIB o infraestructura; debe incluir indicadores de sostenibilidad, bienestar social y equilibrio ecológico.

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Victoria Chiriboga

No se trata de detener el progreso, sino de redefinirlo, asegurándonos que las oportunidades y los beneficios sean accesibles para todos, sin comprometer el planeta en el proceso. La economía debe alinearse con la regeneración, integrando modelos circulares, economías locales fortalecidas y una distribución más justa de los recursos. Solo así podremos hablar de un desarrollo que realmente beneficie a las personas y al entorno en el largo plazo.

En tu día a día ¿cómo promueves acciones ambientalistas?

Desde la educación y el fortalecimiento comunitario en huertos situados en contextos altamente urbanos. En Nueva York descubrí el impacto profundo que los huertos comunitarios pueden tener en una ciudad tan acelerada e individualista. Estos funcionan como puntos de encuentro donde las personas no solo cultivan alimentos, sino que también construyen relaciones y refuerzan su sentido de comunidad. Los huertos requieren trabajo activo: cada miembro debe contribuir con su esfuerzo para que el espacio prospere. Esto genera una conexión real entre las personas y su entorno, promoviendo valores de colaboración, sostenibilidad y pertenencia.

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Prospect Park © Condé Nast Traveler

Los parques de las ciudades, ¿algo más que áreas verdes?

Las áreas verdes de las ciudades son más que áreas de recreación que te ofrecen un respiro al ritmo frenético de la urbe y la posibilidad de reconectar con la naturaleza. Por ejemplo, en una ciudad como NYC, donde el consumo y el desarrollo suelen primar sobre el bienestar ambiental, espacios urbanos como Central Park, Prospect Park y los huertos comunitarios representan una resistencia silenciosa, una manera de demostrar que la planificación urbana puede, y debe, integrar la naturaleza como parte fundamental de la vida cotidiana.

¿Cuáles son tus reflexiones sobre el cambio climático?

Es fundamental reconocer que el cambio climático no es un fenómeno externo que simplemente nos está ocurriendo, es una crisis que hemos generado como humanidad. Es la consecuencia directa de un modelo de desarrollo basado en la explotación de recursos sin considerar los límites del planeta.

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Paseo Urbano High Line ©Arquitectura Viva

Muchas veces se habla del cambio climático como un problema ambiental, pero en realidad es un problema humano: afecta a los ecosistemas, sí, pero sobre todo impacta a las comunidades más vulnerables, profundizando desigualdades y forzando desplazamientos, crisis alimentarias y desastres naturales cada vez más extremos.

Tomar responsabilidad por esto significa replantearnos no solo nuestras acciones individuales, sino el sistema en el que operamos. Cuestiono mucho el concepto de desarrollo económico tal como lo entendemos hoy, porque a menudo se traduce en crecimiento a cualquier costo, sin preguntarnos para quién es ese desarrollo y qué impactos tiene en el planeta y en las personas.

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Victoria Chiriboga

Creo que es urgente cambiar nuestra visión del progreso, avanzar hacia modelos más equitativos y sostenibles, donde la economía no esté desligada de la justicia social ni del respeto por los ecosistemas. Solo así podremos construir un futuro donde la resiliencia sea colectiva y no un privilegio de unos pocos.

¿Tu opinión sobre planificación urbana y sostenibilidad?

Uno de los grandes problemas de la planificación urbana actual es que muchas veces se diseña pensando solo en la expansión y el desarrollo económico, sin considerar la necesidad de integrar espacios verdes y naturales en la vida cotidiana de las personas.

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© Brooklyn Grange

Vemos ciudades donde el concreto domina, donde los edificios y carreteras crecen sin límites, mientras los parques, los humedales urbanos y los corredores ecológicos se reducen o desaparecen por completo. Este modelo de desarrollo es insostenible porque no solo degrada el medio ambiente, sino que también impacta la calidad de vida de las personas, generando ciudades más calurosas, con menos acceso a áreas de recreación y menos resilientes ante el cambio climático.

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Central Park © Getty Images for Unsplash+

Es fundamental repensar el desarrollo urbano bajo una perspectiva de equilibrio, donde el crecimiento económico no esté en conflicto con la sostenibilidad. Las ciudades deben diseñarse considerando la naturaleza como parte de su infraestructura, integrando soluciones como techos verdes, huertos urbanos, parques interconectados y sistemas de movilidad que reduzcan la dependencia de los combustibles fósiles.

Necesitamos planificar pensando en el bienestar colectivo y a largo plazo, asegurándonos de que el desarrollo no signifique sólo expansión, sino también regeneración y armonía con el entorno.

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© Brooklyn Grange

¿La comunidad debe integrarse como apuesta de resiliencia y sostenibilidad de cara al cambio climático?

Siempre he creído que la resiliencia y sostenibilidad no pueden existir sin comunidad. Así como los ecosistemas dependen del equilibrio entre sus partes, las sociedades también necesitan funcionar de manera interconectada para enfrentar los desafíos ambientales. El cambio climático no es solo un problema de individuos o gobiernos aislados; es una crisis colectiva que afecta a todos, aunque de manera desigual. Por eso, la respuesta también debe ser un esfuerzo conjunto, basado en la solidaridad y en la construcción de redes de apoyo.

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Paseo Urbano High Line ©Arquitectura Viva

Cuando pensamos en comunidad, entendemos que nuestras acciones tienen impacto más allá de nosotros mismos y que la única manera de lograr un cambio real es trabajando juntos. Lo veo reflejado en proyectos como los huertos comunitarios, donde la gente se organiza para regenerar espacios, compartir conocimientos y fortalecer lazos sociales, demostrando que la sostenibilidad no es solo un concepto ambiental, sino también humano.

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© Brooklyn Grange

Debemos alejarnos de la idea de que la responsabilidad recae únicamente en decisiones individuales y entender que el cambio real ocurre cuando construimos estructuras colectivas que permitan una transición justa hacia modelos más sostenibles e inclusivos.

¿Reflexión final?

Si algo he aprendido a lo largo de mi camino en educación ambiental y activismo climático es que la sostenibilidad no puede ser solo una meta individual, sino un esfuerzo colectivo. Nos enfrentamos a una crisis que no se resolverá con pequeños cambios aislados, sino con una transformación profunda en la forma en que entendemos el desarrollo, la comunidad y nuestra relación con la naturaleza.

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Victoria Chiriboga

No podemos seguir viendo el cambio climático como un fenómeno ajeno, como algo que simplemente nos sucede; debemos entender que es el resultado de nuestras decisiones, de los sistemas que hemos construido y perpetuado. Pero así como somos responsables de esta crisis, también tenemos el poder de cambiar el rumbo.

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Central Park © David Vives

Para mí, la clave está en la educación, en la comunidad, y en la acción concreta. No se trata solo de sembrar más árboles o reciclar mejor, sino de cuestionar las estructuras que nos trajeron hasta aquí y construir nuevas formas de habitar el mundo, donde la equidad y la regeneración sean la base de nuestro futuro. La naturaleza nos ha demostrado que tiene la capacidad de sanar si le damos la oportunidad, y creo firmemente que nosotros, los seres humanos, también podemos aprender a hacerlo.