Por: María Cárdenas
Diciembre 2012, enero 2013 |
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Muchos quiteños conocemos a Sandy Ponce como la “Tía Sandy”, apodo bien merecido que ha adquirido a lo largo de 28 años en lo que ella llama “mi mundo”, el reconocido Paraíso Infantil. Ahí recibe a sus niños, con carisma y cariño infinito, para enseñarles los colores, las letras del abecedario, canciones, bailes y mil destrezas más. Siembra sabiduría en estos pequeños, para que la cosechen más adelante en los mejores colegios de la capital.
Este Paraíso pre-escolar es un lugar cuyos “egresados” adoran, y lo visitan posteriormente para compartir experiencias con su querida Tía Sandy. Para los padres de estos niños, encontrarnos con ella es revivir los mejores recuerdos de la infancia de nuestros hijos. Ella secó sus lágrimas, celebró sus triunfos, fue su confidente, los mimó y los quiso como sólo una tía lo haría.
El Paraíso Infantil está ubicado en el sector norte de Quito en la zona de las Farsalias, y esto no fue un impedimento para que Sandy resolviera mudar su residencia a Cumbayá, convirtiéndose en la primera habitante del valle que disfruta de su día a día en la ciudad. “No cambiaría por nada mi estilo de vida, entre la paz de mi casa en la ciudad satélite y el ruido de las calles de Quito en mi lugar de trabajo”, dice. Sandy Ponce, es pedagoga graduada en Estados
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Unidos, pronto cumplirá 33 años de matrimonio con Alberto Sandoval. El 2013 le traerá el más hermoso regalo que la vida puede dar, un nieto.
¿Has pensado en trasladar el Paraíso Infantil a Cumbayá?
No, nunca. Este es un lugar mágico que guarda muchos recuerdos. Lo que he logrado aquí es muy difícil tenerlo en Cumbayá. Son 2.000m2, en un barrio seguro y muy central para todos. Las instalaciones fueron construidas con mucho cariño, hechas a la medida para el tamaño de mis niños y donde se pensó especialmente en su seguridad. El espacio fue pensado construido para los niños; elementos como las gradas son del tamaño de ellos. Las áres verde son enormes, cada aula está equipada especialmente, hay un sensory room, un teatro, cocina, una clase de música con atributos acusticos, un arenero y una casita de juegos. Sería complicado y muy costoso replicarlo en otro lugar.
¿Este es tu otro mundo?
Sí, tengo la suerte de poder vivir entre dos mundos. Siento placer cada mañana cuando llego al Paraíso. La ilusión de ver estas caritas sonreídas y sentir lo especiales que son mis chiquitos borra cualquier problema. No me representa ningún contratiempo ir de Cumbayá a Quito. Valoro mucho que parte del prestigio de este centro educativo se basa en la estabilidad que brindamos a nuestros niños. Esto incluye permanecer en una ubicación que les es familiar y la sienten propia.
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¿A qué se debe el éxito de estos 28 años?
Al verdadero compromiso hacia los niños y sus familias. Hacemos todo lo que está en nuestras manos para que el tiempo que están aquí desarrollen todo lo que tienen y son. Los padres confían mucho en nosotros y lo que enseñamos con una pasión inmensa a sus hijos. Nos basamos en experiencias de tipo vivencial, así aprenden.
¿Cuál es su filosofía?
La mayoría de actividades están enfocadas al desarrollo cognitivo y la destreza de los niños, incentivando lo sensorial. Enseñamos por medio del juego. Lo más importante es el compromiso personal de los maestros. Cada uno se da cuenta de las necesidades de los niños y les ofrecemos una educación personalizada por medio de herramientas como la música, pintura. Todo lo hacemos con comunicación estrecha con los padres.
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Los niños son la pasión de tu vida…
No sabes cuánto aprendo de cada uno de ellos. Muchos padres se sorprenden por las maravillas que enseño a sus hijos, pero soy yo quien realmente recibe lecciones de vida a diario. Ellos son transparentes, cariñosos, absolutamente dispuestos a hacer todo lo que les propones sin prejuicios, ávidos por aprender, por ser protagonistas y sentirse importantes, y aquí lo son. Hay una energía muy especial en este lugar. El equipo humano del Paraíso Infantil es fenomenal.
¿En qué sentido?
Somos personas preparadas para atender y enseñar a niños. Nos dedicamos por entero a ello con cariño y entrega, tenemos altísima tolerancia al ruido y disfrutamos de sus pequeñas travesuras. Es tan gratificante ver cómo absorben lo que les enseñas. Cada año, Dios me propone un reto grande, cumplirlo es fascinante.
¿Tus alumnos son exclusivamente de la ciudad o también del valle?
D e todas partes, de Quito así como de los valles: Cumbayá, Tumbaco y Los Chillos. La ubicación es muy central. Muchas familias se han trasladado a vivir en Cumbayá, pero gracias a la tradición del Paraíso Infantil nuestras aulas están llenas. Son tantos años en esta actividad que hoy tengo entre mis alumnos a los hijos de aquellos chicos que se graduaron aquí. No les importa el tráfico ni el transporte, porque buscan esa calidad y calidez que recibieron de pequeños, y esa es nuestra vocación.
