Por Caridad Vela
La destreza para desempeñar varias funciones a la vez caracteriza al género femenino. Así ha sido a través de los siglos. Decir mujer ejecutiva, mujer madre, mujer ama de casa, es como describir a tres personas diferentes, cuando es realmente la comunión de varios factores que completan a un ser humano. ¿Por qué los hombres no son así? Seguramente porque la generosidad de la vida decidió que entre los dos géneros debía uno ser más fuerte, para complementar al otro y vivir en armonía.
Lo dicho suena a cliché, incluso me molesta un poco escribirlo. No entrevisto a Gabriela por ser el compendio de esas cualidades que son intrínsecas en las mujeres. La entrevisto por ser quien es, más allá de ser mujer.
Aprovecho que el Diario La Hora está celebrando su 40 aniversario para conocerla más a fondo. Aprovecho que acaba de ser nombrada Presidenta del Comité Ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) para entender cómo piensa. Aprovecho que pertenece a la nueva generación de profesionales para deshilvanar el momento que vive.
¡Cuatro décadas de La Hora!
Así es, 40 años muy rocosos. Años de bonanza, de crecimiento económico, de esfuerzo y lucha para salir adelante sin sacrificar los principios que mi padre estableció el primer día. En 2020 nos sorprendió la pandemia, y a partir de ahí me hice cargo del diario. Se convirtió en mi proyecto de vida, y si bien parecería que fue una decisión impulsiva, la realidad es que después de once años de vivir en el exilio, había decidido volver a Ecuador para trabajar en La Hora.
¿En el exilio?
Vivimos siete años en Argentina y cuatro en Estados Unidos. Fue un autoexilio, dura decisión tomada cuando el expresidente Correa, muy temprano en su gobierno, empezó a atacar al diario. La Hora siempre fue muy fuerte, muy crítica, frente a los atropellos que empezaron a darse contra las instituciones del país. Primero fue el Banco Central, luego la Junta Monetaria, siguió el ataque a la justicia, la corte de los manteles… En nuestras páginas hemos defendido siempre el estado de derecho, las leyes y la democracia, y por hacerlo fuimos amenazados.
¿En esa época tú escribías para La Hora?
Soy periodista, pero en ese entonces no escribía sobre temas políticos. Me dedicaba a la edición del diario, pero muy pronto el ex presidente Correa y muchos de sus funcionarios se dieron cuenta que el punto débil de mi papá era su familia, sus hijos, y al yo ser mujer, era más vulnerable. La persecución fue sistemática.
¿A qué te refieres?
Me quitaron mi casa. Llegaron a mi domicilio con tanques de guerra, con el GOE y el GIR armados con metralletas. Yo estaba embarazada y tuve que afrontar la situación. Nunca nos dijeron la razón de la incautación, nos tocó investigar para entender, y descubrimos un montón de resoluciones absolutamente inventadas, arbitrarias e ilegales. Hasta ahora no me la devuelven, estoy peleándola todavía.
¿Ese fue el detonante que te llevó a salir del país?
Fue una decisión de supervivencia. Estaba recién casada y embarazada. Como familia decidimos que lo lógico era salir del país, empezar en algún otro lugar para que el diario continúe en su línea editorial de oposición a lo absurdo del gobierno, y que mi papá tenga la libertad de defender la democracia sin miedo. Fue un golpe muy duro para muchas familias, porque no fuimos los únicos perseguidos. Está el caso de Galo Lara, de El Universo, Guadalupe Llori, muchas otras personalidades visibles y decenas de personas que fueron sujeto de ataques indiscriminados.
¿Qué te impulsó a regresar?
La necesidad de recuperar las raíces y arraigar, combinada con una transición política que se presentaba más estable en lo jurídico, más segura, más tranquila. Fue en 2019. El tiempo pasa, crecen las hijas, y cuando vives en el exilio tienes que tomar decisiones relacionadas con el sentido de pertenencia. ¿Cortas tus raíces originales? ¿Arraigas en otro país? No me cabía en la mente asumir otra cultura como mía, convertirme en nativa de un lugar en el que no nací. Mi madre había fallecido, mi padre seguía en La Hora, ese valioso legado suyo es una institución que debe permanecer en el tiempo, y asumí la responsabilidad de adaptarlo a la nueva era que llegó más rápido por el impacto de la pandemia.
