Por Lorena Ballesteros
La arquitectura es un arte. Y también es un lenguaje. Un lenguaje que a través de líneas, formas, colores y texturas, es capaz de transmitir una serie de mensajes que calan profundamente en su receptor. Una casa que puede hablar por sí misma, es un tesoro. Y la casa que presento en este reportaje es una verdadera joya arquitectónica. Desde la fachada, el mensaje primordial es paz, serenidad, desconexión… y una vez dentro, esas emociones de tranquilidad se van conjugando con una exaltación similar a la que se experimenta cuando se visita una galería de arte. Sí, aquí los cuadros, esculturas y muebles son los protagonistas.
Aunque, me estoy adelantando. Ya mencionaré cada una de esas piezas y sus particulares historias. Pero, lo primero es lo primero. Esta residencia, ubicada en el sector de Lumbisí en el valle de Cumbayá, que parece sacada de una película, efectivamente lo es. El propietario se inspiró en la casa de Mount Rushmore que aparece en el film North by Northwest de Alfred Hitchcock. Esta película de suspense estadounidense, mostró en 1959 un escenario que marcó un hito en la arquitectura de los años posteriores en California. Una construcción moderna, de líneas rectas y con formidables ventanales en su entorno.
Una firma ecuatoriana intentó plasmar el deseo del propietario, pero fue complejo. Fue tal la obsesión del propietario por llegar a levantar la casa de sus sueños que, incluso se hizo con los planos originales de la propiedad de Mount Rushmore. Así, con perseverancia, pasión y empeño, en enero 2021, con la pandemia a cuestas, la obra quedó terminada.
Más allá de que el diseño sea muy similar al de la película de Hitchcock, esta propiedad gira en torno al vidrio. El vidrio es la industria del futuro. La que democratiza las fachadas. Un elemento de claridad y transparencia para la arquitectura. Asimismo, es el material con el cual se puede generar ahorro y sostenibilidad en una vivienda, pues a mayor uso de vidrio, menor uso de cemento u hormigón.
En este caso en particular, la vivienda ha conseguido la certificación EDGE, la primera otorgada a una residencia unifamiliar en Ecuador. Contrario a lo que se puede creer, el vidrio abarata ciertos costos de construcción y permite hacer edificaciones más inteligentes. En ciudades como Barcelona ya se elevan torres de cristal que resultan en eficiencia energética. En estos lugares de vivienda y trabajo con temperatura ambiente se evita el uso excesivo de aire acondicionado o calefacción.
En esta casa de Lumbisí, a pesar del calor del valle, el ambiente es fresco. En el interior se refleja la luz cálida de la tarde y los ventanales van cambiando sutilmente de color de acuerdo a la temperatura. La calidad de esos ventanales es clave, pues no permiten que los rayos UVA deterioren los muebles o comprometan las piezas de arte de la sala y el comedor.
Intrigada por este vidrio tan especial, que fue uno de los puntos determinantes para que esta vivienda unifamiliar logre la certificación EDGE, descubro que si bien es de origen europeo, Vitrum lo comercializa en Ecuador. Entre sus principales particularidades destaca que no solo ofrece un sofisticado confort visual, sino que además se adapta a las diferentes condiciones de luminosidad, no produce deslumbramiento y dota de privacidad al interior de la edificación. Estas virtudes permiten desarrollar obras arquitectónicas que armonizan con el ambiente, porque, gracias a la variedad de colores disponibles, se logra dar un toque personal a cada proyecto.
Se trata de un vidrio templado con tecnología y maquinaria de alta precisión y calidad, para que mantenga sus cualidades energéticas, sea sismo resistente y lo suficientemente fuerte para recibir altas cargas de viento. Cuenta con un revestimiento que, debido a su bajo efecto solar, logra mantener la temperatura interior en la edificación, factor que resulta en ahorro de energía, y al mismo tiempo, brinda protección a todos los elementos que se encuentran en el interior de la casa -pisos, mobiliario, obras de arte. Esto demuestra que sí es posible apostar por el vidrio, aunque estemos en la zona ecuatorial.
