Jorge Elizagaray y Patzi Montero
QUITO
Por: Irene Ycaza Arteta
Agosto-Septiembre, 2014
La casa de Jorge Elizagaray y Patricia Montero llama la atención por su arquitectura atípica en plena ciudad. Ubicada en un sector con sentir de campo, pero a cinco minutos del movimiento y vida de ciudad.
Una casa estilo Tudor que parecería sacada de la Inglaterra del siglo XVI, con enredaderas que han crecido sobre las columnas de la entrada, invadiendo poco a poco y haciendo suyo el balcón de la segunda planta; techos de media agua, un ático en el tercer piso con tramado de madera en su fachada frontal, torretas incorporadas en el exterior de la casa, y en el techo una chimenea de ladrillo con detalle en su columnar.
No hay espacio que no se haya tomado en cuenta para cuidadosamente construirlo. Lo único que la diferencia de una casa del siglo XVI es el colorido de su fachada, inusual para casas de su estilo. Sin embargo, Patzi – como sus amigos cariñosamente la llaman – asegura que hubo un periodo en el que las casas Tudor eran de color, por lo que no salieron de la norma al pintarla.
Jorge, es un argentino que hace 40 años llegó a Ecuador contratado por Maresa, donde trabajó por 8 años. De ahí en adelante lo contrató Don Hans Neustaetter y poco a poco llegó a ser el empresario que es hoy: Presidente de Acero de los Andes.
Al llegar a la ciudad se alojó en el Hotel Quito. Fue el primer día, al abrir las cortinas de su habitación, que la vista lo enamoró. “Ver el valle de Tumbaco y al Cayambe era algo mágico”, recuerda. Lo que aparecía frente a sus ojos en un día despejado lo sorprendió tanto que se prometió tener una casa en esta ciudad. “Me di cuenta que estaba en el paraíso y me dije, ‘algún día tendré una casa con esta vista’. La gente aquí está tan acostumbrada que dan por sentado el paisaje, pero para alguien que viene de fuera, sobre todo de Argentina que es una pampa, tener esto es un lujo”.
Los años pasaron y Jorge cumplió su promesa. En 1990, acompañado de Patzi, encontró un terreno que nadie quería porque a un lado había una quebrada donde desaguaba todo Monteserrín. Decidió solucionarlo e hizo una tramitación en el Municipio para desviar las aguas de correntías de la zona. La quebrada se secó y dejó de ser una vulnerabilidad para el sueño de los dos. Más tarde compraron el espacio al Municipio y ahora tienen un área adicional donde planean hacer un gazebo.
EL DISEÑO
“Hay una broma en Argentina que dice que los argentinos son italianos que hablan español y se creen ingleses”, bromea Jorge. “Quizás, eso resume el estilo de esta casa”.
El diseño estuvo a cargo del Arq. Arturo Fanlo, quien había hecho casas clásicas para algunas personas en Quito. “Algo que agradezco es que Arturo pudo interpretar el concepto que quería desde el principio”, asegura Jorge. “Una casa que de lunes a viernes funcione como casa de ciudad y que los fines de semana se transforme en casa de campo”. Justamente se ve la dinámica de la casa en las diferencias, entre las fachadas frontal y posterior. Una casa que entre semana es cómoda y sirve como casa de ciudad con acceso fácil dese su fachada principal, espacios bien distribuidos y cómodas habitaciones; y una fachada posterior pensada para los fines de semana con un amplio jardín, una piscina cubierta donde desayunan los domingos, y un carromato que sirve como casa de juegos.
Patzi recuerda que Jorge dio al arquitecto los conceptos de lo que quería y durante su construcción, estuvo atento a cada espacio, pensó en las características que debería tener cada metro cuadrado para hacer de éste, el lugar perfecto.
CASA CLÁSICA, CONSTRUCCIÓN CLÁSICA
En 1991 empezó la construcción de la residencia Elizagaray Montero. Jorge participó en todo el proceso. De hecho, en casa tienen álbumes de fotos de sus hijos, registrando sus primeros pasos, las fiestas infantiles, la graduación del colegio, etc.; y también uno de la evolución de la casa desde el reconocimiento del terreno hasta lo que es hoy en día, como una especie de memoria técnica.
