Por: Gabriela Burbano A
Al iniciar el ascenso a San Juan desde el Centro Histórico de Quito y sobre la llamada Calle de las Siete Cruces, hoy calle García Moreno, se levanta la Iglesia parroquial de Santa Bárbara, edificada en 1550.
Frente a este tesoro religioso que forma parte de la lista de más de 5.000 bienes inmuebles patrimoniales que se encuentran en el Centro Histórico, se aprecian dos edificaciones que habían permanecido en el olvido, pero que gracias a la intervención del Instituto Metropolitano de Patrimonio del Municipio de Quito han vuelto a la vida para deslumbrarnos con su belleza. Se trata de la casa García Moreno -que ocupa toda la esquina de la calle del mismo nombre y la Manabí- y de la casa Guillespie, que se ubica en el lindero norte de la anterior.
Uno de los primeros planos de la ciudad de Quito, hacia el año de 1734, ya advierte de la presencia de estos dos solares en el trazado urbano. La Guía de Quito de 1894, por su parte, ya habla de casas edificadas en estos espacios cuyos dueños eran José Ignacio Delgado (casa Guillespie); y Enrique Chiriboga y Elena Guarderas (casa García Moreno, que para entonces estaba constituida por dos residencias).
Los dos predios, que suman casi 4.000m2, fueron adquiridos finalmente en 1944 por la Caja del Seguro al Gobierno del Ecuador. La mala utilización de los espacios provocó un significativo desgaste de ambas propiedades en los últimos años.
CASA GARCÍA MORENO
Dos años después de que el Instituto Metropolitano de Patrimonio interviniera la casa García Moreno, los espacios regenerados se aprecian nítidos y luminosos.
La fachada asentada sobre un zócalo de piedra, utilizado para sanear el desnivel de la calle, que contrasta con el ocre de las paredes, permite apreciar los balcones. El ingreso conserva el piso de piedra y al cruzar el zaguán se llega a un amplio patio central que albergó alguna vez una fuente de piedra que desafortunadamente desapareció. Desde allí se observan las columnas circulares con capitel dórico que sostienen la logia del patio, y que se extienden en forma octogonal y en madera en el segundo piso, con un juego policromo entre las columnas y los remates que empatan con las vigas. A simple vista llaman la atención las anchas paredes de mampostería de adobe y ladrillo, así como los entrepisos de madera con tablón y las cubiertas de teja.
El acceso al segundo piso se hace por una escalera de piedra amplia. Algunas paredes y techos de las habitaciones del inmueble estuvieron alguna vez cubiertos de papeles tapices con motivos florales y geométricos de colores brillantes.
Avanzando hacia el occidente es posible acceder a la que alguna vez fue la casa de la familia Arteta -de mucho menor tamaño que la descrita- que hoy está totalmente integrada a la casa de la familia Chiriboga, para formar la casa García Moreno que después de esta recuperación funciona como sede del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP).
CASA GUILLESPIE
Junto a este inmueble, en el lindero norte, se encuentra la casa Guillespie. La edificación que data de principios de 1900 también alberga actualmente al IMP y a la Agencia Metropolitana de Control. Las dos construcciones han sido conectadas. Con solo mirar su fachada es fácil advertir que se trata de un estilo constructivo diferente al de la casa vecina, por la cantidad de elementos decorativos que la adornan en cada rincón.
Esta edificación ecléctica en la que predomina un estilo manierista, con ciertos detalles de art nouveau, perteneció, según los registros de finales de 1800, al Dr. José Ignacio Delgado. Fue parcialmente derrocada y reconstruida en 1930 por el afamado arquitecto Francisco Durini Cáceres para la familia Guillespie Delgado.
Esta es una construcción de gran tamaño, con 68 habitaciones distribuidas en tres plantas. En su construcción el Arq. Durini introdujo algunos elementos característicos de su estilo, como el uso de patios cubiertos con mamparas de vidrio, entrepisos armados con bloque de vidrio sobre estructuras de hormigón, cielos rasos de metal policromo en alto relieve, uso de cerámicas monocromas y policromas de fabricación local, abundantes elementos ornamentales neoclásicos y modernistas que decantan en un estilo ecléctico, y un criterio funcionalista en la distribución de los espacios.
