Por: Lorena Ballesteros
Marzo – abril, 2013 |
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Hay historias que parecen salidas de un cuento de hadas. Ese es el caso de Silvana Di Mella, quien hace un año trabajaba como psicóloga industrial en Zaimella del Ecuador –empresa de cosmética infantil y pañales desechables– y desde diciembre se convirtió en la Reina de Quito.
Nunca le gustaron las pasarelas, los certámenes de belleza, o las sesiones fotográficas… pero siempre tuvo la certeza de que el trabajo social era su asignatura pendiente. Miraba con atención la labor que hacía la Fundación Reina de Quito y le parecía admirable el compromiso con la capital y sus ciudadanos, sobre todo con los sectores más necesitados. Entonces, si ella sentía ese deseo de trabajar por el bienestar de otros, y cumplía con los requisitos para el concurso de Reina de Quito, ¿por qué no intentarlo?
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La idea se cocinó en casa. Sus padres, Giovanni y Rosanna Di Mella la incentivaron y ella comenzó a entusiasmarse. Su familia es sumamente unida y en casa las decisiones se toman en conjunto. Sin embargo, cerca de la fecha a determinar su candidatura, Giovanni y Rosanna salieron de viaje fuera del país mientras Silvana todavía no se decidía por completo. Pero el reloj marcaba su paso, y días más tarde, Silvana telefoneó a su madre para decirle que sí lo haría. Rosanna no dudó y regresó de sus vacaciones antes de lo previsto.
Mientras tanto, Giancarlo, su hermano mayor –de 26 años– agarró las riendas del asunto y comenzó la preparación de Silvana. Tan a pecho se tomó el papel que Rosanna lo bautizó de “manager”. No solo Giancarlo estaba entusiasmado, esto se convirtió en un proyecto familiar para todos, hasta su hermano menor Ángelo se involucró.
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Durante el mes y medio de preparación para la elección de Reina de Quito, Silvana salía de casa a las cuatro de la mañana y regresaba en la noche. En esas madrugadas estrechó aún más los lazos con su madre. Rosanna se levantaba a la misma hora para prepararle el desayuno, la asesoraba, y sobre todo le daba ese cariño y seguridad que sólo una madre sabe cómo. Por su parte, Silvana cumplía con una apretada agenda que incluía visitas a un sinnúmero de fundaciones, empresas y medios de comunicación. Los fines de semana no eran muy distintos y si quedaba algo de tiempo libre, lo aprovechaba para leer y estudiar sobre Quito. No abandonó su determinación de ganar ni siquiera cuando el cansancio apremiaba. Ser electa Reina se había convertido en su meta más importante.
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Una vez que la coronaron, su vida dio un giro de 180 grados. De un día para el otro se convirtió en figura pública. Y si durante la preparación debía estar en pie a primeras horas del día, su nuevo rol también requería madrugar, sobre todo al inicio. Tenía citas con medios de comunicación; prensa, radio y televisión, todos querían conocer a la flamante soberana. Tan agitado fue todo que ni Silvana ni su familia tuvieron mucho tiempo para asimilar lo que estaba sucediendo. La elección fue muy emotiva y los días que siguieron estuvieron marcados por la intensidad de lo que realmente significaba el nombramiento.
Silvana se muestra como una mujer muy serena. Su entereza es evidente, sobre todo al hablar. Cuida cada una de sus palabras, las pronuncia pausadas, pero en sus ojos se siente una ráfaga de ilusión, como si todavía no creyera que su sueño llegó a cumplirse.
“Ha sido un cambio dramático. Antes de la candidatura no había estado en nada parecido. No estoy acostumbrada a ser el foco de atención, pero es el precio que tiene la labor que más me gusta: la del trabajo social”, señala con una sonrisa.
Y es que Silvana no ha perdido el tiempo. Desde que comenzó su trabajo ha sido muy prolija en cumplir con todo a cabalidad. Quizá los primeros días fueron los más difíciles por todo lo que implicaban: cambio de
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estilo de vida, darse a conocer y participar en todas las actividades que dictaminaba la agenda de Fiestas de Quito. “Fui al Pregón, al Embanderamiento (desfile a cargo de 30 escuelas de la ciudad), a la ceremonia del TeDeum en la iglesia de La Merced, fui parte de las verdaderas fiestas de Quito”, comenta.
Después de la euforia de diciembre, Silvana no tardó en ponerse al día con lo pendiente. “La Reina da continuidad a los proyectos de la Fundación y también presenta los suyos, en los que quiere enfocarse durante el año. El Directorio –que está conformado por las ex reinas– es quien los aprueba”. Como buena psicóloga, su primer proyecto, y que ya tiene visto bueno, es una campaña contra el bullying, término que se refiere al acoso escolar.
