Por Caridad Vela
Su vida es un laberinto de desniveles espirituales y terrenales, de recovecos reales que parecerían surreales, de espacios que se llenan y vacían con cada luna nueva, escribí en la contratapa del libro que relata su historia, cuando después de leerlo descubrí que Janine Torbay es, en realidad, Raymonda.
El libro vio la luz hace aproximadamente seis meses, y el éxito alcanzado es tan sorprendente que va por su segunda edición. La autora es quien más se impacta ante la enorme acogida que su primera aventura literaria ha tenido, nunca imaginó que los detalles de su vida calarían tan profundo en el corazón de los lectores.
Hizo falta valor y decisión para escribir desde el corazón, para entregar el tesoro que su alma guardaba a Gonzalo Higueras, gran amigo y editor del libro, quien magistralmente jugó con sus palabras, ordenó sus pensamientos, y dejó intacta su coloquial forma de expresarse.
Leerlo es viajar entre risas y lágrimas, es sumergirse en un vacío que parece no tener fondo para resurgir de esa profundidad y tocar el cielo. La historia no es triste, es emotiva, toca muy adentro, y decanta en un abanico de indescriptibles sensaciones.
Sus páginas relatan la historia de Raymonda, o Janine si prefieren usar su nombre actual, quien con apenas dos años de vida fue enviada desde Líbano, un país en guerra, a Ecuador, una isla de paz, con nada más que miedo en su corazón y un cesto de manzanas en sus manos. Su más antigua memoria no guarda la imagen de su madre, sino la sensación de una mano cálida y la mirada dulce de una azafata de KLM. Con ella cruzó el océano sin saber a dónde ni por qué.
En un acogedor ambiente converso con ella. No hablamos del contenido del libro, hablamos del proceso de escribirlo y del vuelco que su vida ha tomado.
¿De dónde apareció el valor para escribir el libro?
Durante dos años empecé a despertar en la madrugada, el sueño se interrumpía y mi mente no paraba en esas horas de desvelo, mis sensaciones estaban a flor de piel. Las ideas más claras y mis recuerdos más profundos aparecían abrigados por la paz y el silencio de esas horas. Y decidí escribirlos mientras todos dormían.
¿En la soledad de la noche?
Sí, de hecho, mi esposo dijo que nunca me había visto escribir y de repente había un libro, y es que en esos ratos, cuando más relajada estaba, fluían sin esfuerzo en mi memoria distintos episodios de mi vida. En un momento dado no estaba segura si finalmente sería un libro, pero la respuesta de la gente confirma que acerté al publicarlo.
Ha sido un éxito increíble…
Mido el éxito de distintas maneras, por ejemplo a través del cariño que recibo de la gente, pero lo más bonito de todo ha sido la reacción de los jóvenes. Me ha sorprendido que chicas adolescentes que están en onda de enamorados y fiestas, se hayan tomado el tiempo de sentarse a leerlo, sentirlo, llorarlo. Me han escrito increíbles mensajes explicándome de qué manera mi historia les tocó el alma. Eso, para mí, no tiene precio.
¿Cuál ha sido el impacto en los adultos?
La gente mayor tiene sus propias experiencias y vivencias, el impacto es intenso pero distinto. Creo que cambió un poco la percepción que muchas personas tenían de mí, porque me proyecto como alguien parco, seco, en ocasiones algo rara, pero ahora soy, literalmente, un libro abierto. Ya conocen mi historia y me entienden de una forma más humana, porque saben porqué soy como soy.
Te he visto en conferencias, charlas, participando en conversatorios… ¿Estabas preparada para ese éxito post lanzamiento?
No. Nunca imaginé que el libro tendría este efecto, nunca pensé que a estas alturas estaría dando conferencias o participando en TEDx. Esto ha dado un giro a mi vida porque, más allá de los eventos públicos, me he convertido en sicóloga de mucha gente. Esta etapa de mi vida se va llenando de maneras muy particulares, me siento útil, siento que voy dejando un granito de arena, una semilla que se está sembrando por todos lados.
¿Ahora es un proyecto de vida?
