Por: Caridad Vela
En las últimas ediciones hemos mantenido una secuencia de entrevistados cuyos nombres aparecen entre los que se mencionan para ocupar la alcaldía de Quito. Sin que nada sea aun oficial, en esta ocasión visitamos al General Paco Moncayo, líder indiscutible en distintas encuestas que al respecto se han publicado.
Somos viejos amigos. Lo conocí a través de su acertada gestión cuando fue Alcalde de Quito durante dos períodos consecutivos. Mi actividad en esa época era la organización de la Feria de Quito Jesús del Gran Poder, la mejor feria de América como muchos la recuerdan. Han pasado los años y lo veo tan firme y transparente como siempre, pero más sabio y seguro que nunca.
¿Aceptará la candidatura para alcalde de Quito?
Nunca le he dado la espalda a mis responsabilidades, y esta no será la excepción. Me educaron para actuar con patriotismo, para servir, para trabajar y hasta dar la vida por el pueblo. Tengo la experiencia necesaria, fui alcalde en dos períodos y no tengo ningún interés que no sea servir, pero es muy importante que el quiteño, para votar inteligentemente, entienda lo imprescindible que es que su alcalde tenga una posición neutral frente a los intereses de todos los sectores. Yo la tengo, esa es mi ventaja.
Elaboremos…
La ciudad, el país y la sociedad, son paralelogramas de fuerzas, y si una persona llega al poder a representar solamente a un sector, fracasa. La ciudad es de todos, y es imperativo acudir a esa figura de la administración neutral que logra acuerdos, consensos, se preocupa por todos y trabaja por todos. Así trabajé antes, y así lo volveré a hacer, porque así soy yo.
¿Con qué partidos políticos haría alianzas?
Lo único que tengo claro es que no seré candidato si no es con Izquierda Democrática, no soy de los que cambian de camiseta, soy de una sola línea. La alianza que valoro es la de la gente, esa que cada día siento al caminar por Quito, en visitas en mi casa y oficina, a través de llamadas y correos electrónicos.
Pero surge la pregunta, ¿quién va a financiar las campañas a los candidatos?
Hay que ser transparentes, porque el que hoy aporta a la campaña, mañana querrá cobrar. He dejado muy claro que si acepto la candidatura y se necesita dinero, quiero 100 aportantes de $1.000 cada uno, y no uno de $100.000. Así, si quien me apoyó quiere palanquearse un cargo o un favor, le devuelvo sus $1.000 y no ha pasado nada. No tengo compromisos ni ataduras.
¿Quiénes integrarán la lista de concejales para juntar gente capacitada, honesta, y evitar los grilletes en el municipio?
Quisiera que los partidos políticos que decidan apoyarme presenten carpetas y sugieran nombres de personas capacitadas y honestas. Me reservo el derecho al veto, porque no aceptaré improvisados ni imposiciones. Hay que gobernar con orden, si soy el alcalde soy el administrador, y en la parte ejecutiva trabajaré con un equipo de expertos. Los concejales actúan en la parte legislativa y deben fiscalizar lo que hacemos, pero no deben involucrarse en lo que no les compete ni les corresponde. Los proyectos inmobiliarios, por ejemplo, deben ser aprobados por técnicos en la materia, no por quienes están llamados a legislar, no pueden ser juez y parte porque el resultado es el caos que hoy tenemos.
¿Cómo se distribuirá el presupuesto?
El problema es que no hay presupuesto para distribuir, no hay pastel para repartir. Según los datos que tengo, que no son oficiales, dejé Emop con 1.500 empleados y hoy son 4000, Emaseo tenía 700 y hoy son más de 2.000, en la administración central había 5.300 colaboradores y, según sé, hoy son alrededor de 17.000. Todo el presupuesto se va en sueldos. Aquí tampoco está la mesa servida, me tocará primero ponerla y luego servirla.
¿Reducirá la burocracia?
No puedo hablar antes de tener las cifras exactas de gastos, pero lo que sí le aseguro es que conmigo nadie cobrará sueldos sin responder con trabajo a lo que gana, sin aportar a la cadena de valor, porque el que gana sin trabajar está robando, y eso es inaceptable.
¿Cómo enfrentará el problema de la migración venezolana?
