Por Caridad Vela
Las distancias desaparecen pronto cuando la amistad viene cargada de historia. Eso me sucede con Roque. Mucha agua ha pasado bajo nuestro puente demarcando etapas en las que, por una razón u otra, nuestros caminos se juntan. Buenos pretextos han sido la política, la gestión turística, nuestra afición por los toros, el buen vino y la agradable tertulia, para compartir maravillosos momentos.
Hoy lo visito para hablar de Quito. Su nombre está entre los posibles candidatos a la alcaldía porque varios dirigentes barriales, dirigentes de ligas, gremios y personas de diferentes sectores lo han invitado a pensar en esta posibilidad. Pronto nos hará saber su decisión, pero mientras tanto, quiero invadir los entretelones de su mente para indagar lo que, en caso de aceptar la candidatura, sería su plan de acción.
¿Cuál es su compromiso con la ciudad?
Tengo un compromiso absolutamente cívico con Quito. El primer día de este año, cuando oficialmente me retiré de la actividad empresarial, sin pensar en la posibilidad de la alcaldía, tomé la decisión de crear un “centro de pensamiento” para la ciudad. Incluso hemos trabajado en sesiones de planeación con la Cámara de Comercio sobre varios temas de radical importancia.
¿Por ejemplo?
La preocupación de que personas con limitado conocimiento de gestión pública ocupen la alcaldía y el consejo municipal. Hemos llegado a una situación en la que las máximas autoridades usan estos cargos como trampolín político, y en ciertos casos como fuente de financiamiento personal. Eso es corrupción al más alto grado. Sin querer entrar en detalles, es evidente que los dos últimos gobiernos municipales han desarmado la ciudad.
¿Cómo ve la situación?
No soy político, soy un hombre con experiencia que ama la ciudad, y me duele profundamente el mal manejo y la falta de visión a largo plazo. No hay futuro visible, los quiteños estamos muy deprimidos, hay necesidad de un liderazgo fuerte que muestre que esta ciudad tiene posibilidades brillantes de salir adelante. Fui alcalde durante dos años y concejal durante cuatro, de tal manera que mi trayectoria municipal acumuló seis años en los cuales conocí a fondo cómo funciona el municipio. Tuve mucha participación en la gestión de ciudad, y desde mi experiencia analizo la realidad.
¿Ha elaborado un plan de acción para su posible candidatura?
Resolver los problemas vitales que son muy simples. La gente no espera grandes cosas, espera que se enderecen las torceduras, reclama ante el engaño de las propuestas de campaña. En mis visitas a barrios y a mercados escucho pedidos muy elementales: basura, arreglo de calles, movilidad, seguridad, medio ambiente, turismo…
¿Qué propone en relación a la basura?
Una ciudad que no puede manejar su basura es como si tuviera el récord mundial en incapacidad de gestión. Primero se requiere ser eficiente en la recolección de basura. El siguiente paso es una campaña muy intensa de participación ciudadana, de compromiso para clasificar basura en los hogares y llevarla clasificada, así solo el saldo irá a los rellenos. Esto no solo es amigable con el ambiente, sino también con la economía del municipio.
¿Y al arreglo de calles?
Este es otro tema elemental. La gente está desesperada porque los huecos están por todos lados. Habría que hacer una inversión rápida para arreglar ese problema, dando prioridad a las zonas más afectadas, las de mayor tráfico, pero detectando horas pico para que los trabajos se hagan cuando menos se interfiera con la circulación vehicular.
¿Movilidad?
La gente pide que le resuelvan el problema del día a día, que funcione bien lo que ya tenemos. Hay que mejorar el transporte público, pero hay una falta total de entendimiento en la gestión. Actuando en tres campos de acción lo resuelvo en tres meses.
¿Cuáles son esos campos de acción?
