Por: Verónica Acosta
Diciembre, 2010 |
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Según consta en la Escritura de compraventa, sellada por el representante del Rey de España Carlos IV, el 31 de octubre de 1806, esta hacienda, ubicada entre San Pedro de Taboada y Fajardo, perteneció a Don José María Muñoz Fajardo, heredero legítimo de Don Ramón Muñoz y Doña Margarita Fajardo y abuelo de Doña María Teresa Muñoz, quien se casó con el Dr. Alfonso Eguiguren Escudero, padre de los reconocidos pediatras, los doctores Luis y Alfonso Eguiguren Muñoz.
San Isidro, en manos de la familia Eguiguren por más de 200 años, se conserva como patrimonio familiar. Entrevistamos a 3 personas de la familia. Doña Laura Chiriboga, Vda. del Dr. Alfonso Eguiguren, llamada cariñosamente la tía Laurita; su sobrino, el Dr. Luis Eguiguren León y el hijo de este, Juan Pablo Eguiguren Aspiazu.
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¿Cuál es el origen de esta casa?
Era un convento, pero no estoy segura si fue de los Jesuitas o los Dominicos. Si bien esta casa de más de 300 años (siglo XVII) en sus inicios no era tan grande como ahora, ya tenía la parte central con la galería y las gradas que dan al jardín. Fueron mi esposo Alfonso y mi cuñado Lucho, quienes construyeron las alas laterales que rodean al patio de piedra. La casa tiene 3.000m2 de construcción. Las paredes de bareque son de 1 metro de ancho; los techos altos con estructura de madera y cubiertos de teja y sus corredores con anchas columnas de piedra, le dan el aspecto señorial propio de la época.
¿Qué extensión tenía la hacienda?
150 hectáreas planas de tierra fértil y con un excelente clima. Hoy tiene apenas 7 hectáreas, perdió casi 40 que le fueron expropiadas hace muchos años y poco a poco ha sido parcelada.
¿Cuál era su principal actividad?
El maíz era la vida de la hacienda. Su siembra concluía con las cosechas y el Jaccquigua, una fiesta típica donde los trabajadores bailaban alrededor de un palo alto del que colgaban muchas cintas de colores. Cada persona cogía una punta y en medio de bailes y cantos, las entrelazaban sin enredarse. Era un espectáculo bellísimo. La ganadería también era importante. Hasta ahora se conservan etiquetas de mantequilla, crema de leche y quesos, con el nombre de San Isidro y el número del teléfono de 4 dígitos.
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¿Quién manejaba la hacienda?
Mi suegro, Alfonso Eguiguren Escudero. Oriundo de Loja de donde vino a los 5 años, fue un estupendo médico y un gran agricultor. Luego de su temprano fallecimiento, se hicieron cargo mi marido y mi cuñado, quienes a pesar de no ser agricultores de profesión sino médicos, se turnaban y se fascinaban en cuidarla y mejorarla continuamente. Mi esposo trajo el agua potable e hizo un baño garrapaticida para el ganado. Mi suegro tenía el sueño de transformar la casa en una clínica. Lastimosamente no lo pudo realizar.
¿Cuándo disfrutaban más de la hacienda?
Durante el año veníamos con alguna frecuencia, pero el último día de colegio, estábamos empacados. Luego de un viaje largo por carretero empedrado llegábamos con los ¨guaguas¨ a instalarnos los 3 meses de vacaciones. Se llegaba por el camino de Capelo y la misa la escuchábamos en el Señor de los 2 Puentes donde los chicos iban a caballo.
¿Cómo era la vida familiar en la hacienda?
Siempre pasábamos juntas las dos familias: Eguiguren León y Eguiguren Chiriboga. Era una familia numerosa, en celebraciones, nos reuníamos hasta 60 personas. Mi suegra era una excelente cocinera, hacía maravillas y gozaba dando de comer a propios y extraños. Recuerdo una colada de Cauca, que era todo un proceso hacerla. Una de las indígenas preparaba el maíz de rodillas sobre la piedra de moler y luego esa harina se la hervía con leche, un poquito de crema de leche y canela y se la endulzaba con raspadura. Era un verdadero potaje.
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¿Anécdotas que recuerde?
En 1932, durante la guerra de los 4 días, luego del triunfo de Neptalí Bonifaz, quien por acción del Congreso no pudo posesionarse como Presidente de la República por ser considerado de nacionalidad peruana; Alfonso, mi suegro, era director de la Compactación Obrera Nacional e Intendente de Policía que equivalía a ser Ministro de Gobierno, tuvo que esconderse en la hacienda en una cueva formada entre las totoras de un pantano, junto a la laguna. Un pariente cercanísimo, del bando contrario, era su enemigo político y lo denunció. No lograron capturarlo y tuvo que huir a caballo hacia El Pedregal en el Cotopaxi. Este es un acontecimiento difícil de olvidar. Otro momento que recuerdo con impresión fue un temblor muy fuerte por los años 60. Mi hija María Laura era pequeñita. No causó graves daños, pero nos dejó a todos aterrados. Sacamos al patio colchones, cunas, ropas. Nadie se atrevía a entrar en la casa.
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Hablando de atreverse a entrar en la casa, ¿de fantasmas qué?
Siempre se escuchaban ruidos y decían que era señal de que había tesoros. Por la curiosidad, asignamos al más valiente para que se contactara con el espíritu que merodeaba la casa. A la noche, el encargado preguntó al espíritu si era de ésta o de la otra vida, respondió que del más allá y pidió que mandaran a decir una misa por su alma. Inquieto por conocer dónde estaba el tesoro, preguntó dónde encontrar dinero para pagar la misa. El espíritu indicó que estaba bajo un vidrio. Para sorpresa del interlocutor, allí había solo 95 centavos y la misa costaba 1 sucre. Enfurecido le mandó al ánima a la punta de un cuerno y no regresó jamás.
