ITULCACHI
Por: María Gracia Banderas
Marzo 2015 – Abril 2015
Cerca de Quito se erige la Hacienda Itulcachi. Abrigada por un clima que nos hace sentir que hemos llegado a un lugar de descanso, y rodeada por el sonido del río que corre por verdes caminos, un lugar que invita a la relajación y a la conexión indiscutible con la naturaleza.
Itulcachi es una palabra quichua compuesta por itul – voz o llamado – y cachi – sal- y significa un llamado de sal o voz de sal, nombre que se debe a que en aquella zona antes existían minas de sal. Camilo Ponce Gangotena, propietario de la hacienda, comenta que la sal que no contenía yodo por lo que gran parte de la población indígena de la Sierra sufría de bocio. “En ese entonces era una tarea muy compleja llevar la sal de la Costa hacia las distintas regiones de Ecuador”.
Las remembranzas que acompañan la historia de Itulcachi son extensas. Desde 1613 ha sido conocida bajo este nombre y así lo indican los documentos que ha guardado, mismos que solo por su antigüedad son tesoros dignos de admiración.
La construcción de la casa de la hacienda responde a un estilo andaluz traído por los conquistadores españoles: un patio central, alrededor las habitaciones, del lado oriental el gobierno, al lado occidental de la construcción la iglesia y al lado derecho las bodegas. “Esta estructura se encontrará en casi todas las haciendas antiguas, porque cuando el Rey de España daba la concesión, el dueño de la propiedad adquiría ciertas obligaciones como las de enseñar la doctrina cristiana, pagar impuestos y educar a los indígenas, y la construcción distribuida de tal manera cooperaba en el cumplimiento de esas labores”, añade Camilo.
La casa se distingue por el celeste intenso que resalta en puertas y marcos de ventanas, y mantiene su diseño original. “Lo que hicimos es cambiar las piezas de madera que estaban deterioradas. En un momento la cubierta empezó a hundirse porque la madera se apolilló”, recuerda Camilo. Los materiales utilizados originalmente para la cubierta se daban en la misma propiedad: madera de guabos, capulí, arrayanes y polylepis; todo amarrado con cabuyas, mientras que los techos estaban hechos de carrizo.
Años atrás, la hacienda contaba con una iglesia y un patio adicional en la parte trasera, pero este se derrumbó. En una de las paredes del patio central aún se aprecia una placa de piedra en la que está tallada la fecha de construcción de la casa: 1613. A inicios del siglo XVIII, Itulcachi ya era una gran productora de trigo y en el río había tres molinos de piedra. Algunas de esas piedras son conservadas en el jardín posterior de la casa. En aquella época era muy costoso traer el trigo desde España y se sembró el cereal en el lugar. Poco tiempo después se inició con la producción de pan que era trasladado a Quito y los valles cercanos. “Seguro era un pan bastante duro”, dice sonriente Camilo.
El río Itulcachi, antes conocido como Warmihuaico, atraviesa toda la hacienda por el lindero sur, mientras que el Carihuaico corre por el otro lado en el lindero norte. La parte baja de la hacienda está dedicada a la crianza de terneros y sembríos de avena; la parte alta a ganado de altura con el que se produce un aproximado de mil litros de leche. Tiene además ganado de carne y sembríos de papa súper chola que representan 20.000 quintales al año. En total hay 680 cabezas de ganado que son la principal fuente de producción de Itulcachi. “Cuando los terneros se destetan son trasladados a una propiedad en Pucará, mientras que las terneras, vacas y vaconas de leche son criadas aquí. El ordeño es mecánico y cuento con tanques fríos. En la hacienda están 320 madres pertenecientes al ganado de carne”, explica Camilo.
Actualmente Camilo vive en Itulcachi junto a su mujer Mónica Fernández Salvador. Nos relata con emoción su historia; entrecierra los ojos y recuerda una crónica que alega que Itulcachi fue un tambo (albergue Inca), durante la época de la conquista española, que se encontraba en el camino que iba hacia el Oriente. Hay otra leyenda muy popular en la zona que cuenta que los moradores encontraron un madero del cual salió sangre y fue hecho cruz. Alrededor de ese objeto giraban las celebraciones que se llevaban a cabo los primeros días de octubre luego de la siembra del maíz, en las que también había toros y baile. De hecho, hasta hoy la cruz forma parte de las reliquias que guardan con fervor los moradores de la población de Itulcachi.
La hacienda no siempre perteneció a la familia Ponce, aunque en un principio lo fuera. En 1640 el Capitán Manuel Ponce Catillejo justificó la legitimidad de la tenencia de la mencionada tierra. Él tuvo una sola hija, Micaela Ponce, quien contrajo nupcias con Don José Guerrero y Peñaloza, hijo de los Marqueses de Selva Florida. Durante varias generaciones estuvo en manos de esa familia, hasta que a inicios de 1900 fue vendida a la familia Riofrío, que estuvo a cargo de Itulcachi durante un breve período de tiempo.
Posteriormente, Doña Clorinda Gangotena Posse de Fernández Madrid adquirió la hacienda. Ella no tuvo hijos, por lo que gran parte de su fortuna fue destinada a la educación a través de obras como el colegio Fernández Madrid. Pasaron los años, y en 1930, Enrique Gangotena Jijón, sobrino del matrimonio Fernández Madrid – Gangotena, y abuelo de Camilo Ponce Gangotena, compró la propiedad.
A raíz de la muerte de Don Enrique, su hija Lola Gangotena Jijón heredó Itulcachi. Doña Lola se unió en matrimonio con Camilo Ponce Enríquez quien fuera posteriormente Presidente de la República de Ecuador, y a través de este matrimonio la propiedad regresó a manos de la familia Ponce. Son los señores Ponce Gangotena quienes nombraron a la población, que antes se conocía como Burruchupa, con el nombre que llevaba la hacienda: Itulcachi, el 23 de mayo de 1958.
“El pueblo de Itulcachi nace cuando los ex trabajadores de la hacienda se establecen en el sector”, explica Camilo. “La mayoría de personas que trabajaban para la hacienda fueron a prestar sus servicios en el Oriente, en la construcción del oleoducto, y se asentaron junto a sus familias en los alrededores de la zona como colonos”.
Camilo Ponce Enríquez encargó a su hijo Camilo Ponce Gangotena la administración de la hacienda y en 1964 le arrendó parte de la propiedad. En 1969, Ponce Gangotena conformó una sociedad que se hizo cargo de las deudas de sus padres y gerenció dicha sociedad hasta 1980. Durante ocho años un administrador se hizo cargo, hasta que en 1988 Camilo retomó las labores. Para 1993, a raíz del fallecimiento de Doña Lola Gangotena, su madre, Itulcachi se dividió en tres partes. Camilo tomó su parte y compró a uno de sus hermanos otra porción, quedándose con dos tercios de la propiedad.
Doña Lola fue coleccionista de muebles antiguos y de arte en general. Al día de hoy, algunos de estos objetos dotan de ese especial aroma histórico a la casa de Itulcachi: alacenas empotradas, cuadros que reflejan los cambios generacionales, arañas que cuelgan de los techos, aparadores, mesas, sillas entre otros detalles.
Así, esta hacienda es testimonio del transcurso de la historia. Basta imaginar a tantas generaciones disfrutando de los jardines y confort que antaño estuvo muy lejos de Quito. A pocos minutos de la ciudad, nos reencontrarnos con este histórico paraje donde el entorno invita a una pausa en el acelerado ritmo de vida.