Por Caridad Vela
Alcanzar la mayoría de edad en el sector de la construcción implica excelencia en entendimiento del mercado, diseño arquitectónico pulcro, sistemas constructivos adecuados, gerencia de proyectos y procesos comerciales impecables que dejan huella y merecen ser celebrados.
Son 21 años que no han estado libres de problemas. Vaivenes políticos y económicos, terremotos, pandemia y más, han sido piedras en el camino que Rodrigo Andrade, Presidente Ejecutivo de Diamond Developers, ha debido superar. Sin duda todo el esfuerzo ha valido la pena.
¿Hagamos un recuento de estos años?
Han sido años de enormes satisfacciones, de acumulación de experiencias, de ganar credibilidad y prestigio, y de agradecer que mis clientes ahora son amigos. Lo mismo sucede con mis proveedores, son mis amigos, y soy amigo fiel, pero si las condiciones que me ofrecen no son las adecuadas, se abren las puertas a revisar otras opciones. Mi obligación es conseguir las mejores condiciones como constructor para que los precios a mis compradores sean atractivos.
¿Cómo era su vida hace 21 años?
Mi hija Cristina tenía 9 años, Emilio 4 y Camila acababa de nacer. Ahora son socios y parte importantísima en las decisiones que tomamos. Emilio es vicepresidente ejecutivo, es mi mano derecha, comercialmente es igual o mejor que yo, y es quien liderará a futuro la empresa. Cristina maneja relaciones públicas, logística, ferias y controla mi agenda personal. Camila está estudiando arquitectura y se juntará al equipo una vez que termine sus estudios de postgrado. Trabajará bajo la guía de Nati Rodas que es nuestra arquitecta. Los tres son incomparables seres humanos.
¿Hay mucho de rosas y un tanto de espinas en su memoria?
Construir nunca es fácil, hay escenarios favorables y otros que lo son menos. Los últimos siete años han sido los más complicados. Todo lo malo que podía suceder, sucedió. Vivimos consecuencias de factores exógenos que estuvieron fuera de nuestro control, pero con la ayuda de Dios y el compromiso de un inmejorable equipo de trabajo, los hemos superado.
¿Por ejemplo?
En 2016 tuvimos el terremoto en Esmeraldas. Yo estaba en plena comercialización de Grand Diamond Beach, el edificio más alto del país en la playa. Pasamos de vender alrededor de $1 millón al mes, a no vender nada durante dos años, pero cumplimos con los clientes. Luego vino el problema de la inseguridad en Esmeraldas y su impacto en ventas fue grande, pero también lo superamos. Llegó la pandemia y para qué profundizar en eso, todos sabemos lo que pasó.
Siete años muy duros…
La resiliencia con la que tomamos decisiones, gracias al bagaje de experiencia acumulada, nos permitió manejar esas crisis. Y eso sin hablar de que la política actual es terriblemente contraproducente, crea inestabilidad y cuando eso sucede la gente lo que menos quiere es endeudarse. Pese a todo aquello, jamás hemos dejado de cumplir en entregar un proyecto a tiempo, y con más de lo que ofrecimos al inicio. Esa satisfacción no tiene precio.
¿Qué estrategia aplicó en Grand Diamond Beach para enfrentar las adversidades?
El proyecto siempre se planificó en dos etapas. Cuando sufrimos el terremoto tenía vendido el 42% del proyecto. En acuerdo con los copropietarios, y en respeto a la gente de Esmeraldas que falleció, retrasamos tres meses la inauguración. Sin embargo, no podía seguir construyendo porque no había ventas y tuve que prescindir de cientos de trabajadores, pero entregamos el edificio con el 90% de las áreas comunales funcionando y los departamentos vendidos totalmente terminados.
¿Impacto económico pero también emocional?
Para enfrentar problemas que no dependen de nosotros solo queda meterle ganas, trabajar duro, ser creativo en las soluciones y mantenerse positivo. El 80% de Grand Diamond Beach está vendido, el 20% que falta lo termino conforme se venden los departamentos. El edificio se ha convertido en el lugar aspiracional de la zona, no en vano recibió dos reconocimientos internacionales, uno en Houston y otro en París.
Y no es el único de sus proyectos con reconocimientos internacionales…
No, afortunadamente son algunos premios recibidos fuera del país. Diamond Signature, edificio en el que vivo y que fue el primero diseñado por Naty Rodas, tiene tres. Uno de ellos, del que más orgulloso me siento, es el que recibí en Londres después del veredicto de 50 expertos, que designó a este edificio como uno de los diez mejores del mundo en la categoría de mediana densidad. No fue solo por los materiales sustentables que utilizamos, ni porque fue construido durante la pandemia, sino además porque está implantado en un terreno con tres lados hacia el Parque Metropolitano, y está sobre una pendiente natural que nos regala las mejores vistas de Quito.
Revisemos otros temas, ¿cómo ha evolucionado la oferta de crédito para los constructores en estos 21 años?
Las instituciones financieras siempre han sido socios estratégicos de los constructores. En mi caso, nunca las utilizaba porque tengo la suerte de haber vendido el 95% de mis proyectos en pre construcción y no necesité usar la línea de crédito que tenía aprobada, hasta que en 2016, a causa del terremoto y para cumplir con mis clientes, entendí lo que era endeudarse en serio. Hoy, con un banquero en el gobierno, sorprende que la situación crediticia del país esté complicada.
¿La oferta ha cambiado en estos años?