¿Hasta cuándo se mantuvo como Hacienda?
Hasta hace poco menos de 10 años, cuando se hizo la última parcelación de los potreros. La casa, si bien siempre se le dio mantenimiento, el tiempo no perdona y va dejando su huella. Ahora está en manos de un gran señor, mi sobrino nieto Juan Pablo, quien acertadamente la está administrando, concluye Laurita.Paso a conversar con el Dr. Luis Eguiguren León, uno de los 11 nietos del Dr. Alfredo Eguiguren, quien con emoción habla de esta maravillosa propiedad.
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¿Qué recuerdos le trae la hacienda?
Los mejores años de mi vida los he pasado en San Isidro. Llegábamos, nos montábamos en los caballos y prácticamente no nos bajábamos hasta regresar a Quito para el nuevo año escolar. Recuerdo las cabalgatas al Pasochoa con primos y vecinos; el viaje a bañarnos en la Merced de Alangasí.
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¿Alguna anécdota?
Durante las fiestas del maíz en Sangolquí, había costumbre de hacer toros de pueblo en la Plaza de Cachaco, no lejos de aquí y siempre se escapaban los toros. En una ocasión, me estaba columpiando en una llanta que colgábamos con soga en un árbol inmenso y de repente escuché un grito de alerta, se había escapado un toro. Pasó justo por debajo de mis pies, no me golpeó, pero se lanzó contra mis Padres y mis tíos que alcanzaron a esconderse en el cuarto de la leche. Apenas cerraron la puerta, el toro se estampó contra ella, causando terror a todos.
¿Algún personaje que recuerde de la infancia?
Si, había un mudito llamado Reinaldo, sumamente pobre pero cariñoso. En vacaciones largas, como llamábamos al verano, nos visitaba. Los empleados tenían orden de que le bañasen, le cortasen el pelo y le vistieran con ropa limpia. Sus ropas viejas y roídas eran quemadas. Sin embargo, apenas salía de la hacienda luciendo su nueva mudada, su propia familia le robaba, obligándole a vestir sus harapos y así aguantar hasta la próxima visita.No podía dejar la hacienda sin hablar con Mamá Susana, como se la conoce. Una mujer que nació y vive desde siempre en San Isidro. Nos recibe con rastrillo en mano, mientras limpia las hojas que caen de los árboles. A sus 74 años sigue trabajando junto a una de sus hijas.
Recuerda que cada trabajadora tenía que pelar las mazorcas y separar los granos de 12 quintales de maíz. ¨La tierra era muy buena, sembrábamos maíz, papas, vegetales y legumbres¨. En otras épocas no se acostumbraba ir a la escuela nos dice, y cuando le preguntamos por qué anda descalza, cuenta que nunca se acostumbró a usar zapatos, a pesar de las advertencias que el patrón Luchito le hacia. ¨Vas a enfermarte me decía, pero nunca me he enfermando. Tengo 8 hijos y vivo con mi marido en el terrenito que nos dieron los patrones¨.
¿Cómo llegaste a manejar la hacienda?
Esta casa es patrimonio cultural, hay que mantenerla y darle un sentido práctico y sustentable. Tengo 25 años y estudié administración hotelera en Estados Unidos. Trabajé 6 meses en Disney World, Orlando, y tuve la suerte de trabajar en el hotel Bulgari, en Milán, un hotel boutique de 5 estrellas. Hace 9 meses, me hice cargo del cuidado y administración de esta vieja y amada casa de hacienda.
Si bien hasta aquí hemos escuchado historias, nos interesaba conocer qué pasará con la casa y lo que queda de la hacienda. Para ello conversamos con Juan Pablo Eguiguren Aspiazu, a cargo de la hacienda.
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¿Qué cambios ha tenido?
Los campos fértiles que hasta hace poco eran graneros de Quito, ahora son urbanizaciones cerradas, con todas las comodidades de la vida moderna. Cada día más personas vienen a vivir en el Valle de Los Chillos, lo que ha producido cambios profundos. En particular, San Isidro se ha transformado de ser una hacienda productiva, en un hermoso Centro de Eventos y Recepciones.
¿Qué tipo de eventos?
Principalmente matrimonios, hay una capilla muy antigua con una hermosa fachada de piedra. Los novios van en un carruaje alado por caballos y la recepción se realiza en los corredores o en carpas sobre el césped. También se realizan seminarios, conferencias, almuerzos y fiestas de cumpleaños. El último fue el cumpleaños 80 de la tía Laurita.
¿Algún lugar preferido de la propiedad?
La casa tiene un encanto especial, pero el jardín es el rincón preferido, incluso para las sesiones de fotografía, junto con la laguna, rodeada de azulinas, árboles de magnolias, araucarias, capulíes y otros árboles, algunos en vías de extinción. Todavía se conservan los viejos y gigantes eucaliptos, de aquellos que llegaron al Ecuador durante la presidencia de García Moreno, en 1860.
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¿Cómo administrador, qué otros proyectos tienes?
Por tratarse de un patrimonio familiar, cualquier decisión hay que tomarla en consenso, pero me gustaría ofrecer hospedaje y otros servicios complementarios. Además hemos recibido una propuesta para rodar una película.
¿Percibe algún beneficio del Estado por ser Patrimonio Cultural?
No. La casa, el parque con sus araucarias, eucaliptos y magnolias; el callejón de palmeras y el portón de la entrada están registrados como patrimonio cultural del Ecuador. Posiblemente tengamos un descuento del 50% en el impuesto predial.
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