Por: Caridad Vela
Para entrar en antecedentes, antes de analizar el desempeño de la banca privada durante 2016 es necesario recordar lo que sucedió a finales de 2015, cuando los depósitos registraron una caída de $3.200 millones en el total del sistema financiero privado. El ambiente era preocupante e incierto.
Fue justamente entonces cuando entrevisté al Eco. Julio José Prado por primera vez. Pocos días antes había sido nombrado para ocupar el cargo de Presidente Ejecutivo de la Asociación de Bancos Privados de Ecuador (Asobanca). Era enero 2016. Si bien el panorama optimista permitía pensar que la reducción en depósitos podía estar menguando, era casi seguro que todavía se experimentaría algún nivel de retiro de recursos.
Con esto dicho nos situamos en el presente, inicios de 2017, y conversamos nuevamente con Julio José sobre el tema.
¿Cómo terminó el 2016?
Ventajosamente la reducción de depósitos se dio solamente durante los cuatro o cinco primeros meses de 2016, y de ahí en adelante empezó la recuperación que se sintió con más fuerza en el segundo semestre. Vale mencionar que la situación no tuvo nada que ver con los bancos en sí mismo, y que la recuperación se dio gracias a que el Gobierno superó el gigantesco atraso que tenía en la cadena de pagos a sus proveedores.
¿A ese atraso se debió el retiro de depósitos?
Claro. La gente no recibía sus pagos a tiempo, y para cumplir sus obligaciones o cubrir su gastos personales debía retirar el dinero que tenía ahorrado. El efecto del atraso en los pagos que le correspondían al Gobierno también repercutió en las tasas de morosidad del sistema financiero, que en un momento dado alcanzaron niveles que requerían atención.
¿Podríamos afirmar que hay algo de recuperación en la economía?
Con el Gobierno poniéndose al día en sus pagos la economía empezó a moverse nuevamente. Los bancos se enfocaron en un cambio de estrategia orientada a colocar recursos y contactaron a sus clientes para ofrecer préstamos, pero lo hicieron con mucha técnica en el análisis crediticio, porque los créditos no se pueden entregar a diestra y siniestra. En época de recesión económica las personas que más liquidez necesitan no siempre son sujetos de crédito, y esto exige que los bancos sean más activos y proactivos, y actúen en base a análisis técnicos.
¿Cuál fue el cambio de estrategia?
Por ejemplo, algunos bancos estaban más enfocados en líneas de consumo y debieron cambiar ese mix para direccionar recursos hacia otras líneas que presentan menos riesgo de morosidad, entre ellos el de vivienda, que si bien mostró a mediados de año un crecimiento en ese índice, ya tuvo una reducción a diciembre.
Es que la actividad económica no puede detenerse…
La inversión tiene que continuar porque las fábricas no pueden pararse, los proyectos tienen que terminar de construirse, las viviendas tienen que venderse, los salarios deben cumplirse, y eso es lo que obligó a renovar algunas líneas de crédito que presentaron colocaciones casi nulas durante el primer semestre.
¿Fue a finales del segundo semestre cuando la Asobanca hizo el anuncio de que había $10.000 millones disponibles para créditos?
Si, fue a principios de julio y la intención de anunciarlo públicamente fue dar un golpe de ánimo a la ciudadanía, y resaltar que los bancos no se contagiaron de la crisis fiscal gracias al correcto manejo interno. Habiendo confirmado que los depósitos se recuperaban, estábamos en posibilidades de colocar nuevos créditos.
¿Se cumplió esa meta de colocación?
Logramos cumplir con 99% de la meta. A pesar de que fue un año complicado, en el segundo semestre se colocaron $9.980 millones en créditos. Los bancos tenían fondos, pero la gente no estaba motivada a contratar préstamos, y por ello todas las instituciones financieras compitieron por un nicho de demanda bastante reducido. Las mejores oportunidades de colocación se dieron en el segmento corporativo.
¿Esos $9.980 son netos?
El saldo de cartera termina en diciembre 2016 con $20.300 millones, que reflejan un aumento si comparamos esa cifra con el cierre de 2015, cuando el saldo estuvo en $18.700 millones. Esto quiere decir que hay un neto positivo, o dicho en otras palabras, que lo que se cobró se volvió a colocar, y sobre eso se prestó más dinero. Cuando hablamos de los $9.980 millones nos estamos refiriendo a colocaciones de nuevos créditos y de renovaciones, no estamos hablando de saldos. Todavía no logramos superar la colocación de créditos de 2014, pero 2016 presentó un buen repunte.
¿Cómo se comparan los índices de morosidad en los diferentes rubros de crédito?
En el segmento de vivienda el índice de morosidad subió a 3,54% a mediados de año, para prácticamente normalizarse a diciembre y cerrar el año en 2.96%. En consumo y microcrédito el índice de morosidad llegó a estar casi en el 10% en ciertos momento, pero afortunadamente la morosidad se redujo en los últimos dos meses de 2016: en consumo bajó al 6.7%, en microcrédito al 6.55%, y en crédito comercial al 1.16%.
¿Podemos comparar el crecimiento anualizado en el rubro de crédito para vivienda?
Obviamente, por las razones expuestas, el crecimiento en 2016 fue menor que en otros años, pero a pesar de las adversidades hubo crecimiento. El saldo de cartera de vivienda creció en 8.7% si comparamos 2016 con 2015; pero entre 2015 y 2014 el crecimiento fue de 12.3%; y entre 2014 y 2013 fue de 11.2%. Hablando en valores reales se hace más evidente el crecimiento: al cierre de 2013 el saldo de la cartera de crédito en vivienda por vencer fue de $1.416 millones, al cierre de 2014 fue de $1.574 millones, al cierre de 2015 estuvo en $1.768 millones, y en diciembre 2016 cerró en $1.921 millones.
¿Y si comparamos este crecimiento con los otros rubros de crédito?
El saldo de cartera bruta total tuvo un crecimiento del 8.5% entre diciembre 2016 y diciembre 2015. En ese mismo período, los créditos comerciales crecieron un 15.6%, mientras que consumo solamente creció en 1% y microcrédito en 0.2%. En estos dos últimos rubros se restringió un poco la colocación de préstamos porque la morosidad estaba en parámetros elevados.
¿La liquidez del sistema bancario se ha normalizado?
La liquidez siempre se mantuvo en parámetros aceptables, porque los bancos detuvieron la concesión de créditos apenas se dio la caída en depósitos. Si eso no se hacía, hubiésemos enfrentado un grave problema de solvencia inmediatamente. Al sentir que había recuperación de depósitos, se actuó buscando dónde colocar créditos, porque tampoco es eficiente tener excesiva liquidez. Es así que el índice de liquidez fue de 33.9% al cierre de 2016, mientras que en 2015 fue de 29.6%.
¿Y la rentabilidad de la gestión?
Cada año es distinto al otro. En 2015 el problema fue de liquidez, en 2016 el problema es de rentabilidad. El retorno sobre el patrimonio (ROE) de los bancos cayó de 11% en 2015 a 6.5% en 2016. Es el ROE más bajo de todo el sistema bancario de América Latina, pero a pesar de eso las instituciones financieras del país están conscientes de la responsabilidad que su gestión representa en el futuro de la sociedad ecuatoriana.