Fotos: María Caracola
Por Victoria Chiriboga
Durante los primeros cuatro meses de 2018 se recolectaron aproximadamente 22 toneladas de plásticos desechables, solamente en la limpieza costera que se llevó a cabo en las Islas Galápagos. Debido a situaciones como esta, la ONU proclamó la guerra contra los plásticos de uso único, como medida de mitigación a los efectos de cambio climático, protección ecológica y salud de comunidades vulnerables.
El Archipiélago de Galápagos es el punto turístico más visitado en Ecuador. Fue declarado por la UNESCO Patrimonio Natural de la Humanidad en 1978, con el propósito de preservarlo como ícono de la cuna de la evolución. Las islas tienen una de las mayores diversidades ecológicas en el mundo, pero hoy, debido a la amenaza de la contaminación por plásticos, las especies y ecosistemas se ven en riesgo.
La problemática del plástico es un conflicto mundial. Se debe a los patrones de consumo mantenidos durante los últimos veinte años, y a la ausencia de productos alternativos al plástico en el mercado. La humanidad ha caído en este pecado por comodidad, y por falta de compromiso de las empresas que producen lo que consumimos, precisamente por brindarnos más comodidad. En círculo vicioso lo desechable es más atractivo, y por ello su producción crece a ritmos vertiginosos, imparables.
El plástico es un material que tiene varios beneficios, como su impermeabilidad por ejemplo. Sin embargo su durabilidad, característica que lo hace especial, es la otra cara de la moneda, un arma de doble filo. Producir y consumir artículos cuyo uso será prolongado en el tiempo es sensato, y vale la pena; pero cuando este concepto se aplica a elementos desechables, cuyo uso no sobrepasa un día, como fundas o botellas plásticas, es un insensato error.
Por su composición química los plásticos no se degradan, se fragmentan, se rompen en pedazos microscópicos y se convierten en micro plásticos que silenciosamente se infiltran en nuestros ciclos y sistemas naturales. Dicho de otra manera, los químicos que filtra el plástico se quedan en el agua y en la tierra de nuestro ecosistema, y así, todos los seres vivos del planeta los ingerimos a través de nuestra cadena alimenticia.
Sobre esta nefasta realidad se ha hablado mucho, y esa lucha finalmente ha provocado reacciones formales a nivel de norma legal, en cuanto a las acciones que se deben adoptar para proteger el entorno de las maravillosas Islas Galápagos. En abril de este año entró en vigencia la resolución que restringe el uso de los cuatro implementos plásticos que mayor impacto tienen: sorbetes, fundas desechables, envases de polietileno (espuma-flex, “spumaflon”), y botellas no retornables.
La normativa fue impuesta con el mismo criterio implementado alrededor del mundo, en lugares como Estados Unidos, Francia y Chile entre otros, donde se exige la eliminación de su uso en negocios tipo restaurantes, hoteles y supermercados que operen en las islas, especificando la fecha en la que la restricción se hizo efectiva. En Galápagos no hay sorbetes desde el 22 de mayo, ni fundas desde 21 de junio, ni espuma-flex desde el 21 julio, ni botellas no retornables desde el 21 de agosto. El maltrato del plástico al medio ambiente de las islas es historia.
Para reemplazar estos artículos hay soluciones bastante simples, por ejemplo bolsos de tela, canastos, termos de aluminio o acero inoxidable, y sin duda es factible tomar líquidos directamente desde el vaso, sin sorbete, como lo hacemos en casa. El lema #SinSorbetePorfavor ha tenido gran efecto de contagio, ahora se escucha cada vez más con frecuencia en todas partes.
En el caso de Galápagos, la restricción de estos productos implica que los locales mencionados no los podrán proveer a sus clientes, y prohíbe también el ingreso de productos con estas características a las islas, con estrictos controles en puertos y aeropuertos. Esta transición hacia un control permanente sobre los plásticos significa proteger su patrimonio para las futuras generaciones, paralelamente convirtiéndose en ejemplo para el resto del país.
Quito y Guayaquil trabajan en ordenanzas para regular el uso y distribución de plásticos de uso único. Al ser ciudades más grandes, los períodos de regulación se han extendido para cumplirse a lo largo de un par de años, y, al mismo tiempo, la Asamblea Nacional revisa una propuesta de ley para regulación y prohibición de estos plásticos en el país.
Es imperativo reflexionar en que estos cuatro elementos están diseñados para ser desechados inmediatamente. Tienen vida útil de aproximadamente 10 minutos, y a pesar de que es obvio que algo que vive tan poco debería ser innecesario, es uno de los artículos más usados en el mundo. Están constituidos por plásticos de baja densidad, y por ello no clasifican como reciclables, de tal manera que se convierten en un desperdicio, que además está mal manejado, porque lamentablemente Ecuador no tiene la infraestructura para reciclarlos de manera apropiada, y por ende, la gran mayoría termina en el mar. Galápagos es el primer paso que debería abrir el camino para el cambio.