Por María Gracia Banderas
Corresponsal Madrid
Fotos © Shutterstock
Tan solo cruzar la puerta y dar una vuelta de 360 grados es como transportarse en la historia. Si deja volar un poco la imaginación, en unos segundos sentirá haberse adentrado en un bosque encantado que abraza los jardines de la Reina de Corazones y el estanque en el que cisnes brillan a la luz de la luna.
En este lugar, si mira y escucha con atención, los árboles le hablarán de la sabiduría de batallas vencidas; los intensos colores de las flores narrarán las historias de amor más intensas, y cada elemento empleado en las distintas edificaciones sorprenderá al más exigente de los arquitectos.
Todo esto es posible al entrar al Parque El Capricho, el único jardín del romanticismo que se conserva en Madrid, España. Su particular nombre se debe a que fue la pieza consentida de una Duquesa, quien plasmó sus deseos en cada uno de los metros que componen este tesoro de la ciudad.
Sus 14 hectáreas son un gran exponente de distintos estilos de jardines, como el giardino italiano que sobresale con las estatuas presentes a lo largo de las zonas verdes, sendas fuentes que no pasan desapercibidas, y pequeños riachuelos que forman parte de los elementos decorativos.
El jardín francés o jardín tectónico, muy vinculado a la arquitectura y al urbanismo y cuyo referente son los Jardines de Versalles, se muestra elegante en este majestuoso parque lleno de historia y misterio. Islas, y por supuesto, grandes e impecables zonas de césped también se imponen en amplios espacios. Varios profesionales estuvieron implicados en su construcción, entre ellos, Jean Baptiste Mulot, quien venía de trabajar, nada más y nada menos que en Versalles.
Contrastando la simetría del jardín francés, El Capricho ostenta la naturalidad del jardín inglés, presente en una gran parte de la extensión del parque, y permite que árboles y arbustos inicien y concluyan sus formas con total libertad, otorgando a esta muestra del romanticismo un aspecto natural y, por momentos, salvaje.
Robles, pinos, cipreses, tejos, cedros, castaños de indias, así como ardillas rojas, musarañas, pitos reales, herrerillos, petirrojos o ruiseñores, dan la bienvenida a todo aquel que decide pasear por estos mágicos senderos que constituyen una extraordinaria vitrina de ecléctico paisajismo.
El Capricho fue construido entre 1787 y 1839 bajo el encargo de María Josefa Pimentel, Duquesa de Osuna, considerada una de las mujeres más inteligentes de la época, mecenas de artistas, toreros e intelectuales; casada con Don Pedro Alcántara, IX Duque de Osuna, quien anhelaba relajarse lejos de la corte y de todo lo que aquello implicaba.
Doña María Josefa, mujer a quien se le atribuía un exquisito gusto, se convierte en la responsable de que la tendencia del siglo XVIII, en la que la jardinería se relaciona de cerca con la filosofía y el arte, pusiera en evidencia distintas edificaciones arquitectónicas, así como esculturas y bellos jardines.
Entre los lugares que sin duda se convierten en el principal objetivo del lente fotográfico de aficionados y profesionales está el palacio de estilo neoclásico, cuyos torreones fueron diseñados por el arquitecto de Fernando VII, Antonio López. Los duques fueron grandes clientes del pintor Francisco de Goya, a quien encargaron retratos familiares y otras obras de distintas temáticas. Varios lienzos pueden ser admirados en el interior del palacio.
También está la casa de la vieja, con una ventana en la que parecería aparecer una particular anciana ofreciendo la manzana envenenada. Sin embargo, se trata de una casa de labranza completamente equipada, que cuenta con imágenes a tamaño real. La casa de las abejas, la ermita, el casino de baile, y el Templete de Baco, un espacio rodeado por columnas jónicas y desde donde se pueden apreciar magníficas vistas del parque, son grandes estructuras que ponen en evidencia las maravillas arquitectónicas con las que cuenta El Capricho.
Uno de los deseos de la Duquesa fue tener en su villa de recreo un laberinto. Se lo construyó con laurel y cuenta con una superficie total de más de 6.000m2. Es conocido por su reconstrucción luego de que se encontraran sus planos, pues en los años 40 fue destrozado por el aterrizaje forzoso de un avión procedente del Aeropuerto de Barajas.
En el parque no todos son cuentos de hadas. Llama mucho la atención el búnker de la Guerra Civil, creado en 1937, en cuyo interior se estableció el Cuartel General del Ejército Republicano del Centro. El refugio antiaéreo se localizó en este terreno ya que estaba lejos del radio de acción de la artillería franquista.
Son tan diversos y ostentosos cada uno de los detalles que componen El Capricho, que ha merecido diferentes reconocimientos durante el siglo XX. En 1934 se lo declara Jardín Histórico; en 1943, Jardín Artístico; y en 1985, Bien de Interés Cultural. En 2001, después de su recuperación luego que sufriera varias décadas de abandono, obtuvo el diploma Europa Nostra.
Por tratarse de un espacio sumamente sensible, se limita la afluencia de público a mil visitas aproximadamente por día, y tanto alimentos como bebidas, animales o cualquier elemento que pudiera causar un mínimo impacto están prohibidos.
Cada uno de los puntos de interés cuenta con placas descriptivas que narran un poco del por qué de cada elemento, así como el estilo utilizado y bajo qué criterio fue construido. El entorno habla sobre la forma de ser y los deseos del emblemático personaje que hizo posible la construcción de tan maravilloso jardín.
Una visita al parque El Capricho, más allá de ser un encuentro sublime con la naturaleza, es entrar en inmediata comunión con la historia, con el paso del tiempo, y con el poder que tienen el arte y la arquitectura, en cualquiera de sus manifestaciones, para comunicar. En el entorno se siente una ligera cercanía con la Duquesa de Osuna y quienes formaron parte de cada uno de sus caprichos.