Guayaquil
Por: Fanny Lyliana Merchán
Fátima Gavica de Di Blasio es una mujer maravillosa, tanto física como espiritualmente. En esta entrevista se muestra tal como es: transparente, abierta, equilibrada y feliz. La arquitecta y diseñadora de interiores, casada con el afamado pianista argentino Raúl Di Blasio, nos recibe en su casa en la Vía a Samborondón.
El terreno de 2.000m2 lo adquirió hace 9 años. Cuando inicialmente realizó los planos su arquitectura fue más conservadora, pero mientras avanzaba con la construcción de la obra hubo cambios en su vida. Empezó a apreciar la ligereza, y por supuesto esto se reflejó en la decoración minimalista. Con el paso de los años, Fátima optó por ir adecuando su casa poco a poco, al paso de la evolución que iba dándose en su vida.
Un camino adoquinado permite llegar desde la puerta principal hasta el porche, y admirar el amplio jardín y las palmeras que dan un toque particular al espacio. Ya en el hall, una maravillosa mesa de vidrio se adorna con algunos de sus objetos decorativos preferidos: libros, velas y flores naturales. Al lado izquierdo se observan inmensos cuadros de autoría del pintor ecuatoriano Héctor Ramírez y, del otro lado, el flamante piano color madera de su esposo.
Unos pasos más adelante está la sala principal con espacios amplios y abiertos. Hacia la izquierda, una chimenea concebida por una cercanía personal con la época navideña, y dos sofás grandes junto a distintivos almohadones en tonalidades blanco y negro que resaltan por sus llamativas texturas. Butacas blancas con detalles en sus laterales, y una mesa central de forma rectangular con sus respectivos adornos, completan el escenario.
“En la planta baja está el área del bar, estudio, cocina, y comedor. La vista hacia el río es privilegiada desde cualquier punto de la sala. En la parte exterior, la piscina construida de una forma singular, en curvas, con una isla en el centro del agua, evoca la idea de una laguna que suele ser el lugar ideal para desconectarme de la rutina. También hay un área con un comedor exterior donde desayunamos en familia, junto a mis tres hijos. Los fines de semana practico yoga, y en soledad aprovecho este silencio tan reparador”.
Recorremos la casa y llegamos a una galería diseñada especialmente para momentos de índole social. “Aquí solemos recibir visitas y divertirnos en una tarde de música”, comenta Fátima satisfecha, pues su casa es como siempre la imaginó.
Un enorme árbol de samán permanece desde el inicio de la construcción de la casa. Fátima lo conserva con cariño y lo decora en ocasiones especiales con varios chandeliers. “En la planta alta tenemos un hall, la habitación máster, y cuatro habitaciones más: tres para mis hijos, Michelle, Antonie y Samir; y una para huéspedes, todas con vista al río. Además, el cuarto de TV ”.
“Mi casa es atemporal, no tiene una época marcada en cuanto a estilo, pero tampoco es ecléctica, a pesar de que tengo muchos detalles vintage y ciertos rincones minimalistas. Traté de no marcar un estilo definido porque quiero que mi casa refleje mi personalidad, libre y transparente. No soy partidaria de imponer una tendencia, porque soy consciente de que con el pasar del tiempo las cosas cambian, y no siempre es buena idea cambiar todo, sino jugar con los detalles, dependiendo de lo que está en auge”.
Espacios amplios, paredes altas, grandes ventanales, jarrones, velas, libros, esculturas altas y bajas, y portarretratos que evocan recuerdos compartidos en familia son parte de la decoración. “Siempre concebí así mi casa. En la fachada hay ciertas molduras y el techo en tejas, elementos que denotan un estilo clásico. He ido colocando ciertos detalles que aportan calidez y reflejan mi evolución como persona”.