¿Cómo enfrentas el desafío?
Ha sido un cambio tan radical que a veces lo comparo con la transición entre las carretas jaladas por caballos y la llegada de los automóviles. Es un cambio de tecnología, de cultura, de forma de trabajar. Éramos una empresa que vendía información en papel y había que reinventar todos los procesos del modelo de negocio. El valor de los medios de comunicación impresos era el acceso a las audiencias, el poder de generar conexión entre el cliente y el lector. Eso ya no existe porque las audiencias son universales, están en todas las redes sociales. De ahí que las preguntas son ¿cuál es mi valor, a qué audiencia estoy hablando?
Y la respuesta es…
Los medios de comunicación somos intermediarios, llevamos la noticia desde el originario hasta el destinatario. El valor que ahora aportamos a las marcas es nuestra reputación y la reputación que los clientes construyen a través nuestro. La defensa de la democracia y de los derechos, la búsqueda de un país con reglas en el que podamos trabajar en paz, construir un patrimonio material, intelectual o académico y dar a tu familia un futuro mejor, son principios comunes, transversales en un sector empresarial y un sector de la población.
¿Esos son los clientes que atraes?
Esos son los ideales que defendemos, las marcas que nos acompañan se identifican con eso, y con ellos queremos generar alianzas y hacer eco de sus mensajes publicitarios o de comunicación. Ya no se trata de tener el monopolio de las audiencias, se trata de establecer una plataforma de confianza en la que hay principios que no se ceden.
Hablas de un intangible que no será fácil rentabilizar…
En principio nada es fácil. He buscado la forma de obtener fondos para reinvertir y crecer, y no ha sido fácil. Muchas veces me pregunto si estoy en el camino correcto. El sacrificio es enorme, pero le tengo fe a este proyecto porque aporta muchísimo, por ejemplo a las comunidades donde no hay medios independientes que informen sobre lo que pasa en el país del que son parte, y a su vez informen al país de lo que sucede en esas comunidades.
¿Mantienes los periódicos locales?
Tenemos presencia física, equipos periodísticos y comerciales propios en nueve provincias del país. Dejamos de imprimir durante casi dos años, pero hemos retomado la impresión en todas esas zonas, menos en Quito, porque en ciertas provincias hay una necesidad real de leer en papel, la gente confía más en la noticia impresa. Paralelamente tenemos una lista de difusión por WhatsApp que supera los 32.000 suscriptores. Nuestra página web tiene 130.000 visitas diarias y en redes sociales superamos dos millones de seguidores. Son audiencias muy interesantes, muy diversas, y gracias a la tecnología podemos hablarles en el lenguaje que es familiar a cada una de esas audiencias.
Cambiando de tema, acabas de ser nombrada Presidente del Comité Ejecutivo de la SIP. ¿Cómo recibes ese nombramiento?
Es un cargo de mucha responsabilidad que tiene un rol muy activo en el desarrollo de políticas de la SIP. Estamos en un momento de radical importancia porque toda nuestra industria está en proceso de adaptarse a los tiempos y a la tecnología, y paralelamente reformar su misión para acoplarse a este nuevo mundo post pandemia. Trabajo muy de cerca con todas las comisiones, reporto al presidente de la organización, que en este momento es Michael Greenspan del New York Times, y a los socios. Además actúo como enlace entre la directiva y los miembros.
¿Cómo está integrado el Comité Ejecutivo que presides?
Lo integran los ex presidentes de las SIP, personas que son historias vivientes, testigos de los aconteceres mundiales, y también por los presidentes de las diferentes comisiones. De hecho, fui Presidente de la Comisión de Socios de la SIP, trabajando para mantener e incorporar nuevos socios. Pero más allá de gestionar acciones que apuntan a la protección de los derechos de libre expresión, hacemos también muchísimo trabajo en educación, capacitación, reconocimientos, y otras aristas relacionadas que son muy importantes.
¿Cuántos medios de comunicación forman parte de la SIP?
