La discreta joya modernista de Barcelona
Por Por Gabriela Paz y Miño, Corresponsal en España
Hablar del Hospital de Sant Pau es hablar de la historia de Barcelona. La institución recoge, en sus seis siglos de existencia, el alma de la Ciudad Condal, y escribe -para quien sabe leerlas- las páginas de glorias y penurias de su población.
Se trata de un testimonio vivo y fidedigno, escrito en la piel de los viejos libros de registro del primer edificio, ubicado en el Raval, que abrió sus puertas en 1401 y que actualmente es la sede de la biblioteca Santa Creu-Sant Pau. También en los muros y jardines de su segunda sede, el recinto modernista más grande del mundo, en el barrio de Guinardó: antiguo territorio agrícola y hoy barrio residencial y turístico, que mira a la ciudad y al mar, al pie del Monte Carmelo.
© Fotografía Manuel Torres García – Unsplashed
Seis siglos son tiempo suficiente para recoger las historias, con minúscula, y la Historia de los barceloneses. Un relato colectivo que se sigue escribiendo en la actualidad, en la versión moderna del hospital, un centro de alta complejidad construido en el 2000 y que atiende a 35.500 pacientes ingresados y 160.000 urgencias al año, en el ala norte del recinto modernista.
Un “secreto” bien guardado
El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, conocido por su deslumbrante arquitectura modernista, se ha mantenido como uno de los “secretos” mejor guardados de Barcelona. Su ubicación, a solo unos pasos de la Sagrada Familia (están unidas por la Avenida Gaudí y los separan unos 850 metros, menos de 15 minutos a pie), lo coloca en el corazón de la ciudad. Sin embargo, este espectacular complejo no recibe la atención turística que merecen su historia e importancia. Esto, aunque su majestuosidad arquitectónica, existencia centenaria y papel vital en la evolución de la medicina en la ciudad, lo convierten en un lugar imprescindible para aquellos que deseen explorar más allá de los destinos turísticos habituales.
La vida del Hospital de Sant Pau comienza en el año 1401, cuando Barcelona aún era una ciudad rodeada de murallas, limitada por lo que hoy conocemos como la Ciutat Vella. En ese entonces, la ciudad estaba enfrentando una crisis sanitaria provocada por plagas y enfermedades, y la demanda de atención médica era cada vez mayor. Para hacer frente a estos desafíos, se decidió unificar seis pequeños hospitales que ya existían en una única institución: el Hospital de la Santa Creu, ubicado en el barrio del Raval, cerca del mercado de la Boquería y de las Ramblas. Su construcción, que finalizó en 1450, fue un hito en la historia de una ciudad, entonces amurallada y con 20.000 habitantes, y se mantuvo como el principal hospital de Barcelona durante más de cuatro siglos.
© Fotografía Ajuntament.Barcelona
La vida del Hospital de Sant Pau comienza en el año 1401, cuando Barcelona aún era una ciudad rodeada de murallas, limitada por lo que hoy conocemos como la Ciutat Vella. En ese entonces, la ciudad estaba enfrentando una crisis sanitaria provocada por plagas y enfermedades, y la demanda de atención médica era cada vez mayor. Para hacer frente a estos desafíos, se decidió unificar seis pequeños hospitales que ya existían en una única institución: el Hospital de la Santa Creu, ubicado en el barrio del Raval, cerca del mercado de la Boquería y de las Ramblas. Su construcción, que finalizó en 1450, fue un hito en la historia de una ciudad, entonces amurallada y con 20.000 habitantes, y se mantuvo como el principal hospital de Barcelona durante más de cuatro siglos.
En el primer edificio están los libros que registran datos tan sorprendentes como el nombre del primer paciente (un pastor, que tenía como posesión dos reales), su ocupación y hasta que pertenencias y vestimenta llevaba. Esta era una práctica habitual porque, si los enfermos llegaban a morir, el hospital se quedaba con la ropa y todo lo que detallaba el inventario exigido al ingresar.
Los libros de ingresos y contabilidad reflejan las épocas de carestía, las epidemias de sífilis, la peste bubónica, la Guerra de Sucesión, los asedios a Barcelona. También están en sus páginas amarillentas los nombres de los bebés abandonados en la ciudad que el hospital acogía, y que a veces sus padres dejaban con alguna cadenita de identificación o incluso, en algún caso, con una tarjeta que indicaba el nombre con el que debía ser bautizado el infante.
El edificio del Raval se quedó pequeño
Con el paso del tiempo, la ciudad creció de manera imparable y el antiguo hospital medieval quedó obsoleto. Las necesidades de la población, así como los avances médicos y tecnológicos, exigían un hospital más grande y moderno que pudiera satisfacer la demanda de los ciudadanos.
La solución llegó a finales del siglo XIX, cuando el banquero catalán Pau Gil, en su testamento, destinó una importante herencia que correspondía a la mitad de su patrimonio, unos 4 millones de pesetas en 1891, es decir unos 30 millones de euros en la actualidad.
© Fotografía Manuel Torres García – Unsplash
Gil dejó esa fortuna para la construcción de un nuevo hospital “para pobres” que estuviera a la altura de las innovaciones tecnológicas y arquitectónicas con los que contaba la Ciudad Condal en ese momento. El filántropo también estipuló que el hospital debía estar bajo la advocación de San Pablo, lo que llevó a la creación del nuevo Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. La obra fue encargada a Lluís Domènech i Montaner, uno de los grandes arquitectos del modernismo catalán y autor del famoso Palau de la Música Catalana.
