Por Lorena Ballesteros
Florencia Ortega Cabrera llegó a su tercera década con una meta cumplida: la de conocerse a sí misma. Después de explorar, probar, intentar, ha entrado en una etapa en la cual se siente inspirada, motivada y satisfecha con su trayectoria personal y profesional.
Hubo una época en la cual Florencia no se sentía cómoda con su cuerpo. Atravesó una crisis emocional producto de su desorden alimenticio, una condición que en ese entonces se percibía como un tabú en la sociedad. Las mujeres no hablaban de sus cambios hormonales, de su sexualidad o de sus emociones íntimas. Florencia no tenía con quien compartir lo que le ocurría. Se desconectó de una parte fundamental de su feminidad, la dejó colgada por un tiempo, hasta que finalmente emprendió un camino de sanación. Con valentía, con decisión, puso en pausa muchos de sus planes para enfocarse únicamente en su bienestar.
Actualmente sus aspiraciones profesionales están encajadas entre dos mundos absolutamente distintos, pero no excluyentes. Por un lado está Stara, la marca de productos de cuidado personal 100% naturales que desarrolló con su socia Montserrate Arroyo; y por otro, Carrera Propiedades, negocio inmobiliario al que se dedica con Juan Pablo, su esposo, y con Laura Cabrera, su mamá, que es un referente en el mercado de los bienes raíces en Quito. De ese ejemplo se ha nutrido siempre Florencia. Tanto su papá, Germán Ortega, como su madre, sembraron en ella las semillas de la responsabilidad, de la curiosidad, del emprendimiento y empoderamiento, una combinación que va dando sus frutos.
Su historia se ha ido forjando por etapas. Al terminar el colegio decidió seguir la carrera de Arquitectura en la Universidad San Francisco de Quito. Sus hermanos mayores, Adolfo y Laura María, habían dejado el nido medio vacío para estudiar en el extranjero, pero ella apostó por quedarse cerca de su mamá. La relación que mantienen le ha dado estructura y seguridad a lo largo de los años.
Florencia siempre se ha caracterizado por ser una mente creativa, y por ello la arquitectura se perfilaba como un camino evidente en su vida. Juan Pablo, quien entonces era su novio, también estudió la misma carrera. Curiosamente, ninguno de los dos se mantuvo en ese camino profesional.
Comenzó como pasante en el departamento de diseño interior en Uribe Schwarzkopf. Integró el equipo a cargo de los Yoo, Quito y Cumbayá, y gracias a esa experiencia trabajó de cerca con el aclamado diseñador francés Philippe Starck. A la par aprendió sobre manejo de proveedores nacionales e internacionales. Como bien dice ella, “fue enseñanza a la vena”. Lo que arrancó como una pasantía llegó a convertirse en una relación laboral de más de tres años. Fueron años felices, pero había dentro de ella un vacío que no conseguía llenar. Pero, en la vida nada ocurre por casualidad, de repente se vio obligada a renunciar.
Tenía pocos meses de casada y a su esposo se le presentó la oportunidad de abrir un concesionario de vehículos en Guayaquil. Juan Pablo, que había colgado los guantes de la arquitectura, estaba vinculado al negocio familiar: Carrera Autos. Así, con la clara posibilidad de mudarse al puerto principal, Florencia dio un paso al costado y se alistó para escribir un nuevo capítulo en su vida. Sin embargo, la mudanza a Guayaquil se retrasó y nunca llegó a concretarse.
En ese limbo hizo una introspección sobre el siguiente paso. Aunque no lo tenía claro, sí tenía la certeza de que no quería abrir una firma de diseño arquitectónico ni ofrecer sus servicios profesionales en ese campo. Por su parte, Juan Pablo le planteó un negocio: 1800-exonerados, dedicado a ofrecer vehículos de lujo a personas con carné de discapacidad. Aceptó un cargo comercial sin haber tenido experiencia previa en ventas, ni tampoco en el mercado automotriz. Pero, como dice el dicho, “nadie nace sabiendo”, se aventó al agua.