Han decidido subsidiar a los transportistas cuando el subsidio tiene que ir al usuario. Me refiero exclusivamente a los alumnos de escuelas, colegios y universidades; a personas con discapacidad, adultos mayores y beneficiarios del bono de desarrollo humano. Al transportista hay que pagarle el costo del servicio más una razonable utilidad, eso es todo. Es justo su reclamo tras 18 años sin modificar la tarifa, pues sea cual fuere la inflación, no hay negocio que resista tanto tiempo sin ajuste de tarifa. Por otro lado, los usuarios que están activos económicamente sí han tenido revisión de ingresos durante ese período.
¿De qué nivel serían los subsidios?
La idea es que los grupos subvencionados paguen la misma tarifa que pagan hoy, y que los demás paguen la diferencia. Si eso es inconveniente políticamente no lo sé, pero les resuelvo el problema. Desde hace rato se habla de la caja única, y por falta de decisión no se ha ejecutado. Yo propongo una variable: que en lugar de que la gente pague al chofer lo haga electrónicamente a esta caja única. Al chofer se le paga por kilómetro recorrido y por cumplir las horas fijadas, no por pasajero transportado, de tal forma que la motivación es cumplir la ruta, no poner en peligro la vida de la gente.
¿Quién lo controlaría?
No se necesita inspectores, ese es un innecesario gasto en el presupuesto. Se coloca un chip a bordo del vehículo que registra hora de salida, paradas, muestra si excedió límites de velocidad o hizo maniobras bruscas, registra la hora en que finaliza el servicio. etc. Es una especie de GPS que algunas empresas ya están usando, que además permite bonificar a los transportistas que hacen bien su trabajo, y lograr que reciban un pago justo los que lo merecen. Como política de estímulo se pagaría un poco más al transportista que evolucione al uso de buses eléctricos para reducir la contaminación.
Pasemos a la digitalización de la ciudad…
Primero hay que estimular el tendido de redes gratuitas en áreas públicas para que la gente pueda trabajar, al menos en parte, sin necesidad de trasladarse. Así reducimos la necesidad de movilización. Segundo, la información de la ciudad debe ser digital para estudiar los flujos de tráfico, la sincronización de semáforos, etc. Los mapas producidos por empresas de telefonía celular marcan exactamente por dónde circula cada teléfono, lo cual se traduce en circulación de gente. Con estos mapas determinamos qué calles están híper saturadas y cuáles están libres para tomar decisiones razonadas.
¿Qué se haría en cada caso?
En las calles híper saturadas es indispensable prohibir radicalmente el parqueo, implantando un sistema severo de retiro de vehículos con multas muy fuertes, para duplicar o triplicar la capacidad de circulación. En las que están libres hay que armar una línea de norte a sur y viceversa en Quito, y lo propio en los valles, con preferencia absoluta para ciclistas y peatones. Debemos cambiar la pirámide de movilidad que hoy tiene al vehículo en el vértice superior, y hacia abajo las motos, buses, bicicletas, y por último, el peatón. La idea es privilegiar al peatón. Habrá que recuperar veredas e incorporar zonas peatonales importantes, por ejemplo en el Centro Histórico, donde si en lugar de hacer los túneles del metro se habrían construido soluciones subterráneas de flujo vehicular, se resolvía el problema a mucho menor costo.
¿Pico y placa?
Mantenerlo hasta encontrar alternativas. Soy partidario de una solución con costo, una en la que todos podamos salir, pero pagando por las preferencias que recibimos en determinados días o si circulamos por trayectos de máxima ocupación. Así logramos desincentivar la sobrecarga de uso de esas áreas. Quien no esté de acuerdo que no vote por mí, pero si no somos parte de la solución somos parte del problema, y yo pretendo resolverlo.
¿Algo más en cuanto a movilidad?
Concursos de oferta de servicios de transporte privado que están permitidos pero no han sido promocionados. El transporte público tiene limitaciones y estándares, pero cuando se trata de empresa privada hay libre competencia y la cosa es distinta. Pregunto, ¿qué sucede si un ente privado ofrece un servicio en tren ligero que va desde Machachi a Quito y viceversa, a un costo de $3 y con tiempos de traslado de 30 minutos? ¿O la propuesta para construir un teleférico desde el valle de Cumbayá, con cabinas de 30 personas, en las que llegar a Quito tomaría 18 minutos? Qué los construyan! El viaje será más caro que en bus, pero tendrá sus ventajas en tiempo, comodidad y ahorro de conexiones adicionales.