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“Lo del bullying es algo que apenas se está escuchando en los medios de comunicación pero que existe desde hace muchísimo tiempo. No sólo ocurre en los colegios, también dentro de las familias y en el trabajo, y deja como saldo un daño psicológico tenaz”, afirma la Reina.
Su proyecto está enfocado en varias fases. La primera es de difusión. Una empresa publicitaria le ha apoyado con la parte creativa, y bajo el slogan: “el bullying es un drama que crece en silencio” se difundirán cápsulas en televisión. Este mismo mensaje aparecerá en Facebook y Twitter.
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Para acercar a la ciudanía a la odisea que viven las personas víctimas de bullying, la siguiente fase se consolidará con un teatro ambulante. La idea es que se ponga en escena lo que padece un niño que sufre de acoso escolar. “Es un mensaje muy fuerte, pero directo y efectivo con el que vamos a ir a colegios, tanto públicos como privados”, comenta Silvana. Lo más preocupante de esta situación es que la mayoría de padres no están al tanto de la situación de sus hijos. Los niños no denuncian el bullying por miedo, pues temen que sus compañeros intensifiquen las acciones de acoso.
Silvana no tiene preferencia por uno u otro sector cuando de ayuda social se trata. “Me encanta trabajar con niños”. Prácticamente todos los días visita el Centro Infantil Aprendiendo a Vivir, que maneja la Fundación. Allí se encuentran 130 niños que padecen de Síndrome de Down. Para los pequeños la presencia de la Reina es como si estuviera presente una princesa o un hada madrina que los llena de cariño e ilumina sus rostros con sonrisas.
También sigue de cerca la campaña 60 y piquito, iniciativa del Patronato San José y que está dirigida a adultos mayores. Y no olvida el impacto que le dejó una visita a una fundación de adolescentes embarazadas, otro drama que se vive en el país.
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Como Reina de Quito también tiene la responsabilidad de buscar patrocinadores y llevar a cabo una serie de eventos como la Cena de la Rosa, el Té Juego, la Guagua Linda, entre otros, que son fundamentales para recaudar fondos para sostener el Centro Aprendiendo a Vivir.
La labor en la Fundación es un trabajo de oficina con un horario de 09h00 a 17h00. Sin embargo, la agenda de eventos es apretada. Fundaciones, organismos no gubernamentales, el Municipio y la empresa privada, siempre quieren contar con la presencia de la Reina de Quito y Silvana procura asistir a la mayoría. “Si se tratan de eventos relacionados con labor social asisto encantada. Quiero aprovechar este año al máximo y aunque duerma menos horas quiero vivir completamente la experiencia”. De hecho, está un poco preocupada de lo rápido que han pasado estos casi cinco meses de reinado.
Si sus horarios laborales han cambiado, no se diga su rutina diaria. Antes hacía mucho ejercicio. “Cuando estaba en la universidad en Canadá iba al gimnasio, trotaba, remaba e iba a clases de cycling”, recuerda. Una vez que regresó a la ciudad, después de sus años de preparación académica, hacía Pilates. Ahora hay poco tiempo para eso.
La familia Di Mella llegó a Ecuador hace 27 años, antes de que Silvana naciera, y se radicaron en Cumbayá. “Siempre hemos vivido en Jacarandá, alquilamos dos casas antes de construir esta”, afirma Rosanna, madre de Silvana. En la residencia actual viven desde hace 21 años, y el calor de hogar y la insignia de la familia de Di Mella está presente en cada rincón.
La construcción estuvo a cargo del arquitecto Patricio Falconí, con un estilo muy rústico. “Yo quería una casa de madera”, agrega Rosanna. Sin embargo, con el paso de los años se cansó de “tanta madera” y ha cambiado pisos, puertas y ventanas por algo un poco más moderno. En la decoración se percibe un toque vintage. Lo cierto es que la casa de los Di Mella es un lugar acogedor que aprovecha de la luminosidad y calor de Cumbayá.
Ese calor inunda también los lazos familiares. Aunque todavía no asimilan por completo que Silvana sea la actual soberana de la ciudad, se sienten completamente agradecidos. Si bien Rosanna todavía conserva su acento venezolano, se declara ecuatoriana de corazón. Este país le ha dado todo. Aquí nacieron dos de sus hijos, crecieron los tres y Silvana está cumpliendo su sueño de trabajar por los sectores más necesitados de Quito.
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