Por María Gracia Banderas,
Corresponsal España
La ciudad de Cuenca en España se caracteriza por brindar vistas completamente fuera de lo común. Situada en las montañas de la zona centro-este del país, Castilla – La Mancha conserva ruinas de castillos medievales, casonas nobiliarias, y variadas casas cuyas fachadas no pasan desapercibidas por sus llamativos colores entre rosados, amarillos, ocres y grises. Estas construcciones ponen en evidencia su precisa adaptación a la topografía del entorno, presentando variados volúmenes y formas según el espacio en el que se asientan.
Pendientes coloridas y angostas dirigen a los puntos de mayor orgullo de los conquenses, aquellas que permanecen impresas en recuerdos de maravillosas postales, que expresan no solo la amplia historia de la ciudad, sino de los extensos períodos invertidos en restauraciones que han implicado el privilegio de continuar contemplándolas emplazadas a perfección ante la magnificencia de la Hoz del río Huécar. Y es así que, construidas al borde de un precipicio, se han ganado el nombre de Casas Colgadas, cuyos balcones de madera sobresalen de las cornisas rocosas de la Hoz del río mencionado.
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“Si hay algo que distingue a Cuenca de otras ciudades históricas españolas, es su singularidad paisajística, sin embargo, no es el único valor de la ciudad. El devenir histórico cultural explica la configuración de sus calles, barrios y edificaciones, y es, por tanto, numeroso el patrimonio edificado existente en la ciudad, reflejo de las diferentes culturas que en ella han morado” (Troitiño Torralba, 2008: 326).
La ciudad nace en la conquista musulmana cuando se construye la fortaleza de Qūnka. Posteriormente, el rey Alfonso VIII la conquistó en 1177 y le otorgó el Fuero de Cuenca, uno de los más prestigiosos de la historia de Castilla. Su economía se centró en la industria textil y su renombre devino en un incremento en la actividad constructiva. En 1833 se convirtió en la capital de la nueva provincia de Cuenca. Su geografía y los personajes que la transitaron son el resultado de este singular patrimonio edificado.
A comienzos de este siglo fueron restauradas las tres casas que sobrevivieron a un sinnúmero de vaivenes históricos. Estas edificaciones contribuyeron a que la ciudad amurallada de Cuenca fuera nombrada Patrimonio de la Humanidad en 1996, y más adelante, en 2016, declaradas Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento.
El conjunto arquitectónico posee cerca de 600 años de historia. El primer testimonio gráfico que se tiene de ellas data de 1565. Se trata de la obra “Cuenca desde el este”, del pintor flamenco Anton Van den Wyngaerde. Tras varios siglos sin modificar severamente su estructura, en el siglo XX fueron adquiridas por el ayuntamiento para evitar su destrucción. A comienzos de los años sesenta el arquitecto Francisco León Meler se hace cargo de su rehabilitación, pero para que las casas adquieran su aspecto actual, pasaron por una demolición que permitió su renovación y asegurar su permanencia sobre la Hoz.
Esta restauración ha sido necesaria puesto que las Casas presentaban problemas de tipo estructural en forjados y cubiertas, se evidenciaron además señales de pudrición y pérdida de sección en elementos resistentes, así como un notable deterioro en las fachadas, principalmente en todo lo relacionado con los recubrimientos de la fábrica de caliza, hecho que acrecienta el impacto de las inclemencias meteorológicas en los entramados de madera.
Debido a estas condiciones de paisaje, y al contexto social, las Casas recuperadas abren sus puertas al público, tomando protagonismo una de ellas que en su interior alberga al Museo de Arte Abstracto Español, que cuenta con una exhibición permanente de esculturas y pinturas de artistas nacionales. Está compuesta por 266 obras de 87 artistas de la generación abstracta española de los años cincuenta, parte de la cual se muestra en rotación en los espacios inicialmente destinados a salas de exposición.
Se trata de un edificio medieval muy singular de finales del siglo XV sobre la Hoz del Huécar, ahora propiedad del Ayuntamiento. Una escalera Isabelina, artesonado de madera y decoración mural, son algunos de los elementos que pueden observarse en este inmueble. La cubierta es de teja árabe apoyada sobre madera vista. El museo cuenta con un recorrido circular, además destaca que el contraste entre lo antiguo y lo nuevo daría valor a las obras modernas. La imagen definitiva de la fachada de esta casa se adjudica a Fernando Barja, arquitecto municipal.
Varias son las intervenciones y propietarios por las que estos inmuebles han pasado durante el transcurso de los siglos. En 1964 se adquirió material de saneamiento y eléctrico para las Casas Colgadas, y ese mismo año aprueban un presupuesto para el acristalamiento de vidrios dobles para los pisos bajos. Para el Museo se destinan varias partidas de mármol travertino.
Las actuales Casas Colgadas no constituyen un inmueble homogéneo, sino el producto final de una complicada evolución que las ha llevado a un proceso de metamorfosis de arquitectura doméstica en gran medida tradicional, en ícono urbano. Los materiales utilizados en estas casas son aquellos encontrados en el entorno, como madera para los entramados de los parámetros del suelo, para cubiertas y balcones. Se ha utilizado también piedra caliza de mampostería y yeso.
“En sus orígenes, la tipología arquitectónica de las Casas Colgadas no era única, sino que en Cuenca había edificios similares asomados tanto a la Hoz del Júcar como a la Hoz del Huécar, pero, o han desaparecido, o si queda alguno, está en una ruta más escondida”, señala Pedro Miguel Ibáñez, autor del primer estudio científico sobre las Casas Colgadas de Cuenca.
Según el escritor Joaquín Saúl García Marchante, la declaración de la UNESCO ha permitido la protección de su patrimonio, la rehabilitación y recuperación del Casco Histórico y sus Hoces, la intervención para el incremento de sus rasgos de identidad como ciudad-paisaje, para consolidarse como destino turístico.
El mismo autor destaca que “las intervenciones del hombre durante el paso de los siglos han transformado el paisaje natural en paisaje de cultura, que, al conservar las huellas y herencias de nuestra civilización, constituye un patrimonio cultural de valor incalculable que, junto al urbanismo, hacen de la ciudad antigua el símbolo de la personalidad urbana de Cuenca, su imagen de marca (Troitiño Vinuesa, 1998: 122).
Además de las Casas Colgadas, son un gran ejemplo los rascacielos del Barrio de San Martín de Cuenca que, presentan estrechez y altura, y no todos los edificios inician en la planta baja, sino que bajan de acuerdo al terreno en el que estén emplazadas. Las fachadas de menor altura apenas alcanzan los cuatros pisos, hay otras que suman hasta diez u once. Una altura importante para edificios que datan principalmente de los siglos XV y XVI.
“Las casas se agarran unas a otras, por no despeñarse en aquel plano inclinado, y las hay con tantos pies de altura como siglos de antigüedad”, dijo José Ortega Munila, padre de Ortega y Gasset, en una de las primeras descripciones de la ciudad en el siglo XIX. Y es que es precisamente el tipo de terreno que se pone de manifiesto en Cuenca, que hace que sus construcciones tengan una propia personalidad, puesto que se adaptaron de forma muy singular a la volatilidad del entorno.