INTERNACIONAL

Por: José Mena G.
Noviembre – Diciembre 2015

El apartamento tipo loft en Nueva York ha recorrido un largo camino desde 1950 y 1960. Sus inicios fueron en el barrio Soho (South of Houston Street), cuando artistas, que emigraban desde Manhattan en busca de mejores espacios y mayores facilidades para su producción, empezaron a ocupar espacios vacantes en edificios de antiguas fábricas. El desarrollo de la ciudad en forma ascendente, lo que Koolhaas denominó el “manhattanismo”, nunca fue digerido por los industriales que preferían la nave sobre la torre, mientras en la ciudad habría triunfado el desarrollo vertical sobre lo horizontal.

En la década de 1940 nadie estaba interesado en vivir en Soho y Tribeca. Los edificios no eran más que espacios industriales, pero lo que aconteció fue un fenómeno potencializado por el arte americano. Artistas como Jackson Pollock y Willem de Kooning trasladaron el arte lejos de la pintura de caballete al gran formato necesitando de grandes espacios, altura en los techos y luz para crear no sólo sus obras, sino también para vivir y trabajar en el mismo espacio; a veces, incluso, de manera ilegal.

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Reynard 1 © Matthew Williams

En aquel entonces los artistas comenzaron a alquilar lofts en los antiguos edificios comerciales o industriales por $100 al año o de uno a dos dólares por pie cuadrado. Cuando Andy Warhol trasladó su estudio a la calle 47 en el centro de Manhattan, Factory como llegó a ser conocido, serviría como plataforma de una multitud de artistas bohemios en la historia del pop. Crudo, frío y rígido; estas transformaciones industriales fueron aprovechadas: techos altos, espacios luminosos, y las rentas bajas eran perfectas para los artistas, músicos y escultores, pero no eran hogares. Algunas de estas propiedades, sobre todo en el antiguo barrio de factorías de Soho, carecían de servicios.

Los intentos por “desindustrializar” Manhattan hicieron que en 1961 se haga una rezonificación de la ciudad, y en 1965 la Asociación del Centro-Bajo Manhattan presidida por David Rockefeller prevea la transformación hacia el “sur de la calle Houston”, para que no fuera más un área industrial, lo que brindaba a los artistas la oportunidad de vivir y trabajar en el mismo lugar.

Los primeros artistas se mudarían a los lofts y podrían alquilar los espacios de la planta baja para exposiciones. Con el paso del tiempo, los compradores ricos de obras de arte que asistían a conciertos se enamoraron de los espacios, y compraron dichos apartamentos. El resultado fue que de los $100 al año que costaba el alquiler en la época de Warhol, actualmente el arriendo de un loft en Soho varía entre $10.000 y $20.000 por mes. Se han convertido en viviendas de lujo.

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Wythe Guestroom 1 © Matthew Williams

Desde Nueva York hasta San Francisco, el alto costo de los bienes raíces y el incremento de los alquileres obliga a que los ciudadanos vivan en unidades realmente pequeñas, donde optimizan de manera inteligente el espacio, convirtiéndose en un fenómeno que personalmente llamo “Micro Apartamentos – Macro Rentas”.

Por esta razón muchas personas salieron de Manhattan y encontraron un nuevo espacio para vivir en Brooklyn, específicamente Williamsburg. Este barrio, por su ubicación geográfica, se convirtió en una extensión de Manhattan y goza de una atmósfera industrial que mantiene identidad propia y fuera de modas, donde sus habitantes prefieren un estilo de vida con gustos asociados a lo indie y a lo vintage, siendo mejor conocidos como la cultura Hipster.

La imagen que brinda el barrio en su arquitectura es industrial chic. Uno de los edificios que deslumbra con este aspecto es el Hotel Wythe, que comenzó con el descubrimiento de una fábrica textil que data de 1901 y se convirtió en un hotel de 70 habitaciones de estilo contemporáneo, con grandes ventanales, pisos originales en madera y decoración ecléctica.

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Fachada edificio South 1st © Lifeform

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Lobby edificio South 1st © Lifeform

Soy un arquitecto enamorado de Williamsburg y su potencial inmobiliario. Trabajé con la oficina de arquitectura Lifeform, donde desarrollábamos renovaciones de apartamentos, edificios y todo lo relacionado con el mundo de los lofts. Muestras de este trabajo son los edificios The Esquire y South 1. En ambos casos son edificios de lofts, pero el primero fue una fábrica (Loft-Duro), y el segundo caso es una construcción nueva (Loft-Suave), con elementos contemporáneos siguiendo los conceptos de espacialidad.

