Por Lorena Ballesteros
Influir. Un verbo que está en boga en la era digital. Todos estamos expuestos a una gran cantidad de contenido a través de redes sociales, plataformas y aplicaciones de mensajería. Todos somos influenciables; pero no todos llegamos a ser influencers. ¿Qué los caracteriza? Si bien, en un inicio primó el número de seguidores, lo que más se valora actualmente es la credibilidad. Eso se alcanza con coherencia, responsabilidad y transparencia.
Sara Granja, quiteña de 28 años, lleva más de seis años generando contenido digital de manera profesional. Actualmente su cuenta de Instagram tiene cerca de 24 mil seguidores. Es curiosa, atrevida, extrovertida. También risueña y alegre. Suelta una leve carcajada cuando revela que sus amigas del colegio le decían “la risa floja”. Admite que, “podría sacarle conversación hasta a una lámpara”. Siempre fue desenvuelta y conversona.
Ya en la adolescencia hizo modelaje y contribuyó con su imagen para algunas marcas, aunque no trazó su camino hacia ese horizonte. Viajó a Valencia, España. Vivió allí por cuatro años y obtuvo un título en Educación y Trabajo Social. Al regresar a Ecuador fue profesora de niños pequeños en un colegio de Quito. A la par, alimentaba sus redes sociales. Capturaba momentos con su cámara, los compartía en sus redes sociales. Su comunidad crecía despacio pero de manera sostenida. Las marcas comenzaron a fijarse.
Recibió una propuesta de la agencia que manejaba L’OCCITANE, empresa de cosmética francesa. Querían que Sara fuese la embajadora de la marca en Ecuador. La escogieron por su estilo y calidad de contenido. Sin darle muchas vueltas, aceptó el reto. Ese fue el trampolín para ubicarse entre las influencers de moda y cosmética más valoradas en Ecuador.
La generación de contenido no es tan sencilla como se piensa. Detrás hay un trabajo de planificación y creatividad prolijo. El storytelling va enmarcado en una estrategia de comunicación. Con Berenice, su asistente, crean decenas de mood boards, hasta llegar al objetivo que define a la marca que las contrata. Son horas de labor estratégica y luego horas de producción y edición.
Ha colaborado con Wine Lab, Deprati, Del Sur, Nike, por nombrar algunas marcas. Con esta última fue parte de “Nacimos listas”, una campaña de empoderamiento a la mujer que la marca deportiva activó a nivel internacional.
Sara es fiel a sus convicciones. Colabora con empresas o negocios que mantengan procesos transparentes. Investiga que las marcas promuevan mensajes de consciencia social y ambiental. También es fundamental la inclusión. Comenta que hace varios años, por la época en que sucedió el terremoto en Manabí, activó la iniciativa This Shirt Does Right. Se trató de una campaña de despertar social a través de la moda. El objetivo fue claro: diseñar camisetas con mensajes de alto impacto. En ese caso en específico, las camisetas decían: “Girls Can´t What?” en alegoría a la fortaleza y valor de las niñas ecuatorianas. Posteriormente activó otra campaña, “Plastic Not Fantastic” en colaboración con Victoria Chiriboga de Upcyclemind.
Si hay algo que reconocer en Sara, es que es extremadamente perfeccionista. Su perfeccionismo se evidencia en su sentido de lo estético. Basta ver su cuenta de Instagram. ¡Y su departamento! Vive en el sector de la González Suárez con su esposo Simón Pérez. Imperan los tonos neutros en paredes y mobiliario. La paleta de colores, en ciertas piezas decorativas, mantiene una tonalidad tenue, casi pastel. Destacan las distintas texturas, como la mesa del comedor de madera raw, la de la sala de hierro y mármol, un gran espejo dorado que da amplitud al espacio social. Los cojines y tapices tienen cada uno su propia sensación al tacto. Si hubiese que calificar su estilo, rondaría por una combinación de minimalismo, con mucha estética clásica y contemporánea.
Sara decoró su departamento al 100%. Cuidó de cada detalle. Ese es también su lugar de trabajo. Dejó una habitación para que fuera su oficina, que tiene un toque que podría considerarse propio de Nueva York, París o Milán. No sería difícil imaginarse allí a Sarah Jessica Parker de Sex and the City o a Lily Collins, de Emily en París.
La joven quiteña se reconoce como una mujer urbana. Creció en el barrio de la González Suárez, mismo sector en donde también creció su esposo. Ambos disfrutan del lugar en el que residen. Sara camina a comprar el pan, la fruta o las flores, que nunca faltan en su casa. Los rincones y recovecos de la urbe le inspiran para sus producciones. Nada mejor para una influencer de moda que vivir en una zona en donde hay tiendas como The Designer Society, cafeterías con estilo propio, galerías, tiendas gourmet…
En las semanas previas a que se publique esta entrevista, Sara había tenidos unos días ajetreados por el lanzamiento de su emprendimiento SAGCHA, una línea de cosmética a base de miel, polen y cera de abejas. Este fue un sueño que comenzó a materializarse a finales de 2021 y que en 2022 ha llegado al mercado ecuatoriano. La línea cosmética se la puede encontrar en Instagram y con solo dar una mirada al feed es evidente que quien está detrás del concepto creativo es Sara. Para esta joven quiteña cada meta fijada debe ser un objetivo cumplido.
