“Cualquier espacio que se diseña
tiene que ser un placer para vivir y disfrutarlo, es ahí donde se habla
de sentir la sensualidad en la arquitectura”
Felipe Londoño, arq.
Imposible escribir sobre la trayectoria profesional del arquitecto Felipe Londoño sin mencionar su pasión por la estética, la importancia de la iluminación en los ambientes, el juego de volúmenes en edificaciones, la sabiduría en la elección de materiales, su amor por la profesión, y sobre todo sin resaltar su mayor esfuerzo: reflejar conocimiento y experiencia para impactar en el ser humano, en su calidad de vida y su entorno.
Felipe llega muy joven a Ecuador desde su natal Colombia, y queda maravillado por el mágico cielo azul de Quito. Ese cielo que brinda alegría y una espléndida luminosidad a la ciudad, es el que le ha inspirado para crear distintas sensaciones espaciales en los proyectos que desarrolla. Tanto lo cautivó, que a pesar de su acento colombiano es un quiteño más. Se quedará para siempre, porque su obra trascenderá en el tiempo como testigo de los aciertos en su vida profesional.
Varias páginas de esta revista se han llenado con su obra. Edificios, casas de ciudad, de campo y de playa, departamentos y más, son muestra del fino y acertado trazo que brota de su inspiración. En diversas ocasiones, acompañados de un café o una copa de vino, hemos compartido extensas conversaciones. Es mucho lo que él ha aprendido a través de los años, y es mucho lo que deja revoloteando en la mente de los nuevos profesionales.
Su genialidad en arquitectura, en proporciones volumétricas, desarrollo urbano y relaciones humanas lo convierten en un profesional a carta cabal. Su paso deja huella en el paisaje del país a diestra y siniestra con diseños originales, cálidos y acogedores, que aportan al buen vivir de quienes confían en él la materialización de sus anhelos. Si bien estas letras pretenden provocar en el lector un retrato que resuma su obra, es evidente que tras 45 años de profesión mucha tinta se requeriría para dar fe de lo construido. Más allá de los ladrillos y el hormigón, lo que lo convierte en un arquitecto de época es lo conceptual de su diseño. Para enfocarnos en eso hemos revisado las páginas escritas y las amenas conversaciones compartidas. Va un corto compendio.
Desde pequeño tuvo mucho interés en dibujar y construir casas con balsa, esas fueron sus primeras maquetas. Nunca dudó de estudiar arquitectura. Su creatividad y gusto por el dibujo son heredadas de su tatarabuelo, quien fue el primer arquitecto colombiano, y con esa carga genética siguió la dirección a la que su instinto apuntaba. Recibió educación 100% anglosajona, vivió en Boston y las zonas aledañas durante diecisiete años, pero la añoranza por Latinoamérica, por las montañas y los eucaliptos, hizo que regrese a sus raíces. La vida lo trajo a Ecuador, y aquí lo dejó.
Su estilo viene matizado con la riqueza de experiencias acumuladas durante su vida, dando como producto un compendio de adaptaciones culturales flexibles según el medio en el que se encuentra. Evoluciona, descubre a cada paso, su creatividad pasea entre arquitecturas coloniales y diseños de vanguardia en los que surgen espacios pulcros y limpios, que no olvidan su historia pero se proyectan hacia el futuro, resaltando siempre el gusto por la vida.
Una profunda investigación precede al diseño. La magia del entorno lo inspira, presta mucha atención al lugar donde nace y se esconde el sol, a los vientos y las maravillas visuales que se despliegan en el paisaje. Siendo la tierra el centro, toda esa naturaleza en derredor acogerá al nuevo hogar que empieza a nacer en su mente. Aprovechar estas bondades hace posible la mimetización entre obra y paisaje, y cuando hay factores en contra, la alternativa es un diseño contrastante para resaltar el proyecto, darle presencia y carácter, en lugar de intentar esconderlo como si fuese un error.