Estuvo involucrada a tiempo completo durante un año. Creó una página web, cuenta de Instagram, lanzó campañas digitales para generar leads. Su relación matrimonial fluyó tan bien como siempre y el trabajo no se interpuso entre ellos. Lastimosamente, a finales de 2019 se presentaron denuncias con respecto a la circulación de carnés de discapacidad falsos en el país, y aunque 1800-exonerados nunca atendió un caso de estos, fue evidente que esta situación afectó al mercado en general.
Florencia tiene una sensibilidad especial. Es de esas personas que cierra círculos, que acepta los cambios, que necesita retos que la desafíen constantemente. Por eso, cuando terminó su paso por la arquitectura y el negocio de los vehículos exonerados, comprendió que era el momento de mirar hacia adentro. Su tío Rodolfo jugó un papel fundamental en su introspección. Él, como profesional en el manejo de crisis, le dio herramientas para hacer de la suya una oportunidad. Florencia no podía continuar en la búsqueda del sentido profesional si no conectaba primero con su yo interior.
Rompió vínculos con la medicina tradicional, estudió nutrición holística y funcional, y comprendió la relación que existe entre salud nutricional y hormonal. Y fue en ese momento que todo se alineó. Trabajó en terapias para equilibrar su salud emocional.
Pero Florencia no podía conformarse con el trabajo interno que había realizado, había que dar un paso más. Se preguntó cuántas otras mujeres han atravesado situaciones similares a la suya: desórdenes alimenticios, hormonales, afecciones emocionales que no permiten proyectarte a largo plazo.
Así decidió grabar su primer podcast. Con el propósito de mostrarse sin máscaras cambió de personal a pública su cuenta de Instagram. Generó contenido enfocado en la energía femenina y creó un taller virtual que conectó con seguidoras de otros países del mundo. “Fue liberador quitarme etiquetas, aceptar que un título universitario no me valida ni me condiciona a que debo ser Florencia Ortega arquitecta. Decidí que era más importante darle validez a mi historia personal”.
Si bien la impartición de talleres virtuales le abrió un nuevo rumbo, Florencia visualizó que nuevamente podía dar un paso más. Quería crear una marca consciente, alineada con sus enseñanzas, entregar a su público un tangible. Fue así como nació Stara, emprendimiento que desarrolló con su socia Montserrate.
El nombre hace alusión a la diosa mesopotámica de la sensualidad. Se trata de una línea de productos de cuidado personal completamente natural. En su afán de reconectar con la feminidad descubrió que las hormonas sintéticas que provienen de métodos anticonceptivos o de químicos que ingresan al cuerpo a través de cremas, desodorantes, líneas capilares, perfumes, etc, intoxican el organismo. Stara está por salir al mercado (venta digital). Hasta el cierre de esta edición ya se había realizado el prelanzamiento dirigido a 15 mujeres que han sido una inspiración para Florencia en los últimos años.
Como en su vida todo ocurre al mismo tiempo y con una razón de por medio, Stara no es única ocupación. Florencia, su esposo y su mamá se aliaron para crear Carrera Propiedades, un giro de negocio de bienes raíces que combina el know how de Laurita y la estructura empresarial de Carrera Autos.
Florencia ha aportado con sus propias ideas, con su habilidad para conectarse en el mundo digital para ahora entender el mercado inmobiliario. Se enfocan en propiedades del valle de Cumbayá, Tumbaco y Puembo, y actualmente se encuentran promoviendo lotes urbanizados en San José Haciendas, proyecto ubicado en Cayambe. Su público objetivo pertenece a un segmento exclusivo, con alto poder adquisitivo, que tiene gustos muy particulares.
Como Florencia cree en la profesionalización, acaba de sacar su licencia en bienes raíces y está lista para zambullirse hasta el fondo en esta piscina. Con su historia busca inspirar a otras mujeres a que nunca dejen de retarse a sí mismas, a emprender, a probar, a dejar de temer. Experimentar hasta encontrar un propósito es el camino que ha enrumbado la vida de Florencia.