Por Lorena Ballesteros
Esta es la historia de una pareja que ha consolidado un hogar. Pero no es exclusivamente una historia de amor. Es la historia de dos personas que, respetando sus individualidades han sabido caminar de la mano; y sostenerse aún más fuerte en épocas de adversidad. Es la historia de dos visionarios que miran al futuro en equipo.
Michelle Zevallos y Pedro Falconí llevan 18 años juntos. Él es arquitecto, hijo del reconocido Arq. Patricio Falconí, con quien creó la firma Falconí Arquitectos, en la cual trabajan también sus hermanas. Ella es multifacética. Ha pasado por la televisión nacional, ha trabajado con los peces gordos del sector corporativo y hace unos años se decidió a emprender en un campo que, en ese entonces, no era el suyo profesional. Es la propietaria de Kontrology, un gimnasio que combina pilates con rutinas de entrenamiento funcional.
Pero hagamos una pausa al presente. Vamos hacia atrás. Comencemos esta historia desde el principio, cuando un chico conoce a una chica y decide que ella será su esposa. El inconveniente es que la chica tiene 17 años y el chico tiene 26. Al chico no le importa la diferencia de edad. A ella tampoco, porque acaba de regresar a Quito después de vivir cinco años en Lima y está dispuesta a generar experiencias y abrir horizontes.
En su búsqueda de nuevas amistades y de volver a encajar, conoce a un chico a través de amigos mayores. Dos años después de aquel encuentro siguen juntos y un bebé está en camino. La noticia los pone de cabeza. Pedro ya es independiente, está más cerca de los treinta que de los veinte. Pero Michelle es aún estudiante de universidad. Está en el segundo semestre de Comunicación Corporativa y Organización de Eventos en la USFQ. También quiere obtener una mención en Periodismo.
Evidentemente un hijo no estaba en sus planes. Ella decide seguir con todo. Es decir, estudiar mientras está embarazada, continuar a cargo de la cafetería de la que es propietaria, dar a luz a Micaela y volver a clases lo antes posible. Lo consigue. Y cuando está a punto de terminar la carrera, porque solo le falta hacer la tesis, se entera de que está embarazada nuevamente. Ahora es Mateo quien viene en camino.
En este punto de la historia estoy segura que no dudan que Michelle consiguió graduarse con la triple titulación. Y no solo eso, estuvo entre los cuatro mejores promedios de su promoción. Tampoco dudan que Pedro estuvo presente para apoyarla en alcanzar sus metas. Lo que no saben es que Pedro y Michelle son tan distintos como la noche y el día, y que quizás esa sea la razón por la que se complementan tan bien.
Pedro es sereno, de hablar pausado. Michelle quiere correr antes de andar. Dice 100 palabras por minuto. Pedro es observador, sabe escuchar. Y como buen arquitecto, es absolutamente práctico. Michelle es extrovertida como buena comunicadora. Está orientada hacia las metas, nuevos propósitos y proyectos que le motiven a crecer. Michelle propone y dispone. Pedro entiende y ejecuta. Ambos componen el yin y el yang.
Pedro, el arquitecto funcional
Dice que la arquitectura nunca le fue impuesta. Si bien su papá lo ponía a trabajar durante los veranos de sus últimos años de colegio, jamás le dijo que esa era la carrera que tenía que seguir. Aún así, lo hizo. Estudió en la Universidad Católica. Se vinculó a la firma de su papá y juntos han evolucionado. La visión de ambas generaciones es su mejor carta de presentación.
A Patricio, su padre, se lo recuerda por el estilo rústico que instauró en la capital. Cientos de residencias unifamiliares con madera vista, con tonalidad campestre. Aunque esa fue su insignia y a Pedro también se lo relaciona con ese estilo, él se presenta como un arquitecto funcional: ese que va primero a la función y luego a la forma. Sus diseños son contemporáneos. Apuesta por la trascendencia, por una arquitectura que perdure a través del tiempo, que no caduque.
La firma arquitectónica no se concentra exclusivamente en el mercado residencial. En su portafolio se encuentran proyectos tanto inmobiliarios como comerciales, que no se limitan a Quito. Actualmente están construyendo un edificio en Guayaquil, lo que hace que Pedro se desplace a esa ciudad constantemente.
Pedro tiene tres hermanas. Quizás de esa dinámica familiar es que ha desarrollado empatía por el género femenino y una gran dosis de paciencia. Se evidencia que es un hombre de familia. Disfruta de pasar tiempo en casa e involucrarse en la rutina de sus hijos. Michelle deja la casa de madrugada para impartir sus clases en Kontrology, y él es quien se encarga de despachar a Micaela y Mateo al colegio. Su hija está a punto de cursar el último año de secundaria, mientras que Mateo pasará a tercer curso. En pocos años estarán únicamente Pedro y Michelle en casa.