¿Medio ambiente?
Ahí hay varios temas. Reducir la contaminación en la ciudad es indispensable, y empezaría fomentando el uso de vehículos eléctricos, que no pagan impuestos a la importación y tampoco pagarían por el uso de las vías. Los taxis deberían usar la misma tecnología que Uber, de tal manera que no circulen buscando pasajeros, sino que estén estacionados y atiendan el llamado del cliente más cercano a su ubicación.
¿Centro Histórico?
Con poca inversión se pueden hacer cambios radicales. Veamos ciudades como Sevilla o Córdoba en España, cuyas paredes están forradas de flores. Si destinamos cien mil dólares en flores lo tenemos cubierto y será lo más maravilloso. Pero además de bonito debe estar impecable, por ello se hará concursos entre los vecinos y se empezará a peatonalizar encontrando soluciones al transporte. Esto estimula el turismo, y paralelamente invita a repoblar la zona, que también es fundamental.
Sigamos con turismo…
Algo que nunca se ha considerado es que más importante que el Centro Histórico es la Mitad del Mundo, que si bien para los quiteños no representa mucho, ochocientos cincuenta mil turistas lo visitan al año. Propuse que en el Edificio Unasur se cree un gran Museo de Ecuador, que contenga una representación de nuestra gran riqueza cultural, y un espacio para relacionar nuestra visión cosmológica y astronómica con el mundo. Este es el único lugar desde donde se pueden ver los dos hemisferios a la vez. También he pensado emular el Camino de Santiago, tan famoso a nivel mundial, para que podamos ir a iglesias y lugares sagrados pre coloniales, caminar por el campo, y combinar estos espléndidos paisajes con eventos como el Intiraymi que tanto significado tiene.
¿La zona rural del Distrito?
El DMQ es bastante más que la zona urbana, de hecho, la zona agrícola es como diez veces más. Hay que cuidar las fuentes de agua para riego, abastecerlas, determinar qué se puede producir, y sobre todo, proteger las áreas de alta biodiversidad que tenemos tanto en el noroccidente como en la zona oriental.
¿A nivel administrativo?
Estudiar a fondo los procesos para simplificar los trámites. Hay que volverlos eficientes para solucionar los problemas del día a día de la ciudad. Más importante aun es que los concejales sean gente de primera categoría, con formación, vocación de trabajo, experiencia, profundo conocimiento de áreas como planificación urbana, seguridad, movilidad, medio ambiente, salud, educación, etc. Lo que está sucediendo ahora no puede repetirse, y en gran parte es responsabilidad de los candidatos al elaborar sus listas.
Parecería que los pendientes no terminan…
Hay mucho por hacer. Un aspecto importantísimo es recuperar el capital social, que no es más que la confianza que nos tenemos entre los ciudadanos. Vivimos con miedo, con puertas y ventanas cerradas; no caminamos por temor a ser asaltados, las veredas no existen. Y a esto sumamos otras formas de destrucción social como los muros que hacen las famosas urbanizaciones cerradas, que tienen una sola vía de salida y circular se vuelve imposible.
¿Qué hacer al respecto?
Crear capital social. Provocar que los vecinos se conozcan, que los parques estén bien mantenidos, que las áreas públicas sean sitios de reunión, que nos esforcemos por destruir ese encierro. Hay varias organizaciones que no se aprovechan, como las ligas barriales que cubren alrededor de un millón doscientas mil personas que son vecinos y amigos, organizan eventos, y lo más importante, tienen un valor de capital social excepcional. Normalmente surgen en barrios populares, pero veo con simpatía que en zonas de estratos altos, como son Quito Tenis y González Suárez, están empezando a aparecer. El municipio debe resolver los problemas de la ciudad, y cuando la comunidad colabora es mucho más fácil hacerlo.