Por Caridad Vela
La introspección de su alma brilla en la alegre mirada con la que capta la vida mientras su lenguaje corporal irradia un indescriptible cúmulo de emociones. Al hablar de generalidades su voz varía entre altos y bajos, pero al referirse a su arte se mantiene baja, se torna pausada, como si fuera laberíntico el camino que recorre para encontrar esas palabras que encierran el valor del sentimiento.
Todo en el ambiente habla de ella. Su departamento en Samborondón tiene un pequeño jardín que incorpora la naturaleza en la decoración, la combina con mobiliario cómodo y acogedor, el resultado es un espacio que atrapa con una mística especial. Su dormitorio recibe la luz del sol al atardecer y se comunica con el patio exterior dando paso a un delicioso estilo de vida. Braco, su perro e incondicional compañero, disfruta a sus anchas en este hogar.
Las áreas sociales son casi un símil de la personalidad de María del Carmen. Se integran sin barreras físicas que las separen, sin recovecos, provocan una apertura que envuelve sentimientos y emociones en transparente armonía. Son espacios que inspiran, escenarios donde se respira la vida de una mujer de alma noble. Diversos envases contienen pinceles, esos pinceles que son la extensión de sus manos, de su corazón y de sus emociones. María del Carmen es pura vida.
¿Puedes definir arte?
No, de ninguna manera. Esa pregunta cambia muy rápido de respuesta en la vida de todas las personas, no solo de los artistas. El arte es principalmente un tema de estética que viene de la mano de lo emocional, y por eso es complicado encasillarlo en una definición. Soy joven, sigo aprendiendo, creciendo, me falta mucho por andar para descifrar como definirlo. Además, todo depende del ojo con que se lo mire.
¿Cómo lo miras tú?
Es irrelevante lo que yo miro, importa quien lo ve. Se dice que los artistas expresamos nuestra individualidad, que sacamos cosas que llevamos dentro, que estamos en constante búsqueda para exteriorizar lo que sentimos para plasmarlo en pintura, música o escultura, y es verdad. Pero también es cierto que el artista piensa en lo que le gusta a la gente, porque más allá de tener un talento muy especial, este arte es nuestro trabajo y a ello dedicamos la vida.
¿Cuál de las dos prima al momento de crear?
Depende del momento. Hay quienes piensan que pintar no es trabajar, pero si una obra termina en una galería es porque va a ser vendida, y el artista no puede negar que la pintó para venderla. Hay que ser realistas. Pintamos para que nuestra obra esté en manos de alguien más, y me gusta pensar en ese alguien antes de empezar, imaginar al observador, dilucidar lo que siente, soy muy curiosa en ese sentido.
¿Esas dos visiones coexisten en la inspiración?
Hoy pueden coexistir y mañana no. Nada es definitivo cuando se habla de algo tan efímero como son las emociones humanas. Mi visión al respecto cambió cuando trabajé en un taller internacional en Barcelona, España, en el año 2009. No era para artistas, era para gente que tenía interés en arte. Las nacionalidades de los participantes no se repetía, había gente de Islandia, Rusia, Israel, Inglaterra, Estados Unidos, Ecuador, etc., y entre ellos hubo sociólogos, psicólogos, arquitectos, diseñadores, pintores, escultores…
¿Cómo cambió tu visión?
Cada mes debíamos presentar obra ante este foro con gente del mundo entero, y escuchar sus interpretaciones me despertó a entender que si bien mi obra nace desde un lugar mío, trasciende a la forma en la que apela a quien la mira. Entendí que lo que hago va más allá de mí, y ese giro de percepción se dio cuando una chica japonesa se sobrecogió impresionantemente ante una obra mía, que para mí no era tan profunda y hubiese querido hacer más, pero para ella, con sus antecedentes culturales, tuvo un significado muy intenso.
¿Qué guía tu primer trazo sobre el lienzo?
Lo que me revolotea por dentro. Mi última obra son corazones, físicamente corazones, no los de cupido. Los dos últimos meses los viví íntegramente en un hospital, mi padre estaba muy enfermo con una falla cardíaca. A través de estos bocetos trato de entender, y explicar a la vez, que este órgano que nos permite amar también determina con cada latido la extensión de nuestras vidas; y que los médicos son seres humanos, cuya labor profesional toca el alma de la gente. Igual que lo que nace de las manos del artista llega distinto a quien lo mira, lo que nace de las manos del médico llega distinto a quien recibe su atención. Mi padre a Dios gracias está bien, esos doctores me devolvieron el corazón más importante de mi vida, ahora trato de conocer este órgano a fondo.