En la actualidad y luego de que fuera intervenida, la casa Guillespie ha recuperado su esplendor. La parte delantera de la casa maneja un lenguaje constructivo masivo, y la parte posterior utiliza elementos que le dan transparencia y ligereza.
Al ingresar por la calle García Moreno se observa un primer patio que claramente actúa como núcleo central para la distribución de los espacios. Su forma rectangular se apoya sobre columnas rectangulares de tendencia dórica en sus cuatro lados, llama la atención el piso de cerámica ajedrezada en el patio, y cerámica policroma tipo mosaico en los corredores perimetrales. Avanzando hacia la parte posterior se encuentra un patio, las bóvedas y muros de contención.
El segundo piso, considerado el principal de la casa, se distribuye también alrededor del espacio del patio con columnas de estilo jónico. Cuenta con pisos de tablón en corredores y habitaciones, en algunas paredes se ha logrado recuperar el trabajo de pintura que asemeja superficies de mármol y da a los espacios un aire refinado. Desde este nivel se tiene acceso a un jardín posterior en el que se eliminaron dos áreas acristaladas que restaban luminosidad a los espacios de la planta baja. En este jardín se conserva un árbol de magnolio, innegable testigo de casi de un siglo de historia de este tesoro arquitectónico. El tercer piso repite la distribución de las plantas inferiores.
Además de la riqueza ornamental del edificio, destaca la manera en la que el constructor conectó los desniveles en un juego de ascensos y descensos que dan a esta casa una dinámica especial. El jardín también tiene tres niveles, lo que armoniza con los desniveles de la casa para dar una óptima apreciación del espacio en los dos sentidos.
CASA PARROQUIAL DE SAN MARCOS
Avanzando desde los inmuebles de la García Moreno y Manabí hacia el sur oriente, se llega al Barrio de San Marcos, parroquia indígena fundada en 1595 por el obispo López de Solís. Desde la calle Flores se recorren cuatro cuadras de la estrecha calle Junín, que aún conserva casas de estilo colonial y republicano, que albergan residencias, cafés, hoteles, galerías, tiendas, convirtiéndolo en un barrio que invita a la calma.
La estrechez de la calle termina al arribar a la plaza de San Marcos, al costado de la cual se emplaza la iglesia parroquial construida en 1567, y de la que aún se conservan los muros de más de 400 años. Junto a la iglesia, adosada al lindero norte, se encuentra una casa de 900m2 que se estima fue construida en el año 1800 y que cumple la función de casa parroquial.
Se cree en sus inicios que la casa fue de propietarios civiles, y seguramente adquirida más tarde por la Curia para brindar servicios a la comunidad. El mantenimiento y adecuaciones hechas para satisfacer las necesidades temporales se hicieron sin ningún criterio técnico.
El empeño del padre Tito Heredia, párroco actual de San Marcos, y el trabajo del Instituto Metropolitano de Patrimonio, permitieron que el inmueble entre en un proceso de rehabilitación integral que ha devuelto este espacio a la comunidad quiteña.
Lo primero que advierte quien es asiduo visitante de la plaza de San Marcos es el cambio de color en la pintura exterior de la casa que anteriormente era de un tono terracota y actualmente es blanca.
Al ingresar se llega a un zaguán con piso de madera que es también una galería de arte. Sus anchos muros están interrumpidos solamente por cuatro puertas laterales, dos a cada lado, que albergan en el costado izquierdo el despacho parroquial y al derecho, una tienda museo de arte popular con objetos provenientes de diferentes partes de nuestro país.
Al finalizar el zaguán se atraviesa un portal lateral que conduce a un patio de piedra desde donde se ingresa a las aulas de catecismo, también recuperadas; se observa una de las paredes posteriores de la iglesia y las ventanas de la planta superior, donde funciona la residencia sacerdotal.
Elementos como gradas, pasamanos, puertas y ventanas fueron originalmente elaboradas en madera de sig sig de olivo, noble material que gracias a su resistencia pudo ser recuperado en un 50% y da una hermosa panorámica de los espacios interiores.
Dirigiéndose a los espacios cuyo ingreso está hacia la plaza, se encuentra uno que está siendo adecuado para albergar una cafetería que acoja a los turistas locales e internacionales que se dejan seducir por la magia de este apacible barrio del Centro Histórico.