¿Tú vida personal cambió tras convertirte en influencer?
Ha cambiado por la manera en la que hago las cosas. Reconozco que estoy expuesta. Es como vivir bajo una lupa. Mis éxitos tienen alto impacto, pero también soy más vulnerable si fracaso. Cuido lo que hago y lo que digo. Soy más consciente de los mensajes que transmito y tengo claro que puede no ser del agrado de todo el mundo. Sin embargo, soy muy ética en mis principios y valores.
¿Cómo cuidas esos valores?
Mi formación profesional en trabajo social siempre ha sido el cable a tierra. El mundo de la moda y la belleza puede ser superficial desde un punto de vista, pero desde otro, está la oportunidad de aliarte con marcas que mantienen procesos sostenibles. Incluso recomendar a la gente que cambie sus hábitos de consumo y que decidan por productos o servicios que promueven consciencia social.
Lanzaste una marca de cosmética natural que promueve esos principios. ¿Por qué el nombre Sagcha?
Está inspirado en el nombre de la hacienda de mi familia, que se llama Sagcha Pungo. Significa puerta a las estrellas. Es precisamente en ese lugar en donde encontré la esencia de mi emprendimiento. Nuestro lema es conscious beauty, belleza consciente en español, que hace referencia a un estilo de vida natural, de bienestar físico y emocional.
¿Qué productos tiene Sagcha?
Por ahora dos. Una crema facial hidratante a base de niacinamida, componente de la vitamina B3 y miel de abeja, que es para todo tipo de piel y todas las edades. El otro producto es un aceite corporal a base de aceites de jojoba, uva y extracto de polen.
¿Contemplan en un futuro cercano sacar más productos?
Por su puesto, nuestros clientes nos están pidiendo más productos. Ya estamos desarrollando la fórmula para los próximos. Yo había experimentado bastante con productos cosméticos a base de miel y polen y siempre me fue muy bien. Eso me inspiró a crear los míos propios, y seguiré por ese camino.
¿Cuáles fueron los primeros pasos?
Comenzamos por un curso breve de apicultura, porque en la hacienda hay panales de abejas. Queríamos entender el impacto que tienen las abejas en la vida para impulsar la apicultura de manera responsable. Son tan esenciales para nuestro ecosistema que el 95% de la polinización depende de ellas, pero están en peligro de extinción. Con toda la información digerida nos asesoramos con un laboratorio de cosmética natural para que nuestros productos cumplan con las normas sanitarias debidas.
Entiendo que es un emprendimiento familiar y que tu esposo está involucrado, ¿cómo se dividen los roles?
Sí, empezamos los dos a trabajar desde el inicio, pero la que está en el 100% de la operación diaria soy yo. Nos complementamos muy bien. Él es un excelente administrador y yo soy la mente creativa del negocio. Tenemos activada una tienda virtual a la que llegan los clientes que se dejan atraer por un producto novedoso. Estuvimos en el Grand Bazaar por el día de la madre y la aceptación fue fantástica, también lo vendemos en Casa Kiki en el sector de La Floresta.
¿Cuánto tiempo les llevó el proceso para salir al mercado?
Empezamos hace un año con la idea de crear una línea natural a base de productos apícolas. Enseguida nos pusimos a la búsqueda del laboratorio y todo el equipo que nos ayudaría a desarrollar SAGCHA. El 20 de abril de este año ya lanzamos oficialmente los productos al mercado. Fue un año entero de planificar, investigar, estudiar, hacer muchas pruebas de laboratorio, ¡cambios y más cambios! Hasta que finalmente llegamos a lo que queríamos.
¿Quiénes fueron los socios estratégicos?
El laboratorio con el que trabajamos los productos es Cloud 9 BioLab, que entendió perfectamente nuestros requerimientos. Si bien respeto mucho lo artesanal, queríamos que Sagcha fuera una marca desarollada en laboratorio. Para la creación de marca trabajamos de la mano con Mimba Studio y fue una experiencia increíble, ya que desde el inicio captaron muy bien la idea y la esencia de SAGCHA.
Y tú eres la embajadora de la marca…
Por supuesto. Promuevo un estilo de vida de bienestar. La marca está enmarcada en valores de equidad, de empoderamiento femenino, me enorgullece que hayamos generado empleo. Además, fieles a nuestra consciencia ambiental nos ocupamos de que los empaques estén hechos de materiales reciclables.