Domènech i Montaner inició las obras en 1902 en una vasta extensión de tierra conocida como la “Santa Creu”, situada en la periferia de Barcelona, en el barrio de Guinardó, junto al Ensanche. En ese momento, la Sagrada Familia también se encontraba en construcción, y se dice que existía una rivalidad amistosa entre Domènech y Gaudí. Mientras Gaudí se enfocaba en la construcción de un templo que “cuidaría de las almas”, Domènech afirmaba que él se ocuparía de “cuidar los cuerpos” con su hospital.
Un hospital modernista, un modelo innovador
El diseño de Domènech i Montaner fue revolucionario. Inspirándose en los hospitales más avanzados de Europa, concibió el Hospital de Sant Pau como una verdadera “ciudad sanitaria” dentro de Barcelona, compuesta por pabellones independientes unidos por jardines y una red de túneles subterráneos.
Estos túneles permitían, además de las labores de avituallamiento para el hospital, que el personal sanitario pudiera trasladar a los pacientes de manera rápida y eficiente entre pabellones. Así evitaban exponerlos a las inclemencias del tiempo o al estrés del entorno urbano. En el proyecto original se había concebido la construcción de 2km de túneles, pero al final se hizo la mitad. Los pasillos subterráneos están construidos en pendiente y con claraboyas en determinados puntos, lo que permite mayor paso de luz natural. Además, destaca el diseño curvo de los techos y suelos, para permitir una limpieza más exhaustiva del hospital.
© Fotografía Ajuntament.Barcelona
El proyecto se organizó en torno a dos ejes principales que formaban una cruz, un símbolo cargado de significado para la misión sanitaria del hospital. En total, el complejo incluyó 27 edificios, de los cuales 16 fueron diseñados en estilo modernista. Los pabellones se dividían entre hombres y mujeres: los de la derecha estaban dedicados a santos varones, mientras que los de la izquierda llevaban nombres de santas o vírgenes.
Cada pabellón estaba pensado para un uso específico y su diseño incorporaba principios de luz natural, ventilación y contacto con la naturaleza, algo extremadamente revolucionario en una época en la que la salud se asociaba con los “humores” del cuerpo. Así, Domènech i Montaner orientó el hospital de manera estratégica para aprovechar al máximo la luz solar y los vientos marinos, lo que no solo mejoraba las condiciones de los pacientes, sino que también ayudaba a prevenir la propagación de enfermedades infecciosas. Por esa lógica, el pabellón de los pacientes infecciosos se ubicaba en la parte más elevada del hospital, de modo que los vientos pudieran dispersar cualquier posible contaminación.
Una obra maestra del Modernismo
El resultado fue un hospital que no solo cumplía con su función sanitaria, sino que también se convirtió en una obra de arte en sí misma. Los pabellones estaban adornados con mosaicos, cerámicas, vidrieras y esculturas que reflejaban motivos religiosos y nacionalistas. En el edificio de administración destaca una impresionante claraboya en el techo, que recuerda al diseño del Palau de la Música Catalana, también obra de Domènech i Montaner. El majestuoso salón de actos, con sus coloridos mosaicos y vitrales, es uno de los espacios más imponentes del conjunto.
Además de su belleza arquitectónica, el hospital fue diseñado con una funcionalidad innovadora. El quirófano, por ejemplo, estaba dotado de luz natural, algo extremadamente avanzado para la época, y los amplios pasillos y patios permitían la circulación de aire fresco, lo que creaba un ambiente saludable para la recuperación de los pacientes.
© Fotografía Manuel Torres García – Unsplash
Los jardines entre los edificios no eran meros elementos estéticos, sino que formaban parte de la propuesta terapéutica concebida por Domènech i Montaner: el aire puro, la luz, la alegría, el oxígeno y la sombra de las plantas y árboles autóctonos y aromáticos, el espacio abierto, también curaban, según esta visión. Flores y hojas decorativas se ven en el techo de 8 metros de altura y en las paredes; la naturaleza como elemento típico de la arquitectura modernista, pero también como efecto relajante para los pacientes. Para aquellos que no podían salir, había una sala con grandes ventanales, para recibir la luz y ver los jardínes.
Aunque el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau fue inaugurado en 1930, no fue hasta mucho después, en 1997, que la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad, reconociendo su valor como una obra maestra del modernismo y como un ejemplo del servicio de la arquitectura a la salud.
A lo largo del siglo XX el hospital continuó ampliándose y modernizándose, lo que llevó a la construcción de un nuevo y moderno complejo hospitalario al lado del recinto histórico. Aunque el hospital modernista continuó recibiendo pacientes hasta 2009, las crecientes necesidades de la población y los avances en medicina hicieron necesario el traslado de las funciones médicas a las nuevas instalaciones.
© Fotografía Juhi Sewchurran / Unsplash
El recinto modernista, que ocupa una gigantesca manzana del barrio de Guinardó, ha sido restaurado y fue reabierto en 2014 como un centro de divulgación histórica y cultural, con espacios para eventos artísticos y corporativos, manteniendo su esencia histórica. Hoy en día se puede visitar el hospital modernista a través de visitas guiadas o de manera individual, permitiendo a los visitantes admirar sus pabellones, jardines y espacios interiores.
A pesar de su deslumbrante belleza y su rica historia, el Hospital de Sant Pau sigue siendo un lugar relativamente poco visitado en comparación con otros destinos turísticos de Barcelona, como la Sagrada Familia. No obstante, para aquellos interesados en el modernismo catalán, la historia de la medicina o simplemente en descubrir un rincón menos conocido de la ciudad, el Hospital de Sant Pau es una parada obligada.
Este monumento, que combina arte, historia y ciencia, es un recordatorio vivo de la profunda conexión entre el bienestar físico y el entorno arquitectónico, y de cómo Barcelona ha sabido integrar la innovación y la tradición en cada rincón de su paisaje urbano.