Michelle, decidida a comerse el mundo
Michelle es como viento fresco: espontánea y auténtica. Es de esas personas que encuentra tema de conversación con propios y extraños. Nunca está quieta. A pesar de que sus jornadas son extenuantes, siempre está en busca de más. Una clase de yoga, un taller de meditación, una lectura de carta astral, baños de tina con aromaterapia, nuevos métodos de nutrición… Está muy orientada hacia el bienestar físico y emocional.
Si recorremos unos años atrás, Michelle no era una persona dedicada al fitness. De hecho, era más común verla en tacones y ropa formal que con una lycra y zapatos deportivos. Su mundo era el corporativo. Antes de vincularse a Executive Forums había tenido un breve paso por RTS. Su mención académica en Periodismo le llevó a ese trabajo. Sin embargo, no se sentía feliz. Renunció y fue a una audición para presentadora del programa Yo me Llamo de Teleamazonas. Ese mismo día, por la tarde, se presentó a una entrevista para Executive Forums y le hicieron una oferta de trabajo. La propuesta no podía ser mejor: jornada de medio tiempo y organización de eventos corporativos. La flexibilidad de horario la empujó a tomar la decisión. El tiempo con sus hijos no era negociable, con esta oferta podía cumplir con familia y trabajo.
Esos fueron años de crecimiento profesional. Aprendió de los mejores: Santiago Hidalgo, Pablo Lucio Paredes, Enrique La Motta, Rodolfo Cabrera, fueron fuente de inspiración. Le motivaron a proyectarse hacia el futuro, un futuro en el que comenzó a vislumbrarse como emprendedora. Pero ¿en qué? eso aún no lo tenía claro. Mientras le llegaba la idea precisa dejó Executive Forums.
La necesidad de estar disponible para sus hijos y tener tiempo personal la empujaron a dar el siguiente paso. Quería desarrollar un concepto de negocio en el que pudiera transformar vidas, relacionarse con gente y crecer profesionalmente. Se asoció con Mónica Crespo y abrió una sucursal de su gimnasio Fit & Flex en la González Suárez. Después se certificó en pilates y entrenamiento funcional, combinó las disciplinas y se aventuró a crear su propia marca: Kontrology.
Kontrology, el tercer hijo de la pareja
El nombre lo sugirió Pedro. A Michelle le encantó, pues el método Pilates busca la salud a través del movimiento controlado. Con una K en lugar de una C la marca quedó registrada. Fue también Pedro quien le sugirió que abriera una sucursal en Tumbaco, pues ella hacía viajes diarios desde su casa en la Ruta Viva hasta la Gonzaléz Suárez, y no veía que esa rutina fuera a ser sostenible en el tiempo.
Michelle bromea, dice que su esposo es su vision board. Ella lanza ideas y necesidades de lo que quiere y él le dice: ya está. Pensando en el concepto del gimnasio, ella quería un lugar cálido, con buena iluminación, con buena acústica, limpio, ordenado, colorido… el resultado fue satisfactorio para ambos. Está ubicado en Tumbaco, en La Cerámica by Lumbicity, junto a otros locales de estilo de vida saludable y varios nuevos restaurantes. Pedro estuvo a cargo del diseño arquitectónico y la construcción de todo este proyecto comercial.
La casa, otro sueño cumplido
Hace tres años materializaron otro proyecto juntos: su casa propia, que es un fiel reflejo de su estilo de vida actual. Michelle recuerda entre risas que el lugar donde vivían antes fue decorado por ella en un estilo shabby chic. Todo era vintage, en tonos rosados y morados. Como ella bien dice, una casa de muñecas. En el proceso de su residencia actual pactaron que Pedro se haría cargo tanto del diseño arquitectónico como de la decoración, y entre bromas comentan que cuando la casa estuvo lista no había ni un solo mueble en las áreas sociales.
Poco a poco armaron una casa que los define como familia. El comedor y la sala son amplios para recibir a familiares y amigos. Ambos espacios se conectan con el porche y el jardín, que tiene como punto referencial un grande y hermoso árbol de aguacate.
La casa es cálida. Luminosa. Con mucha madera decorativa, tanto en puertas como ventanas. Techos altos, revestidos también de madera, con teja por fuera. La distribución entre zonas públicas y privadas está bien delimitada. Michelle le pidió a Pedro un gran walk in closet y una tina en el baño máster, sus deseos fueron concedidos.
Si bien los tonos son neutros: blancos y grises, hay detalles que tienen la firma de Michelle. Los floreros cargados de astromelias de color fucsia y los candelabros negros con velas moradas son ejemplo del equilibrio que tienen como pareja: un poco tú y un poco yo.