La SIP es una organización que tiene 78 años. Tradicionalmente fue una sociedad que agrupaba a los dueños de los periódicos de América, y ha sido muy fuerte en cumplir su misión: la defensa de la libertad de prensa en las Américas. La SIP tiene hoy alrededor de 1.100 publicaciones miembros, y ha evolucionado de ser una asociación de dueños de periódicos para admitir a plataformas digitales, canales de televisión y radios.
Casi ocho décadas…
Es una organización que ha seguido muy de cerca el desarrollo de la historia de las democracias en América Latina, y la ha peleado. En 2019 hicimos una misión a Washington y nos reunimos con miembros del Senado, del Departamento de Estado, con Almagro en la OEA, con los directivos del Washington Post, para entender cuál es la posición norteamericana respecto de la defensa de la libertad de expresión y la libertad de prensa. También fuimos a Managua donde había dos periodistas presos: Miguel Mora y Lucía Pineda, pusimos muchísima presión con las organizaciones de la sociedad civil y la Iglesia Católica, y al final de la semana fuimos testigos de su excarcelación. Hoy no hay dos periodistas presos en ese país, lamentablemente hay once. Las estadísticas son impactantes. Desde 1987 sumamos más de 600 periodistas asesinados en América Latina, 14 de ellos en Ecuador.
¿Qué hacer respecto a esos crímenes?
Se hace un trabajo muy cercano con los gobiernos para luchar contra la impunidad, porque al final del día, cuando un crimen queda impune, envías un mensaje de que no importa, y minimizas las consecuencias que tiene la falta de libertad de prensa para reforzar las democracias. Hemos llevado algunos casos a las cortes internacionales, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y se han obtenido fallos favorables en los cuales se aplica un sistema de reparación a las familias, y se exige a los estados a implementar mecanismos de protección para los periodistas.
¿Hay una verdad absoluta sobre dónde empieza y dónde termina el derecho a la libertad de expresión?
Hay una corriente de pensamiento que afirma que las libertades hay que limitarlas con más fuerza, mientras que la postura más liberal del Estado de Derecho defiende las libertades del individuo, incluso por encima del concepto del beneficio colectivo. Cuando tienes una democracia con una población educada, que tiene acceso a una diversidad de medios de comunicación, tienes individuos que podrán discernir la información y decidir por dónde van los hechos. Podríamos hablar cientos de horas sobre la verdad y los derechos, lo cierto es que existen leyes y hay que respetarlas, pero para respetar a quienes dirimen los conflictos en términos de legalidad, como son el sistema judicial o la Corte Constitucional, necesitamos tener una justicia independiente, libre de ataduras.
¿Dónde está la línea que separa la libertad de expresión y el ametrallamiento mediático?
Hay una una línea muy delgada y gris entre lo que es opinión y lo que es información. Eso es real, pero el peor de los escenarios es pretender que se pongan normas que dicten qué es opinión y limiten la información. Mientras más la limitas, más sujeto estás a la arbitrariedad del poder público. Esas normas las vimos en la época de Correa, y en esos casos el juez no fue un organismo constitucional, fue Correa. No podemos estar sujetos al estado de ánimo de una autoridad que decide entablarte un juicio y quebrar al medio de comunicación. Esa experiencia ya la vivimos y fue nefasta.
¿Cómo regularla?
Una audiencia educada no se dejará engañar, al final del día en sus manos tiene la libertad para elegir qué medios atender y cuáles no. También está el tema de la autocensura que aplicamos muchos medios de comunicación, pero cierto periodismo que hay en Ecuador y en muchos lugares de la región, se acerca más al activismo que al periodismo. Ese no es nuestro estilo. El discurso que enseñan en las facultades de periodismo sobre objetividad en la información es irreal. La objetividad no existe, los estudiantes se darán cuenta de ello apenas empiecen a trabajar porque todos tenemos una línea de pensamiento. Lo que sí existe son los principios, y no se los puede traicionar.
¿Qué principios defiende La Hora?
Nuestra línea editorial es la defensa de la Constitución, y si está equivocada, porque tiene muchísimos errores que deberían corregirse, pues hay que cambiarla con los mecanismos que nos otorga la ley, pero de momento es lo que hay, y debe ser respetada. Somos liberales en lo económico y en lo político, y ahora nos hemos hecho bastante feministas porque veo una sociedad que todavía no da a la mujer las oportunidades y las libertades que tienen los hombres, y es nuestra responsabilidad defender las libertades del individuo.
