Columna de opinión – de cal y arena – por Caridad Vela
El aire se ha limpiado, el ruido ha cesado y el silencio invita a una reflexión forzada. Poco más podemos hacer ahora. El planeta, cansado de susurrar señales de alerta, finalmente ha gritado “basta ya!” Y nos pilló desprevenidos.
Así estamos. Aislados, privilegiando la salud porque primero está la vida. Estamos encerrados con nuestros pensamientos y temores. Otrora teníamos control, hoy tenemos incertidumbre. Ansiamos volver, pero al imaginar un mañana con la economía destrozada y familias incompletas, provoca quedarnos en el encierro.
Dónde está ese equilibrio en las políticas públicas que, sin poner en riesgo al ser humano, protege la economía que ha de mantenerlo vivo, alimentado y educado? Cómo preservar fuentes de trabajo en empresas que llevan tres semanas con cero actividad? Cómo pagar salarios y proveedores cuando están cerradas a cal y canto las puertas de todos los negocios? Cómo preservar la salud cuando el aspecto emocional está decaído?
Algunos gobiernos en el mundo han asumido parte de la responsabilidad de los empresarios, pagando hasta un 80% de los sueldos a trabajadores cuyas empresas cerraron. Otros inyectan billones de dólares en sus economías para evitar los amenazantes efectos de una crisis. Ecuador no tiene recursos para lo uno o lo otro, y hemos acertado en responsabilizar de ello al que hoy finalmente ha sido sentenciado a cumplir ocho años de prisión por corrupto, pero eso no mejora la situación. Hay que encontrar una salida, un justo medio que proteja al empresario que ha de arriesgar sus recursos para mantener fuentes de trabajo. Si la caja fiscal está sin dinero, al gobierno solo le resta apoyarse en el sector privado para la reactivación.
Y para sumar resultados que siempre restan, está la Asamblea Nacional que hace un mea culpa y prácticamente admite negligencia al no haber votado oportunamente el Código Orgánico de la Salud. De haber cumplido con su trabajo, hoy se podría tomar decisiones de emergencia, se podrían canalizar recursos con agilidad, tendríamos un sistema de vigilancia epidemiológica que nos hubiera caído como anillo al dedo, se habría podido disponer a las clínicas privadas la atención a pacientes contagiados con Covid19… En fin, 405 artículos están empolvándose en los escritorios de la Comisión de Salud desde hace ocho meses, pero ahora que superamos el centenar de muertos y más de tres mil contagiados, finalmente legislarán al respecto. Vergonzoso.
Las horas de este encierro se nos pasan frente a la pantalla del computador. Leemos noticias y discernimos cuáles son verdaderas y cuáles falsas; atendemos webinars de temas variados, escuchamos pod-casts que insisten en que tras una crisis siempre hay una oportunidad, y en el afán de encontrarla barajamos escenarios optimistas, reales y pesimistas, que se volverán a ajustar según las novedades.
De momento lo único cierto es lo incierto del mañana, pero todo es posible mientras haya salud y vida, porque capacidad y motivación para salir adelante tenemos de sobra.