Algo que nació como un proyecto cualquiera terminó siendo un proyecto de vida, porque soy responsable de lo que escribí y del efecto que eso causa en quienes lo leen. Estoy tratando de introducirme en los colegios en Quito y Guayaquil para ayudar con mi testimonio de vida, no porque la mía sea mejor o peor que otras, sino porque considero que es una muestra de que no hay que amargarse por cosas que no tienen remedio. No vale la pena.
¿Revolver las entrañas de tus recuerdos te quitó un peso de encima?
En realidad el peso me lo fui quitando a medida que iban pasando las cosas, pero siento que de alguna manera he ayudado a la gente. Cada persona que lo lee se identifica con una circunstancia, un sentimiento, con algo. Acabo de estar en una librería en Playas, en un conversatorio sobre el libro, y una profesora de literatura que estuvo presente me dijo que en esas páginas había algo para todas las generaciones. Y es verdad, porque el libro comienza desde que soy niña, luego paso a la adolescencia, a la madurez, hasta llegar a la edad que tengo.
Es verdad…
Me pareció una reflexión interesante porque cuando lo escribí no reparé en eso, solo conté mi historia de vida sin pensar que cada escena podía sensibilizar a alguien en específico. Increíblemente, hasta el día de hoy, no hay dos personas a las que les haya impactado el mismo capítulo o la misma frase. A todos les ha llegado algo diferente. Sin pensarlo entregué mucho.
¿Lograste identificar a la azafata?
Hace unos tres meses me escribió la gente de KLM. La habían identificado a través de una revista de la aerolínea, porque los miles de empleados de la empresa compartieron el artículo del libro. Hubo un capitán que la reconoció, rastrearon el lugar donde vivía y fueron allí. Lamentablemente la azafata murió el año pasado. Di con ella un año muy tarde, pero me queda la enorme satisfacción de que este libro, que tiene su foto en la portada, es un agradecido homenaje post-mortem a su bondad.
¿Sabes si tiene hijos?
Lo están averiguando, quiero saber si hay algún familiar vivo. Me gustaría llevarles el libro personalmente, visitarlos, y si es posible, conversar con ellos para saber si alguna vez les contó mi historia. Quisiera escuchar su versión de ese viaje.
¿Cómo reaccionó tu familia en Líbano? ¿Tienen el libro?
Les mandé el video del lanzamiento del libro, en el que se incluyen escenas de nuestra última visita a la familia, la que hice con mis nietos. Se lo mandé a Janine Rashed quien, por supuesto, lloró a mares y me dijo que se lo enseñaría a toda la familia. Lo siguiente que supe, hace algo más de un mes, es que un hermano mío, el más parecido a mí, fue atropellado y murió. Si para mí fue duro e impactante, no quiero imaginar lo que fue para mis padres que ya tienen edad muy avanzada, pero hay que seguir adelante.
¿Has hablado con ellos?
He hablado con ellos a través de Janine Rashed, porque no hablan español y yo no hablo libanés. Me mandaron fotos actuales y me partió el alma verlos, porque la muerte de mi hermano les puso cien años encima. Tuvieron un invierno terrible, con la nieve hasta el cuello como siempre, y para escapar del frío normalmente van a la costa en esta época, pero este diciembre ya no tuvieron ánimos para salir de su pueblo.
Me intriga saber cómo defines adversidad…
Adversidades las tenemos todos los días todos los seres humanos. El grado de adversidad, la intensidad de la adversidad, la da cada uno con su forma de ser, con su criterio y con su cabeza. Si la quieres hacer grande será la más grande y vas a sufrir mucho. Si la quieres hacer más chica será la más pequeña y sufrirás poco. En todos los actos de mi vida decidí sufrir poco, porque todo pasa, todo sigue, todo cambia.
Suena fácil pero no lo es…
Es una decisión. Cuál es el afán de quedarse en lo mismo y magnificar algo que no vale la pena? Por qué mantenerlo vivo más tiempo del necesario? A las cosas hay que dejarlas ir para que fluya lo que tiene que venir. No sé si aplica la teoría de Darwin sobre la supervivencia, pero tampoco he puesto en perspectiva las situaciones de mi vida comparándolas con otras. He dejado que las cosas vengan como vienen, siempre tratando de minimizar el sufrimiento porque la vida es muy corta.
¿Qué te llena?
Definitivamente primero mi familia, y segundo, aunque te parezca mentira, mis amigas son extremadamente importantes para mí. Ellas pasaron a ser las hermanas que nunca tuve cerca, siempre estuvieron ahí para mí y la relación es recíproca, me desvivo por ellas.