Recorro la casa como si visitara un museo. Tomo nota de los materiales: vidrio y madera en el diseño arquitectónico. Distintos tipos de madera, cuero y bronce en el interior. El piso de bambú reciclado brinda un aire campestre y acogedor. Cada veta de la madera aporta al interiorismo de la vivienda, por eso no hace falta colocar alfombras. En la sala principal los muebles son modernos. Vemos líneas rectas, madera, cuero y hierro expresándose en un tono casi minimalista, que deja abierto el espacio para que las piezas de arte sean las que se luzcan. Sobre la chimenea hay un cuadro abstracto; mientras que a un costado y sobre una mesa auxiliar de madera se encuentra una imponente escultura de Jorge Montalvo, el aclamado artista ecuestre. El detalle de esta pieza hace que el caballo luzca casi real, como si estuviera a punto de relinchar.
Desde los ventanales de la sala se aprecia el paisaje. Un entorno verde, jardines bien trabajados que también han dejado a la naturaleza hacer lo propio, como unos ficus gigantes que dan sombra en lugares estratégicos del jardín.
Sentada en esa sala y con una taza de café en la mano cierro mis ojos por breves segundos. Sentí el murmullo del agua proveniente de una especie de pila circulante que se encuentra en uno de los extremos exteriores de la casa. Imagino a sus habitantes platicando o perdidos en una buena lectura acompañados por el sonido que evoca la calma.
El estilo minimalista campestre se mantiene en el comedor. Las sillas son de Herman Miller, de un diseño que ganó en una feria de 1905. Su reproducción se mantiene. Es atemporal como esta casa, que seguramente en 50 años no habrá perdido vigencia. Las líneas sencillas del mobiliario permiten enfocar la mirada en las paredes colmadas de cuadros de Estuardo Maldonado elaborados en acero inoxidable. Este escultor ecuatoriano, nacido en Pintag es representante de la escuela constructivista. Las culturas primitivas han sido su inspiración y desde 1972 comenzó a experimentar con el acero. Algunas de sus obras se muestran airosas en esta magnífica residencia.
No puedo dejar de mencionar el detalle de la puerta que une al comedor con la cocina. Es un cuadro en movimiento. Es decir, al mantenerla cerrada vemos una réplica de un cuadro modernista que ganó un premio en una feria en Milán. Está elaborado sobre madera y tiene detalles de cobre. El trabajo lo realizó un carpintero ecuatoriano, quien plasmó la esencia del original.
La sala de estar muestra un fabuloso despliegue de la obra de Manuel Rendón Seminario, pintor guayaquileño que experimentó la vida del París bohemio y posteriormente trajo el constructivismo a Ecuador. Es evidente el apego existente por la cultura y el arte latinoamericano.
Las escaleras de esta casa son un capítulo aparte. Desde donde se aprecien es inevitable sentir una relación cercana con el Guggenheim de Nueva York. El efecto de las luminarias, dispuestas en cada escalón, hacen que la escalera sea la pieza de interiorismo más vistosa de esta residencia. El pasamano está cubierto con cuero, de aquel que utilizan los artesanos ecuatorianos para las suelas de los zapatos. Tiene una textura flexible que va mejorando con el tacto y el uso. Al subir por dichas escaleras hice frente a una fotografía de una ceiba japonesa de la autoría de Pepe Soho.
En la segunda planta se siente la intimidad del hogar. En un estrecho pasillo están las habitaciones. En el cuarto máster hay detalles relacionados con la cultura tradicional mexicana, y en un extremo está la cereza del pastel: un balcón con vista privilegiada, que además de mirar hacia el copioso jardín de la propiedad, en los días despejados se aprecia al majestuoso Cotopaxi.
Y como esta es la residencia de un académico, intelectual y evidentemente amante del arte y la naturaleza, no podía faltar una biblioteca. El librero tiene capacidad para 2.000 títulos. Sentí como si estuviese en las instalaciones de una importante biblioteca nacional.
Faltarían palabras para relatar con lujo de detalle todos los recovecos de esta residencia. Provoca hacer una reserva y apuntarse para una estadía de varios días. Pues sí, da la sensación de haber visitado un hotel boutique y una galería de arte al mismo tiempo. La piscina, ubicada en la parte trasera de la casa, invita a la relajación absoluta. Los camastros parecen sacados de Francia y el jardín japonés que está a un costado nos hace creer que verdaderamente visitamos un spa.
Lo cierto, es que una casa así invita a disfrutar, a aprovechar cada minuto dentro de ella, tal y como lo hacen sus habitantes. La conjugación de la naturaleza con materiales tan sencillos, y a la vez tan llamativos, produce una explosión sensorial. Si Alfred Hitchcock estuviese vivo, no podría creer que en la zona andina se levanta una casa tan o más bonita que la de Mount Rushmore. Seguramente le pediría a su propietario que le dejara rodar allí una nueva versión de North by Northwest.