En esta situación hay varios niveles de responsabilidad. Quito, a pesar de ser una ciudad tremendamente solidaria, no puede asumir un problema que incluso trasciende lo nacional, porque en realidad es regional. Es imperativo que los cancilleres de la región actúen fuertemente ante Naciones Unidas, para que ese organismo asuma los costos de un problema que no lo hemos generado nosotros. Se la pasan hablando de Maduro, y es hora de que pasen del dicho al hecho. No es solo Naciones Unidas, está también la Organización de Estados Americanos y la Unasur, que sería importantísima en este proceso si logran despolitizarla.
Pero, ¿qué se hará a nivel ciudad?
Hay que actuar con solidaridad. Cuando estuve en la alcaldía recibimos una gran cantidad de colombianos y pusimos en práctica el Plan Colombia para recibirlos, generamos una ordenanza de movilidad humana y creamos la Casa del Migrante. Desde siempre hemos recibido migración interna y externa, y también hemos sido ciudad originadora de migrantes, no hay que olvidarse de eso.
Recordemos su primer período en el año 2000. ¿Cómo recibió la ciudad?
En completa crisis. Era la capital de un país quebrado después de lo sucedido en 1999. Nuestro Quito, Patrimonio de la Humanidad, estaba en riesgo. Había diez mil vendedores en el Centro Histórico, siete mil eran fijos, tenían sus covachas; los otros tres mil asomaban los martes y sábados. Había una terminal terrestre en Cumandá y todo era zona roja. En la Av. 24 de Mayo había más de cien chacinerías y más de cuarenta prostíbulos. El Parque Itchimbía era una invasión de más de 250 familias, el aeropuerto estaba en la mitad de la ciudad y los aviones se estrellaban contra los edificios, teníamos botadero de basura en Zámbiza; teníamos agua gracias a cisternas y bombas, las laderas del noroccidente y la zona de Calderón no tenían agua. El único elemento positivo era el Trole porque, que además de no consumir combustible contaminante, había modernizado el transporte.
¿Y cómo la dejó después de sus dos períodos?
Trabajamos nueve años intensamente e implantamos un modelo exitoso. Quito y Medellín eran ciudades que otros alcaldes visitaban como ejemplo y el quiteño estaba orgulloso. No puntualizo las obras ejecutadas porque confío en que la gente recuerda la ciudad que entregamos a nuestro sucesor, quien lamentablemente se abrió con demasiado entusiasmo a la propuesta de Alianza País. Luego llegó un joven estudiado en Europa y Estados Unidos, bien preparado, que ha destruido aun más la ciudad. Quito era el bastión, ahora lo es Guayaquil.
¿Por qué Guayaquil tomó delantera?
Por la continuidad. No estoy para defender ni atacar el modelo de gestión del alcalde Nebot, pero son 25 años de administración coordinada, de acciones concatenadas en una continuidad que ha resultado positiva. Me fui después de mi segundo período porque no quería poner a Quito en la mitad del dilema de la lucha entre Correa y Moncayo, pero me fui tranquilo porque había dos concejales entre los candidatos, Augusto Barrera y Antonio Ricaurte, que habían aprobado el Plan Equinoccio XXI y eso garantizaba continuidad. Lamentablemente ganó Barrera y desató un modelo totalmente contrario a lo que él mismo había aprobado. De una administración horizontal que funcionaba a través de la división descentralizada de zonas, pasó a un esquema vertical centralizado; de un municipio que cuidaba su gasto pasó a una contratación masiva de empleados que probablemente no cumplían ninguna función.
¿Por dónde empezar? ¿Qué es lo más urgente?
El éxito de mi gestión anterior fue planificar, y en eso estoy. Tengo a 60 técnicos trabajando en diferentes áreas, porque si bien tengo mucha experiencia, tampoco soy experto en todos los campos. Estamos revisando el plan estratégico y paralelamente elaborando el plan de acciones emergentes. Lo primero es combatir a muerte la corrupción y poner orden en el caos. Hay que rescatar el espacio público, ordenar el comercio informal, el transporte, enfrentar las debilidades que tiene el Metro y potenciar sus ventajas. Tenemos que volver a empezar.
¿Cómo combatirá la corrupción?