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¿A ti te molesta el tráfico?
Es tremendo, pero tiendo a buscar soluciones a las cosas que me molestan. Mi alternativa es la vía de Nayón que, si bien no está totalmente terminada, han mejorado el empedrado, esta rodeada de naturaleza y la disfruto. El trayecto desde mi casa al Paraíso me toma aproximadamente 20 minutos, igual o menos que si viviría en Quito.
¿Nunca usas la Vía Interoceánica?
Casi nunca, además del tráfico que normalmente hay, presenta un mayor problema porque puedes encontrarte con novedades como accidentes, trabajos en la vía o derrumbes. Si eso sucede, se te acaba el camino y no sabes a qué hora llegarás a tu destino. Para facilitarme la vida intento trasladarme solamente una vez al día. Si tengo una invitación me organizo y traigo un cambio de ropa, me arreglo en el Paraíso o en la casa de alguna amiga, y estoy lista.
¿Hace cuánto vives en Cumbayá?
Calculo que hace quince años tomamos la decisión. Primero vivimos en Quito, en un departamento, y buscábamos más espacios verdes porque soy muy aficionada a la naturaleza. Antes de comprar esta casa vivimos en una más tradicional en Cumbayá, y nos ayudó a definir lo que tenemos hoy. Me encantan las plantas, me hacían falta. A pesar de que no tengo mucho tiempo libre, dentro de lo posible las cuido, las podo y siempre decido qué poner en mi jardín.
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¿Es fácil dividir tu tiempo entre Quito y Cumbayá?
Sí, no sólo fácil sino maravilloso. Disfruto del cambio de clima, vivir diferentes ambientes es positivo. En Cumbayá duermo con las ventanas abiertas, me despierta el canto de los pájaros y me visto más ligero. Para subir al Paraíso llevo algo extra para el frío y listo.
¿La diferencia de clima aporta en tu estilo de vida familiar?
Esos 300 metros entre un lugar y otro nos permiten hacer muchas cosas diferentes. Es una delicia estar en casa disfrutando de la piscina y del jardín. Los fines de semana nos reunimos con nuestros hijos a gozar de la vida. Alberto, su esposa Diana, y los gemelos Andrés y Ricardo, gustan mucho de esta vida de campo tan cerca de la ciudad. Ya te imaginarás la delicia de parrilladas que organizamos cuando está en Quito Ricardo, que es chef y se está especializándose en el Culinary Institute of de Americas.
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¿La casa la construyeron ustedes?
Compramos una casa que ya estaba construida y la adaptamos a nuestro estilo de vida. El diseño arquitectónico no me gustaba, no invitaba a disfrutar del entorno, pero tenía mucho potencial. Lo ideal era tener grandes ventanales cuyas puertas se abren totalmente, integra exteriores con interiores y la naturaleza que nos rodea visualmente invade la casa.
¿Quién fue el arquitecto encargado de la remodelación?
Marcelo Tuma hizo absolutamente todo,y entendió a la perfección nuestro estilo de vida. Entre los elementos predominantes están la piedra, cerámica clara, mucho blanco y amplitud de espacios. Es una casa más bien moderna, pero no minimalista, y sobre todo muy práctica, sin cortinas pesadas ni accesorios pequeños.
¿Satisfecha con el resultado de la remodelación?
Sí, me encanta que todos los cambios que hicimos resultaron en una casa que te invita a estar adentro o afuera, a compartir espacios y actividades. La zona donde está la piscina genera frecuentes reuniones familiares, es tan acogedor el ambiente que es ahí donde nos juntamos todos. Nos encanta tener invitados, nada que fascine más a los chicos y sus amigos que una noche de pizza, donde cada uno prepara la suya. Son experiencias de vida familiar que no las cambiaría por nada.
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¿Las distancias afectan esa vida familiar?
Realmente no. Alberto y yo estamos juntos el mismo tiempo que siempre, porque sus horarios de trabajo no han cambiado. Disfrutamos mucho cada día, compartimos nuestra filosofía de vida y las alegrías de nuestros hijos, seguimos enamorados y felices. En ocasiones, cuando tiene la linda iniciativa de llamarme a invitar a almorzar, nos encontramos en algún restaurante para almorzar, es algo así como una cita de pareja. Quiero envejecer con él y con muchos nietos a nuestro alrededor.
¿Vives tus dos mundos con intensidad?
Así es, porque nuestra filosofía de vida es ser felices y sin complicaciones. Si la película que queremos ver la dan en Quito, allá vamos. Si no fuésemos así tendríamos que dejar de trabajar, de salir y ver amigos en la ciudad. Los dos tenemos todavía mucho por dar, y al final del día apreciamos más las diferencias de los dos mundos y las valoramos enormemente. ¿Te imaginas lo que es amanecer en Cumbayá, con el canto de los pájaros y esa maravillosa energía que te llena para vivir un día ajetreado en la ciudad?
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