Por Caridad Vela
Nos volvemos a encontrar, fue la frase con la que dio inicio esta agradable conversación con el protagonista del nuevo proyecto de Uribe Schwarzkopf en Guayaquil. Será el tercer Yoo en Ecuador, y Philippe Starck no oculta su emoción de visitar nuevamente el país, caminar sus calles y percibir nuevas sensaciones. La inversión de la empresa promotora asciende a $150 millones. Durante su construcción, que tomará aproximadamente 54 meses, generará 1.200 empleos directos y 15.000 indirectos.
Puerto Santa Ana en Guayaquil es el lugar elegido para construir este edificio residencial de 46 pisos de altura, con oferta de departamentos, parqueaderos y locales comerciales. Su arquitectura integra elementos del diseño tradicional local, y sorprendentemente los combina con la modernidad del entorno que existe en la zona. La impactante fachada de arcos, inspirada en las raíces de la urbe porteña, privilegia las vistas al río y a la ciudad e incorpora elementos de sofisticación en cada espacio interior.
Evidentemente, la nueva propuesta de Philippe Starck es el resultado de un profundo análisis del entorno, la cultura y hábitos de su gente. Acierta siempre, y la maestría con la que transparenta esa percepción es admirable. Guayaquil verá retratadas sus costumbres, su historia y su estilo de vida actual en este proyecto, porque surge del genio creador que respiró su aire, sintió la brisa del río y la interacción social.
Philippe Starck
Philipe está satisfecho con su creación. Yo, ávida por conversar nuevamente con él, quiero entender más sobre aquello que lleva dentro, que extrapolado hacia afuera se convierte en un nuevo y magistral proyecto. Pregunto, y con cada respuesta lo conozco más. Su personalidad irreverente es un imán que atrae con fuerza magnética.
En el entorno del proyecto leo frases que llaman la atención. “Yoo, meant for you”, o “Guayaquil, nice to meet Yoo”. La sala de ventas y el departamento modelo invitan a los interesados a sumergirse en el mundo de los espacios pulcramente diseñados, en donde las intenciones y lo etéreo se vuelven materia.
¿Qué diferencias encontraste entre Quito y Guayaquil?
Quito es fuego, Guayaquil es agua. Quito es vertical, Guayaquil es horizontal. Estas son diferencias muy poderosas que hacen que los sentimientos de la gente sean diferentes, desde sus orígenes hasta el momento actual. El diseño siempre abarca una transición entre lo que fue, lo que es y lo que vendrá, para la gente que vivirá aquí. No hay que borrar el pasado, hay que usarlo para proyectar el futuro sin desprenderse de ese origen.
¿Y el origen es el río?
Sí, pero traer ese pasado al presente implica perturbar un poco la ciudad con una propuesta muy singular. La ciudad estuvo construida sobre el agua, era un puerto, y veo que ahora se ha perdido esa idea porque Guayaquil se convirtió en una gran urbe que está separada del río. El Malecón tiene mucho concreto, cuando la ciudad tiene que estar en osmosis con el agua, y eso es lo que vamos a recrear aquí. Lo sólido se detendrá y esa relación con el agua será más ecológica y orgánica, más natural. Vamos a redescubrir el río para lograr que la gente tenga la misma relación visual y de contacto inmediato que hace un siglo tenía con el agua.
¿Cómo trasladar eso para diseñar la vida de la nueva comunidad que vivirá aquí?
No quiero diseñar la vida de la gente, eso lo hace cada uno a su manera. Nunca te diré cómo iluminar tus espacios o cómo decorarlos. No quiero interferir en sus vidas, eso no es saludable. Lo mío son las escalas y las proporciones, que no varían con el paso de los siglos. Es como si te miras en el espejo cada mañana. Tus escalas, es decir, el espacio entre tus ojos, la distancia con la nariz, la longitud de los brazos, no cambian. Esa proporción somos nosotros, y todos somos diferentes, pero los fundamentos son siempre los mismos.
¿Interpretar esa escala es el desafío?