Los caballos son recurrentes en tu obra…
Los caballos son mi vida, su olor es el de mi infancia. Crecí en una hacienda en Manglar Alto donde pasábamos vacaciones sin teléfono ni televisión. Ahí nace mi amor y compenetración con los caballos, ellos sienten cosas con una sensibilidad que los humanos hemos perdido. En medio de esa naturaleza encuentro espacios de calma para descubrir cosas que me convierten en mejor persona.
¿Tu paleta de colores se inspira en esa naturaleza?
Toda mi obra, a excepción de los corazones, se basa en una cromática neutra que va desde tonos azulados a colores tierra. Contrastar con colores es bastante más fácil, pero me gusta complicarme la vida. Entregar algo tiene mucho trabajo de por medio, pero parece sencillo, conmueve al espectador y eso es gratificante.
¿Qué técnica utilizas?
No tiene nombre, empecé a jugar y la descubrí. Mi trabajo consiste en una mezcla de acuarela y acrílico. A pesar de que nunca había pintado con acuarela por decisión propia, de repente encontré estos lápices de acuarela que son una maravilla. Esta técnica me permite potenciar mi trazo.
¿Los retratos son tu fuerte?
Me encanta hacerlos. Los retratos de bebés son más delicados, en ellos uso menos color, los dejo más puros. Cuando se trata de adultos siento la necesidad de trabajar más fuerte porque es una vida entera la que debo reflejar en sus rostros. Cuando los hago bajo pedido peleo para que sean en formato grande, así los detalles y los rasgos serán visibles, algo imposible de lograr en formatos pequeños. A medida que voy creando sigo pintando, vivo una aventura, juego con técnicas y texturas para dar forma a mi inspiración.
¿En qué te inspiras?
Hay días que estoy más sensible que otros, pero pintar es mi trabajo, me despierto todos los días y trabajo igual que todos, solo que a los demás nadie les pregunta en qué se inspiran para trabajar. A los artistas nos preguntan eso todos los días, pero finalmente es solo cuestión de potencializar las destrezas que cada uno tiene, y si esta es la mía, no puedo menospreciarla. Si la tengo es por algo. La famosa frase de Picasso, “que la inspiración te coja trabajando”, es muy cierta, porque trabajo es trabajo.
¿Copias realidades o plasmas emociones?
La pintura que hago ahora empezó a surgir cuando acepté mi feminidad, mi lado suave. Antes no la hacía porque la pelea que tenía conmigo misma me guiaba hacia el hiperrealismo, a plasmar realidades, finalmente para eso estudié, pero no estaba satisfecha. Esa insatisfacción sirvió para encontrarme, dejé esta controversia interna y descubrí el significado de libertad. Ahora soy libre, soy mujer y soy delicada, y eso debo mostrarlo en mi arte. Igual siempre estaré en una situación vulnerable ante la crítica del espectador.
¿Pintas en solitario?
Trabajo sola, me acompaña Braco, mi perro. Me gusta el silencio y la soledad porque me llevan a descubrir aspectos personales que me negaba a mirar, pero necesitaba aprender de ellos. Este oficio expresa emociones, y para sacarlas necesitas de la introspección. Es duro, y de ahí nace la tan conocida crisis de los artistas, que no la tienen profesionales de otras ramas porque en la rutina de su día están tan ocupados con externalidades que no miran hacia adentro. Para hacer una obra honesta tienes que trabajarla desde el alma, solo así transmitirás algo que tocará la sensibilidad de la gente. Por otro lado, el artista tampoco debe vivir aislado, porque somos, en esencia, observadores.
¿Tu trazo fluye mejor desde el dolor o desde la felicidad?
No me atrevería a decir ni lo uno ni lo otro. Estando en dolor es más fácil entregarse, porque es un escape a la realidad. Cuando estás alegre tienes muchas ideas, muchas ganas, estás energético. Son dos intensidades distintas, la una te obliga a sumergirte, la otra te permite estar. A veces te bloqueas. Los sentimientos son una herramienta más, y hay que aprender a usarlos.