¿Alguna crítica negativa al libro?
Sí, alguna gente lo ha criticado, y lo entiendo, no a todos tiene que gustarles ni tienen que entenderlo. La crítica realmente se refiere a que la ropa sucia se lava en casa y piensan que hice públicas ciertas situaciones íntimas. No lo hacen de mala fe, sencillamente no han entendido que el propósito del libro es dar un mensaje que puede ayudar a quien lo lee, porque es una historia real que acerca a la gente en una época en la que la tecnología la aleja.
¿Te refieres al abuso de la tecnología?
Sí, el abuso de la tecnología aísla a la gente. Hace poco conversé con una sicóloga y me comentó que la mayor parte de la gente joven que vive deprimida es por culpa del internet. Por qué? Porque el internet te da respuestas inmediatas y te inhibe de encontrarlas en lo que te rodea, o en las circunstancias que vives. Esa dualidad confunde a los chicos, y lo que pretendo es traerlos a la realidad, a pisar tierra. El internet no es la vida, la vida es lo que lo que está pasando día a día, y hay que vivirla para saber cómo afrontar problemas.
¿Alguna vez fuiste al sicólogo?
Un año entero. Cuando regresé de Londres llegué con un montón de proyectos en la mente, pero nada de lo que pensé se pudo hacer. Me sentí en el aire, fue terrible, no tenía piso. Fui al sicólogo cada semana, me sentaba frente a él, nos mirábamos a la cara durante una hora. Nunca hablé. Un día me dijo que ya estaba curada. Creo que me auto curé en el silencio, me quedó claro que estaba sola en la vida y tenía que salir adelante a como dé lugar.
Estabas acostumbrada a vivir silencios…
Durante muchísimos años me guardé mis problemas, nunca hablé de ellos, los manejaba en silencio, siempre con una sonrisa en la cara como si nada pasara. Y así pasó un tiempo durante el cual tuve siete cirugías de diferente índole, hasta que una amiga muy cercana me lo dijo de frente: o hablas y exteriorizas lo que sientes, o vas a acabar con tu salud.
¿Tan pesada era la carga?
Yo no la sentía pesada, esa era mi vida, pero evidentemente mi cuerpo sí cargaba un peso que me estaba reventando por dentro. Empecé a hablar sobre temas personales que nunca había mencionado, y a pesar de que mis amigas me conocen de toda la vida, ninguna sabía la historia completa. Habían escuchado retazos dichos en diferentes contextos, pero hasta tener el libro en sus manos no había concatenación ni secuencia en los acontecimientos.
¿Por fin conocieron toda la historia?
Hubo una reunión con todas ellas después del lanzamiento del libro y no puedo explicar el cariño que me regalaron. Fue tan llenador, tan impactante. Estaban sorprendidas de saber que estuvimos juntas toda la vida y nunca intuyeron que había algo guardado detrás de mi sonrisa. Algunas decían que hubieran sido diferentes conmigo, más comprensivas y tal vez menos juzgadoras, pero lo bueno es que ahora la saben, y me quieren por lo que fui y por lo que soy. Nunca dudé de su cariño, pero ahora lo siento reforzado.
¿Por qué callaste tantos años?
Si algo he tenido clarísimo en mi vida es que cuando alguien se te acerca siempre con problemas, con quejas y sufrimientos, llega un momento en que te alejas, y no quería que nadie se aleje de mí. Amigas era lo que tenía, y debía conservarlas. Eso se logra repartiendo alegría y buen ánimo, no penas, y créeme que en aspectos de diversión yo era la dueña de la bola, como se dice en Guayaquil.
¿Fue fácil abrirte con Gonzalo, el editor del libro?
A Gonzalo lo conozco desde hace muchos años. Lo elegí no solo por su habilidad para escribir, sino porque sé cuán sensible es, y eso era fundamental para compartir mis vivencias. Esa sensibilidad permitió que él capte exactamente lo que yo quería decir, lo que sentía y las notas que escribía. Se mimetizó tanto con la historia que la editó sin quitarle mi esencia, yo quería que leer el libro sea como escucharme hablar. Soy natural y sencilla, no pretendo más, cada palabra debía ser mía, y lo fue.