Por Karla Morales

Paula Guerrero y Carolina Lapentti se conocen de toda la vida. Son amigas, madres, vecinas y deportistas. Y se les nota. Mientras les toman fotos conversan como si estuviesen solas. Sin tapujos y en confianza. Se muestran a sí mismas como lo que son: mujeres jóvenes que han sabido combinar sus pasiones y complementarse, de tal manera, que les resultó fácil decidirse a formar una sociedad y montar el primer club abierto de beach tennis en Guayaquil.

En una ciudad calurosa, donde el mar se siente aún estando ausente, la creación de este espacio es oxígeno. Salir de la oficina, sacarte los zapatos, tocar arena, ver palmeras y juntarte con amigos para jugar se convierte en algo adictivo sin mucho esfuerzo. Especialmente tomando en cuenta el ajetreo de la ciudad y los niveles de estrés en los que vive la mayoría. Un club abierto de beach tennis no sólo es un espacio de recreación y deporte sino también una oportunidad de hacer familia, vida en comunidad y estrechar relaciones de amistad. Es, sobre todo, romper la rutina guayaquileña de comer e ir al cine. Las dos actividades más comunes para el uso del tiempo en la principal ciudad costera del país.

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El proyecto de Carolina y Paula nace después de que empezaran a ser dupla en la práctica del beach tennis como deporte diario. Esta pasión las llevó a Aruba a un torneo y fue allí donde descubrieron y decidieron que debían poner un club abierto en Guayaquil. En palabras de Carolina ¨Nos enamoramos de lo que vimos en Aruba. Era increíble ver a familias enteras jugando y disfrutando de este lugar completamente acondicionado para el deporte. En ese momento dijimos que algo así le hacía falta a Guayaquil y regresamos llenas de ganas¨. Hoy el club es una realidad y abre sus puertas desde las 6AM hasta las 10PM todos los días.

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Cuando le pregunto a Carolina si existen más proyectos vinculados al club me aclara que no es un club porque no se necesita de membresía para acceder al uso de las canchas. Por eso le decimos un club abierto, pues la intención es abrir las puertas a todo el que quiera practicar un deporte de forma divertida y con amigos o familia. El único requisito es registrarse para coordinar los horarios disponibles de uso. No se necesita experiencia previa en la práctica, me aclara. Pero me confiesa que al haber entrenado tennis toda su vida, sí se le complica a veces desacostumbrarse a la técnica que lleva en la sangre.

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Tienen planes de expansión a corto plazo porque el número de adeptos va en aumento y el sueño cada vez más se parece a lo que conocieron en Aruba. Verlas juntas, hablando de su proyecto, es acercarse a un amor genuino por el deporte y la vida en comunidad. Se turnan para que siempre alguna esté en el club dirigiendo las actividades y guiando a los nuevos deportistas. Han montado un bungallow que parece extraído de una postal hawaiana como eje central del área y en donde se puede adquirir desde implementos deportivos hasta snacks y bebidas.

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El beach tennis de Carolina y Paula es una invitación a vivir la playa en la ciudad y a mantener un estilo de vida saludable de forma entretenida, especialmente conveniente para quienes se aburren en gimnasios y no encuentran un deporte que verdaderamente los desconecte de la realidad y los aleje de la monotonía.

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Además de poder palpar de cerca esta iniciativa que significará un adiós a la monotonía de muchos, he sido testigo del buen gusto y de las tendencias que Paula ha incorporado a su hogar. Se trata de una casa de 600m2 de construcción, cuyo diseño arquitectónico original pertenece al Arq. Humberto Plaza.

Esta casa fue rediseñada y remodelada, por el Arq. Daniel Muñoz quien también fue el encargado de la decoración. En el estilo contemporáneo que refleja predominan los materiales nobles como el mármol travertino, la madera y el metal.

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Su decoración es de estilo ecléctico, mezcla muebles clásicos y de mediados del siglo pasado, utilizando accesorios, telas y almohadones de una manera única y original. Como se habrán dado cuenta, hay un gusto especial por las calaveras que son encontradas en una lámpara, almohadones, alfombra y varios adornos. Un acierto en la decoración, por ejemplo, son los accesorios y el sofá de Jonathan Adler.

El arquitecto buscó reflejar la personalidad de Paula, la dueña de casa, quien ostenta un estilo relajado, pero sumamente elegante, y por supuesto original.