Para su construcción adoptaron sistemas de hace 100 años. Los materiales fueron traídos de diferentes partes del país y trabajados específicamente para la casa. En ese entonces Jorge trabajaba en proyectos en la Amazonía haciendo plataformas e instalaciones petroleras, parte de su trabajo incluía cortar árboles, así que aprovechó y se trajo uno que sirvió para construir algunas estructuras de la casa; lo mismo sucedió con la piedra.
Hoy en día, al salir por la fachada posterior, a un lado, hay un arco blanco que lo construyó el mismo Jorge como transición a lo que desarrollan en el relleno de la quebrada. Es la parte de la casa con hermosa vista al valle y de frente un bosque de eucalipto que crece en la quebrada. En este espacio planean hacer el gazebo, un sector destinado para los asados, que como buen argentino, Jorge disfruta haciendo junto a familia y amigos. “Uno de los grandes gustos de mi vida ha sido tener una casa de acuerdo a mi sueños y construirla como hace 100 años”, comenta.
LA DECORACIÓN
La casa ha evolucionado con el tiempo por ese gusto que tienen los Elizagaray Montero por hacer las cosas despacio. La decoración, la fabricación de muebles, y detalles que se ve en los bordes de las puertas y el techo del estudio fueron hechos por maestros ecuatorianos, y mantuvo a Jorge y Patzi ocupados durante los primeros años de vida en la casa.
No han sido una pareja que compraron los muebles enseguida. No. Se tomaron su tiempo. Mandaron a construir muebles con artesanos del país y cada elemento tiene su historia, una negociación especial, un material distinto o un diseño inspirado en algo especial.
Seis años después del inicio de la construcción tuvieron a sus hijos Jorge y Victoria. “Tener esta casa para dos personas era absurdo, con mis hijos la casa se llenó de chicos”, comentan. Por ellos en el basement crearon un cuarto de juegos que lo han adaptado a las necesidades actuales de la familia. Ahora lo llaman el cuarto africano por su decoración y es el lugar donde Patzi y Jorge pasan la mayor parte del tiempo.
“El diseño de toda la casa lo hicimos juntos”, cuenta Patzi. “Participé en la selección de colores y materiales, pero Jorge viene de una familia donde su madre es decoradora nata y construir es su pasión”. Por Patzi la fachada es color siena, que la diferencia de otras casas del estilo. Recuerda que cuando la pintó en los 90 nadie lo hacía pero ella había regresado de Italia fascinada con el colorido de sus casas y la adaptó al estilo.
Los dormitorios también tienen su marca. Respetando el estilo inglés, que gusta a la familia, se encargó de empapelar el cuarto de su hija Victoria con flores, hacer el suyo de un celeste acogedor, y el de Jorgito color mostaza.
JORGE Y PATZI
Sin duda, esta casa es solo el reflejo de un exitoso matrimonio de dos personas que se han dado el tiempo para cumplir sueños y disfrutar de los lujos y bendiciones que ofrece la vida.
Jorge por un lado es un fanático de la ingeniería industrial. En Acero de los Andes ha liderado algunos negocios con clientes latinoamericanos, europeos y asiáticos logrando importantes hitos como parte fundamental de la empresa.
Acero de los Andes fue la primera empresa en usar las hidrovías amazónicas para exportar un equipo a Manaos, tres meses después de la firma de paz con Perú, en 1999. “Fue un desafío muy grande porque debíamos hacer una nivelación por el Río Napo que no se había hecho nunca con equipos pesados durante plenas hostilidades entre Ecuador y Perú”. Ahora en Acero de los Andes están enfocados en la inserción a la nueva matriz productiva, que asegura será un éxito.
Patzi por otro lado, trabajó 22 años en IBM, luego de lo cual decidió emprender un proyecto como socia de Natural Maqui, un local en Quito en el que diseñan y producen carteras, sombreros y artesanías de paja toquilla, yute y otros materiales naturales. Lógicamente no podía sacarse el chip de empresaria exitosa y ha logrado posicionar a su negocio con productos de primera calidad.
Con ello equilibra su vida de trabajo con el papel de madre, de esposa y de centro de una casa que siempre tiene vida, donde siempre hay algo que hacer y un invitado que disfruta del sol del medio día en el enorme jardín de la casa, de la acogedora sensación que da la chimenea en las tardes de frío en la sala, o de los asados que organizan. Como para no salir de casa.