La naturaleza debe actuar en sintonía con el objeto a crearse para lograr los efectos deseados en luces y sombras, para que las formas y los volúmenes se aprecien en la magnitud de las jerarquías que proponen. Las fachadas son el resultado de la distribución de espacios interiores, y en ellas se producen cambiantes juegos gracias al tránsito del sol sobre sus texturas. Al mismo tiempo, en espacios interiores, la iluminación natural genera una riqueza plástica y ambiental tan impactante que da vida a ese vacío que encierran las paredes. Todo influye y se complementa en la fase de diseño, del exterior hacia el interior, y viceversa. Su magia está latente.
Los materiales y su elección son punto aparte. Se eligen los autóctonos, propios de la zona, y se convierten en el complemento que engloba el concepto general. Piedra, ladrillo o madera, combinadas con elementos en hormigón visto, son materiales que están presentes en la mayoría de sus propuestas. Estos elementos, se conjugan a la perfección para acoger a grandes ventanales que dan calidad visual, calor de hogar y armonía a todo el conjunto.
Y así, en una sucesión de aciertos, su arquitectura ofrece una secuencia de emociones que motivan los sentidos de quien ingresa a cada espacio. Si bien la tendencia actual es hacia diseños planos y poco sensibles, Felipe rompe esquemas apelando a las emociones para provocar situaciones extraordinarias, dando como resultado el cumplimiento de su objetivo principal, cual es el cambiar la calidad de vida de quienes habitan los espacios creados.
La satisfacción de sus clientes avala su trayectoria, ese es su más valioso activo. Las relaciones empiezan por el vínculo profesional y decantan en amistades verdaderas, de esas que brotan con la autenticidad que surge de la confianza. “El concepto entra por los ojos antes que por los oídos”, comentó en una ocasión, y seguidamente se mostró agradecido por ese don de ser buen dibujante que la vida le regaló, pues mientras escucha va plasmando ideas en el papel, trasladando palabras sueltas en líneas concatenadas para explicar su propuesta, de tal manera que sus clientes logran visualizar el proyecto. Presentar una arquitectura con sentido, ser conceptual en el planteamiento y sensitivo en su desarrollo, para él es como contar un cuento. Así de fácil.
La arquitectura es su pasión, pero si no manejaría conceptos de desarrollo urbano como lo hace, el éxito se habría alejado de él. Muchas horas ha dedicado a pensar en el espacio público, en la ciudad, en cómo afecta la obra por construir al conjunto de obras existentes, y en cómo la planificación adecuada anticipa un efecto positivo en la vida de la gente. Su preocupación constante es influir correctamente sobre ese urbanismo para que la ciudad sea un espacio de convivencia, para evitar que las futuras generaciones tengan que volver a empezar de cero para lograr sentido.
Es amante de los espacios verdes que invocan paz e invitan a ser disfrutados. Los incluye en generosas jardineras interiores, o resalta maravillosos ambientes naturales exteriores que se aprecian desde varios ángulos a través de grandes ventanales. Lo cambiante de la naturaleza emociona, y Felipe atrapa esas emociones para integrarlas a la cotidianeidad del diario vivir. Su ingenio incorpora la naturaleza en su obra, entrelaza sus efectos de maneras singulares para causar emociones.
Tras varios años de trayectoria, el nombre de Felipe Londoño resuena con fuerza. Goza de un reconocimiento público ganado a pulso, y la gran demanda por su trabajo lo lleva a asociarse con Mario Mantilla, hábil arquitecto de origen chileno, que se convirtió en su socio y complemento profesional. Mario, al igual que Felipe, llega a Ecuador muy joven, lo cautiva la magia del país y el potencial de desarrollo en una ciudad como Quito.
Sus experiencias profesionales se funden en los mismos conceptos. La luz natural en los ambientes creados, el uso de materiales que resalten los volúmenes propuestos y su armonía con el lugar donde se implantan los proyectos, son fundamentos básicos en la arquitectura de Felipe, y van de la mano con el espíritu creativo de Mario Mantilla, que complementa el proceso de diseño aportando con fresca creatividad e incomparable profesionalismo. Juntos conforman el estudio Londoño Arquitectos, que lleva cerca de dos décadas de reconocida trayectoria gracias a la colaboración de importantes profesionales con especialidades en arquitectura, diseño y construcción.
Y es así como, tomando prestadas las palabras de Felipe, “se siente la sensualidad en la arquitectura”.