¿Qué opinas de los medios digitales?
La competencia es vital a pesar de que hay muchas cosas que se pueden criticar. Nosotros no hacemos el periodismo que hacen los que mayor audiencia tienen, no es nuestro estilo, pero han contribuído a abrir el camino a esta nueva era digital en la información. Algunos incluso son rentables, que es algo que muchos medios que han buscado transformarse no pueden decir todavía. Los medios que nacieron digitales no tuvieron que voltear una cultura ya existente, tuvieron esa visión desde el inicio y por ahí han seguido.
Entre los medios tradicionales El Comercio perdió su protagonismo. ¿La Hora podrá ocupar ese espacio y convertirse en la voz de Quito?
Como periodista quiteña que soy, me parece una tragedia haber perdido esa institución, pero a la vez es también una oportunidad para La Hora. Nuestro proyecto para 2023 es convertirnos en esa voz que de momento le falta a Quito que es la capital política del país. Tenemos lo que hace falta para ocupar ese espacio: 40 años de trayectoria, una misión, visión y línea editorial que se ha mantenido durante cuatro décadas con seriedad y compromiso.
¿Cómo lograrlo?
Queremos fortalecer al sector empresarial, facilitar su comunicación, contar lo que hacen en favor del país. Hay empresas en Ecuador que están absolutamente comprometidas con las ciudades donde están, invierten en educación, en sustentabilidad, en protección al ambiente, es decir, van mucho más allá que solo cumplir con lo que exige la autoridad. Lo hacen con verdadero propósito social, no solamente para lucir bien en los informes de responsabilidad social corporativos. Este aporte de la empresa privada es valiosísimo en términos de solventar las desigualdades para evitar los problemas sociales que ahora experimentamos, y mientras más pronto sembremos, más pronto cosecharemos.
Es decir, ¿dar ejemplo con buenos ejemplos?
Exactamente. Viví fuera del país casi toda mi vida adulta y me ha costado reconectar con el empresariado, pero he tenido maravillosas oportunidades de visitar distintas empresas y conocerlas por dentro. Esas empresas son las que quiero atraer, quiero comunicar sus buenas prácticas con el objetivo de que otras aprendan y las apliquen. Creo que es el momento oportuno porque hay en el país un despertar general, en la sierra con la urgencia que puso el estallido social, y en la costa con el sicariato y el narcotráfico. Colombia venció esa terrible crisis con una unidad empresarial, nosotros también podemos hacerlo.
¿Qué te deja el año que está por terminar?
He tenido conversaciones con especialistas en salud mental y el consenso es que el panorama post pandemia es muy comparable a una época de posguerra. A nivel personal y empresarial, el desafío que he tenido este año es dejar de vivir con ese sentido de supervivencia y adaptarme nuevamente a la normalidad. En lo personal también fue una época muy dura que me enseñó a valorar la estabilidad y la familia. Crecí pensando que lo podía todo, ahora sé que solo hay 24 horas en el día y que el tiempo es el recurso más preciado que tenemos. El 2022 me dio la oportunidad de abrirme, de absorber emociones, y me regaló una oportunidad espectacular para dar ejemplo a mis hijas.
¿Qué esperas del 2023?
El comienzo de la nueva etapa. La pandemia nos dejó fortalecidos, estamos muchos mejor armados y preparados por si llega otra crisis. Tenemos los pies en la tierra, sabemos dónde estamos y hacia dónde caminaremos en el futuro. Este próximo año trae para nosotros muchísimas oportunidades, inicia una época para mirar nuevos proyectos y consolidar el trabajo que venimos realizando. Además se anticipan interesantes cambios en el mapa político del país con las elecciones seccionales.
¿Y en lo personal?
En lo personal llegó la hora de poner en práctica tantos años de estudio, siento que estoy preparada para hacer una diferencia. El nombramiento de la SIP me agarra en una época en la cual no me sobra el tiempo, pero las oportunidades se presentan cuando se presentan, y está en mí tener la habilidad de reconocerla y tener la tenacidad para sacar todo el provecho posible. Estoy en un punto de la vida en el que estoy consciente de que nadie hará las cosas por mí. Si quiero un país con libertades, tengo que defender esas libertades.