Mi reto es trabajar en la energía, que tenga proporción, que fluya en los espacios, que traiga bienestar, luz y felicidad. Antes las cocinas estaban escondidas y no se veía a las mujeres cocinar, estaban segregadas haciendo su labor. Ahora las cocinas están abiertas, ubicadas a dos metros de la mesa del comedor porque las mujeres son parte importante del juego. Antes el baño era un espacio simplemente higiénico, ahora es placer, sensualidad, estética. No sorprende una chimenea en el baño, o una bañera convertida en un sofá mojado. Los espacios evolucionan en términos de la evolución humana. La arquitectura bien hecha debe evolucionar en ese sentido, esa es la influencia y la responsabilidad del arquitecto.
¿Cuál es tu energía?
Soy una persona muy honesta. No tengo tiempo para mentir. Cuando hablo digo honestamente lo que creo, por eso la gente confía en mí. Mentir o ser deshonesto no es una buena inversión, soy drásticamente honesto. Soy un creador que vive como monje. Vivo solo, en medio de la nada, en un bosque en lo alto de la montaña. Si bien mi esposa y yo somos dos cuerpos, estamos integrados en una sola persona. Estamos siempre solos, salimos poco y no interactuamos con otra gente. A pesar de eso, la gente me quiere mucho, le encanta trabajar conmigo porque soy honesto, como un cristal transparente.
¿Así te describes?
En lo personal, sí. En lo profesional soy un poco semiólogo, porque he aprendido a leer los signos de la gente, a entender sus actitudes y a sentir sus necesidades. La primera necesidad es comida, la segunda es vivienda, pero así como no comemos cualquier cosa, tampoco vivimos de cualquier manera. Cada uno elige lo que le gusta, he aprendido a hablar a la gente inteligente, a aquella que sabe lo que quiere y entiende mi lenguaje.
¿Cómo defines el estilo de Yoo Guayaquil?
Es un estilo retro moderno que revive la simbología de los arcos que siempre tuvo Guayaquil. Es mirar al futuro sin olvidar las raíces. Este proyecto es como una aldea vertical en escala humana, porque el propósito siempre es crear comunidades, como en las antiguas aldeas, pero que sean prácticas para la edad moderna. El crecimiento ahora es vertical, hay espacio hacia arriba pero no hay espacio en la tierra, además es importante entender que el ser humano siempre mira hacia arriba, y ahí debe encontrar belleza. Solo los animales caminan mirando hacia el piso.
Si tuvieras que elegir entre Yoo Quito, Yoo Cumbayá y Yoo Guayaquil, ¿con cuál te quedarías?
Compraría un departamento en cada uno de ellos, porque cada uno funciona para ese lugar en específico, y las tres locaciones me encantan. Cada una tiene su privilegio, su encanto y su energía.
Philippe Starck y Jasmine Starck
Termino mi conversación con Philippe y admiro las maquetas y renders de Yoo Guayaquil. Si bien hasta aquí se ha descrito el espíritu con el que esta obra fue creada, es imposible no mencionar detalles de lo que abarca la oferta planteada por Uribe Schwarzkopf. Los futuros residentes de los departamentos podrán disfrutar de amenidades como piscina para niños y otra para adultos, un sun lounge, restaurante, spa, pet spa, gimnasio, sala de juegos, sala para niños, rooftop, lounge exterior, salas de fiesta, BBQ y más.
La energía de la que habló Philipe fluye a través de distintos elementos. Entre ellos, la naturaleza tropical que viste el proyecto, el techo de la piscina que está inspirado en los reflejos del color del cielo durante el atardecer, y las suaves curvas de los arcos que acogen en armonía cada espacio. Llama la atención que los volúmenes de los ascensores se distribuyen en dos plantas y se convierten en el elemento escultórico de la terraza, que estarán cubiertos en acabado de “pan de oro”.
El diseño no deja detalle por fuera, todo ha sido considerado e incorporado en esta obra maestra de Starck, arquitecto cuya fama mundial se debe a que es fiel a la honestidad en sus trazos, a que antepone lo práctico a lo estético en su intención de cambiar las concepciones tradicionales, dotándolas de creatividad, inspiración, luz y energía.