Cerca del Puente de Williamsburg y atrás de la legendaria refinería Domino Sugar se encuentra “The Esquire”. Lifeform lo describe como “un edificio originalmente industrial que fue transformado para celebrar una de las primeras comunidades de lofts en el barrio. El edificio original se conserva, mientras que cada loft en el interior se convierte en una comprensión visionaria de espacio vital. El edificio tiene una multiplicidad de idiomas e identidades, que refuerzan y estimulan el ambiente creativo que rodea al proyecto”.

Al trabajar en los planos de un loft se puede apreciar la presencia de una idea romántica que se mantiene al momento de intervenirlo. Desnudar sus paredes, y partir de un esqueleto para destacar las estructuras originales y conexiones, sin duda es una experiencia muy sensorial; incluso es placentero mantener las puertas cortafuegos metálicas, e incorporar detalles de elementos originales antiguos al diseño.

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Sala de un loft en el edificio South 1st © Lifeform

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Balcón de un loft en el edificio South 1st © Lifeform

En el interior cada loft tiene una conexión auténtica al lugar, al pasado; es una forma clásica urbana que inspira los sentidos con materiales expuestos como ladrillo, madera, hierro, hormigón, vidrio, granito y acero. Evoca un vínculo con la historia y al mismo tiempo es atemporal, donde la imaginación se estimula en el espacio abierto a doble altura que conecta al paisaje de la ciudad a través de ventanas alargadas, y en breves momentos se produce un sentimiento de ocupación de un ambiente todavía rústico, pero refinado.

Existe una fuerte ética bohemia al momento de diseñar los interiores de un loft, que es transmitida a los usuarios quienes sienten una fuerza impulsadora para la elección de objetos de decoración con un perfil ecléctico. Como tal, la mezcla de estilos nuevos y viejos, con elementos que se consiguen en un mercado de pulgas o piezas contemporáneas, crean ambientes diversos al gusto de quienes habitan los espacios, pero siempre mantienen la materialidad, volumetría y espacialidad de un loft.

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Loft en el edificio The Esquire © Lifeform

Promotores y arquitectos han desarrollado nuevos edificios en los últimos años, que incorporan características interesantes de un loft tradicional como techos altos, grandes ventanales y plantas diáfanas, pero muchos de ellos con más espacios divididos que un loft ‘original’ no tendría. Estos lofts suelen tener una línea más suave, con alfombra en algunas áreas, cocinas y baños de lujo, ninguno o muy pocos conductos y tuberías expuestas.

“South 1” es el caso de lo mencionado anteriormente. El inmueble cuenta con seis residencias, y fue levantado sobre un lote donde funcionaba una bodega. Para Lifeform, “South 1 es un desarrollo ecológico urbano que ofrece lofts de lujo casual en Williamsburg, Brooklyn. El diseño de los edificios y la construcción ofrecen un edificio singular que contribuye al bienestar de la vecindad”.

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Cocina de un loft en el edificio The Esquire © Lifeform

El diseño inspirado en las técnicas de construcción sostenible y el uso innovador de materiales, explora la multiplicidad de experiencias de vida en la ciudad. South 1 es un edificio ecológico con emisiones y huella de carbono reducidas, abundante vegetación y reciclaje único de desperdicios. La fachada se articula siguiendo la idea de un rompecabezas, donde cada elemento tiene su lugar en la composición, como un reflejo de las experiencias creadas en los espacios interiores.

La fachada se convierte en un sistema regido por la multiplicidad y flexibilidad. Los diferentes cuadros creados adoptan materiales que hacen hincapié en lo público o el carácter privado de los espacios; la redefinición de las cualidades arquitectónicas de materiales ordinarios como el acero oxidado, vidrio y madera de ingeniería ecológica; y la creación de un juego de llenos y vacíos que se fusionan con el espíritu industrial de Williamsburg, permiten una lectura Le Corbusiana de la estructura interior.

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Vista de la sala de un loft en el edificio The Esquire © Lifeform

Sin duda la magia de los lofts, la oportunidad de estudiar en Manhattan, vivir en Queens y trabajar en Brooklyn, dejaron una huella sensible. La energía que emite la ciudad, información, tendencias, interculturalidad y tantas otras cosas la hacen única. Dirigí a obreros de distintos continentes: chinos, húngaros, ecuatorianos, y otros países, que me hacían sentir que estoy en la capital del mundo.

Julia Rothman menciona en su libro ilustrado “Hello NY” que “Queens es el área con mayor diversidad étnica del mundo, donde se encuentran personas de 100 nacionalidades hablando 138 idiomas”. Esto es Nueva York.