Comenzando por el alcalde. Si gano las elecciones haré nuevamente lo que hice cuando comencé mi vida política: abriré todas mis cuentas, las de mi esposa, hijos y hermanos. Pediré a los concejales hacer lo mismo, y también a los gerentes y rectores que sean nombrados para colaborar. Volveré a tener las audiencias públicas semanales y estaré disponible, como antes, para recibir denuncias de cualquier ciudadano que viva situaciones anormales con sus trámites municipales, o reciba propuestas indecorosas por parte de cualquier funcionario, del rango que sea, para tomar las medidas legales correspondientes.
¿Qué sigue?
Traer Quito al siglo XXI. Soy profesor de geopolítica, y además he escrito libros sobre seguridad, sociedad y gobernabilidad en el siglo XXI. No podemos seguir empecinados en caminar en el siglo pasado haciendo eternas filas hasta para pagar el bus. Fui presidente de la Organización Mundial de Ciudades, hace diez años ya hablábamos de ciudades inteligentes, pero acá no se ha hecho nada y es urgente actuar en esa dirección.
¿Seguridad?
Dejamos barrios organizados, barrios seguros, colaborativos; pero llegó la visión estalinista y creó el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) que acabó con la relación humana entre vecinos, acabó con el barrio que es el núcleo de la unidad social en una ciudad. El barrio es la primera escuela de la democracia participativa, ahí se debate lo que debe hacerse para progresar, se conocen los vecinos y se protegen entre ellos, pero lo volvieron político y lo destruyeron.
¿Transporte?
Hay que ordenarlo. En algún momento entrará en funcionamiento el Metro de Quito que tiene la ventaja de que nos permitirá reorganizar el sistema de movilidad de los ciudadanos. También tiene debilidades que habrá que enfrentar y solucionar, pero estamos planificando las estrategias adecuadas. Lo que sí no puede suceder es que cada cual haga lo que le da la gana. Cuando terminé mi segundo período había alrededor de 8.600 taxis en Quito, hoy son más de 17.000, y evidentemente vemos que la corrupción ha obrado para que eso se dispare tan asombrosamente. Uber y Cabify son otro problema. Son carros que no pasan inspecciones dos veces al año, no se registran, no tienen unificado su color, no tienen control, y esto podría ser un peligro para el usuario.
¿Comercio informal?
Empieza por educar al comprador. Si no nos disciplinamos y dejamos de crear demanda en veredas y semáforos, será muy difícil eliminar la oferta. ¿Porqué no nos acostumbramos a ir al mercado? No carguemos toda la responsabilidad en el alcalde, también hay obligaciones ciudadanas. Cuando salí de la alcaldía dejé resuelto el problema de diez mil vendedores ambulantes, pero ahora hay treinta mil. En esa época construimos once centros comerciales y los trasladamos allá, pero ¿qué vamos a hacer ahora? ¿Construir treinta centros comerciales? Y si seguimos así en pocos años necesitaremos treinta más. No hay plata para eso. Si el comprador no cambia esos malos hábitos no se podrá erradicar ese problema.
¿Las administraciones zonales?
Hay que volver a desconcentrar la administración para que el quiteño no tenga que trasladarse grandes distancias para hacer sus trámites. Así dejamos la ciudad, pero por alguna razón se volvió al esquema de gobierno centralista y se creó la Secretaría de Control, cuando ya eran las administraciones zonales las que controlaban. Cada zona debe tener su autoridad propia, que es el administrador zonal, de tal manera que si tiene problemas en Tumbaco los resuelve en Tumbaco, no tiene que venir a Quito. Estos temas se resuelven con liderazgo, con gestión, sin inversiones grandes.
¿Conclusión?
Tenemos que reinventar nuestra ciudad, reinventarnos nosotros mismo, nuestra movilidad, comercio, los barrios y espacios públicos, caso contrario nos estancamos. Las ciudades competitivas se cuestionan a sí mismas cada día: qué podemos hacer mejor, cómo estar en el gran concierto de las ciudades del mundo, cómo destacar y ser atractivas. Liderazgo no significa que uno mueva los dos brazos y hable a gritos, es hacer que los seis millones de brazos que tiene esta ciudad se muevan, y el rato que eso suceda, no nos para nadie.