Tonalidades claras, transparencias, y mucha luminosidad natural son aspectos relevantes en la casa de Fátima. “No me gustan las paredes que dividen o separan, soy más afín a los espacios abiertos que se conjugan con las alturas y proporcionan más entrada de luz natural y amplitud. Las transparencias son un detalle importante que me caracteriza, y por ende las uso en casa”.
Fátima sabe sacar provecho al tiempo que permanece en casa cuando no está viajando junto su esposo. “Aquí aprovechamos cada hora del día por la luz natural que se filtra, y la artificial con la que hemos creado espacios encantadores sin importar el horario. A las 12h00 del día hay un ambiente radiante, a las 16h00 otro tipo de calidez, y a las 18h00 un atardecer maravilloso. Siento que tengo una vista favorecida por estar al pie del río y eso es un regalo de Dios. Ya en la noche, me gusta encender las lámparas y crear un ambiente distinto, un poco más íntimo”.
Con respecto a su amor por la arquitectura y al diseño de interiores, Fátima comenta que desde pequeña sintió esa inclinación natural. “Recuerdo que mi mamá ordenaba la casa y yo movía todo. Quizás tenía siete u ocho años y me encantaba crear y cambiar las cosas. Los cartones se convertían en materia prima que cortaba, pegaba y armaba maquetas, casas etc. Estudié arquitectura durante un año, y por cosas de la vida me retiré y me casé por primera vez. Fui madre. Con mi tercer hijo nacido me animé a estudiar Diseño de Interiores, y luego sentí la necesidad de terminar arquitectura. En mi proceso de divorcio retomé la carrera. Fue una época de perseverancia y sacrificio porque mis hijos estaban aún pequeños, pero valió la pena y ahora veo los frutos”.
Las obras que ha realizado Fátima incluyen el diseño de estudios, cafeterías, espacios para varios medios de comunicación y hasta escenografías. “También he tenido la oportunidad de diseñar casas para personalidades nacionales como Flor María Palomeque, y trabajar en detalles de la casa de Gabriela Pazmiño, por mencionar algunos”.
El toque personal que da a su obra es el empeño que pone en rescatar la identidad de cada cliente. “Me gusta seguir la línea de sus gustos personales, pero siempre aportando con algo diferente. Soy de la mentalidad de que ‘si puedo crearlo, para qué copiarlo’, y eso lo aplico mucho en mi trabajo y me ha dado buenos resultados”.
A Fátima le cautiva la fotografía, los caballos y la naturaleza; se muestra en la conversación transparente y auténtica. Indagamos más sobre su personalidad y dice estar muy a tono con el equilibrio natural de las cosas y sus tiempos. “Soy respetuosa con mi entorno, con la gente, con el equilibrio en la vida, y busco siempre que las cosas fluyan”.
Su ritmo de vida está lleno de viajes, pero el tiempo que permanece en Ecuador lo disfruta al máximo junto a sus hijos y amigos cercanos. “Viajamos mucho, casi siempre acompaño a Raúl. En pocos días volveremos a Miami y luego estaremos en México, Guatemala, etc. Sin embargo, los fines de semana que permanecemos acá somos muy caseros, y los domingos cocinamos, pasamos en pijama, vemos películas, o al final del día optamos por salir a cenar”.
Para finalizar preguntamos sobre la relación con su esposo, el maestro del piano, Raúl Di Blasio. “Él es mi satélite, mi compañero, y nuestro plan es continuar la vida juntos, muy posiblemente desde el próximo año en otro país donde pueda seguir explorando y enriqueciéndome de conocimientos. Pienso abrirme camino en Estados Unidos, donde ya estoy trabajando en ciertas cosas. En el 2018 estaré ya más asentada, pero siempre junto a él.”
Sin duda, Fátima brilla por si sola, su empuje y sus ganas inquebrantables por vivir son remarcables, y es por eso es que, con la vitalidad y juventud que la caracterizan, piensa poner en práctica otra de sus pasiones: el diseño de modas, una faceta en la que sin duda también se reencontrará con el éxito.