Los departamentos de tres dormitorios, de 150m2 en promedio, siguen teniendo gran demanda, y no todos los constructores los están haciendo. Muchos se han dedicado a construir suites y estudios en edificios de alta densidad. Diamond Developers se enfoca en proyectos de mediana densidad, con viviendas cómodas, amplias, rodeadas de naturaleza, con áreas comunales excepcionales, acabados de primera y personalizados, porque el comprador es copartícipe en la elección de productos. He dejado de hacer departamentos de 400 o 500m2 que antes eran los primeros en venderse, no hay mercado para eso.
¿Las áreas comunales son protagonistas?
Es tal vez donde más cambios se ha visto. Hace 20 años había lobbys atractivos, una sala comunal y poco más. Nuestros edificios ahora tienen piscina, playa de arena blanca, áreas verdes generosas, demo kitchen totalmente equipada, cine, gimnasio, sala de coworking, rooftop, BBQ, y más. Y ahora, con Diamond Design, rompemos esquemas con la primera piscina suspendida entre dos torres, que habrá en el país.
¿Diamond Desing es en la Granda Centeno?
Así es. Estamos construyendo un edificio increíble en una zona en la que no solo generaremos plusvalía al sector, sino que inyectaremos un estilo de vida único. Son 25.000m2 de construcción, en 3.000m2 de terreno, en una esquina espectacular que colinda con la mansión Granda Centeno que es el único palacete que hay en Quito. La primera torre se entregará el 30 de octubre, tal como ofrecimos a los clientes.
¿Ese nivel de inversión nace de su confianza en el país?
Soy un optimista empedernido, pero también soy financiero de profesión. Siempre espero lo mejor en la vida y en los negocios, pero soy realista y prudente porque la situación actual no es la mejor. A pesar de eso mi actitud es la de seguir invirtiendo, generando fuentes de empleo y mejorando el estilo de vida de las personas. Esa es mi manera de contribuir, lo contrario sería agravar más el problema.
¿A pesar de ser una etapa de transición política?
Este año no haré nada adicional a los dos proyectos que estoy construyendo. Estoy buscando un terreno para iniciar otro proyecto el próximo año. No será tan grande como los anteriores porque la situación actual llama a la prudencia, y estoy en una etapa de mi vida en la que quiero tranquilidad. Eso no significa que voy a dejar de invertir y creer en el país, porque me obsesiona generar empleo, y mis hijos que ahora están involucrados en la empresa comparten esa filosofía conmigo.
¿Cuál ha sido su mejor inversión inmobiliaria?
Las inversiones no se miden solo desde el ángulo económico porque también pesa muchísimo la satisfacción emocional de sentir que superamos las expectativas de los clientes. Considerando esos factores, Diamond Village, un proyecto residencial en Cumbayá con oferta de casas y departamentos, ha sido una gran experiencia. Mirando hacia atrás, el penthouse que construí en Sierra del Moral para vivir con mi familia fue una gran inversión. Me costó $400.000, y por decisión de mi esposa nunca nos mudamos allá. Lo renté durante diez años en $50.000 anuales, y luego lo vendí en $700.000. Esa rentabilidad se la debo a ella.
¿Cómo ve este año?
La post pandemia no ha sido lo que esperábamos por el mal manejo político del actual gobierno y la inseguridad, a lo que se suma la incertidumbre de las próximas elecciones para un gobierno de corto plazo, que será más de campaña política que de transformaciones, porque todos buscarán reelegirse en 2025. El escenario no es muy prometedor, pero sí aleccionador. Seguimos aprendiendo y nos volveremos más fuertes.
¿Algún proyecto que sueñe construir?
Antes de retirarme y pasarle la posta a Emilio, quiero hacer un proyecto de 40 o 50 pisos que tenga área comercial en los pisos bajos, oficinas en los intermedios y residencias de lujo en la parte superior. Tengo vistas un par de opciones estratégicas para construirlo, podría ser en Quito o Guayaquil si las autoridades entienden la magnitud y los beneficios de la inversión y dan paso a su construcción. Este sueño lo tengo desde hace unos tres años y nació de mi hija Camila. Me dijo “si Miami tiene un edificio en forma de guitarra, por qué no hacer uno en Ecuador con forma de diamante?
¿Es decir que Diamond Developers tiene para largo?
He construido y entregado 50 proyectos durante esos 21 años, y no pienso detenerme. Nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de todo el personal de la empresa. Agradezco su lealtad, su compromiso con la marca, sus esfuerzos en el día a día y el que hayan compartido conmigo la historia de estos años. En Diamond Developers se junta la innovación que traen los ejecutivos jóvenes con la experiencia que nos dan los años vividos. El equilibrio es perfecto.
En ese equilibrio entra también su conocida labor social. ¿Cuénteme?
En Grand Diamond Beach hemos celebrado cinco navidades con 40 chicos de la Fundación Jóvenes contra el Cáncer. Es un evento que les trae momentos de felicidad y esparcimiento a estas personas que luchan por su vida, y a nosotros nos llena el alma. Además construimos el Puente de la Unión en Tonsupa; donamos más de 200 árboles a un parque que colinda con el Parque Metropolitano en Quito, y ayudamos con su restauración. Lo mismo hemos hecho con la restauración de varios UPC en Quito.
¿Conclusión?
La vida ha sido grata, muy generosa, y recíproca con el esfuerzo que hemos hecho. Aspiro a que mis hijos mantengan el legado que reciben, lo multipliquen y aporten con esfuerzo y trabajo honesto en la industria de la construcción, y que continúen durante muchos años con la visión empresarial que he mantenido desde el primer día.