Muchos edificios patrimoniales, monasterios y palacios en los reconocidos centros históricos de las ciudades han perdido su razón de ser original, y se convierten en espacios ideales para recibir una segunda vida enfocada en el beneficio de la sociedad. Una de estas edificaciones, que mantiene proporciones grandes y espacios abiertos, es el edificio en el que hasta la década de los 80 funcionaba el Banco de Descuento en Guayaquil, y hoy, gracias a acertadas iniciativas, alberga la Biblioteca de las Artes, la más grande en su género en el país.
La Unesco, al referirse a las bibliotecas públicas, manifiesta que una biblioteca es una “fuerza viva de educación, cultura e información, y agente esencial de fomento de la paz y los valores espirituales en la mente del ser humano”. Aparte de ser un espacio de conocimiento, también tiene la misión de precautelar un legado incuantificable a las nuevas generaciones. Las bibliotecas públicas son espacios que todo pueblo debe mantener para que el pasado no quede en el olvido, para que recordemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, para que recordemos maravillosos días, y para que aprendamos de los errores del ayer y evitemos repetirlos mañana.
El edificio fue diseñado por el arquitecto checo Karl Kohn, y construido en 1954 con las más modernas técnicas de la época, rompiendo así el esquema tradicional de arquitectura. Su tamaño es una muestra de ello: Algo más de 5.000m2 en cuya fachada se muestra una estructura rectangular, con largas columnas situadas muy cerca unas de otras, que en su interior revelan grandes figuras cóncavas y de formas redondas como la parte superior de las columnas que sostienen el inmueble.
Esta arquitectura, por sí sola, da cuenta de una época y es fascinante a la mirada humana por sus grandes dimensiones. Caminar en este edificio declarado Bien Patrimonial por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, es una experiencia enriquecedora para los sentidos. Lo es también desde el punto de vista histórico, porque en su construcción se instalaron las primeras escaleras eléctricas de la ciudad, y un domo esférico con ladrillos de vidrio por donde atraviesa la mayor parte de la luz solar, que por cierto, es el único en Guayaquil.
El estilo moderno con el que fue construida la edificación encaja perfectamente con el esquema innovador de la Biblioteca. Los visitantes que llegarán hasta allí tendrán acceso directo a los estantes de libros, podrán sentarse y hasta acostarse en uno de los 486 sofás, butacas y silletes desplegados para su uso, y tendrán asistencia sólo en caso de requerirla.
La terraza interior permite visualizar el centro de las instalaciones, su alma, desde donde se desprenden distintos ambientes que acogen infinidad de propuestas. La antigua bóveda fue habilitada para funcionar como auditorio con capacidad para 24 personas, y mantiene la pesada puerta de seguridad original. Pronto, un restaurante y una galería de arte funcionarán en estas instalaciones.
La biblioteca guarda, celosamente, el Archivo Histórico del reconocido diario El Telégrafo, que está integrado por más de 1.500 tomos. El polvo y el tiempo marcan su huella, el léxico utilizado y la calidad de fotos impresas marcan épocas que recogen el ir y venir de los ecuatorianos desde 1886 hasta la actualidad. Acontecimientos históricos, políticos, económicos y sociales se develan en estos millones de páginas, trazando una línea en el tiempo que es cautivante revisar.
A esta maravillosa colección se suman aportes de otros periódicos ecuatorianos e internacionales, así como ejemplares de revistas locales e importadas de reconocida reputación, que circularon en nuestro territorio y hoy permanecen como testimonio de realidades de otros días. Más de quinientos rollos de microfilms con información de hechos sucedidos entre 1884 y 1998, y otro tanto de fotos impresas, en negativo, slides y también digitales, forman parte de este mega inventario histórico que ahora es de acceso al público en general.
Pueden asistir personas de todas las edades, pues los ambientes cuentan con divisiones internas destinadas a atender las aspiraciones de diferentes públicos. Los niños tienen un área exclusiva en la planta baja, el espacio para la ciudadanía en general está en el primer piso, el área del tercer piso se ha destinado para los estudiantes de la Universidad de las Artes, mientras que el cuarto nivel es un centro de investigación. A ello se suma una pinacoteca, lugar destinado a la exposición de cuadros; un centro de eventos, y un fondo histórico especializado.
La Biblioteca de las Artes es una propuesta audaz de transformar un edificio patrimonial en un centro cultural, aventura que requirió dedicación y esfuerzo, además de una inversión de $2.6 millones que fueron financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo. Producto de la renovación, hoy Guayaquil es pionero en espacios públicos culturales.