Por: Caridad Vela
El trajín de la cotidianeidad en Quito nos motiva a buscar ambientes relajados para el almuerzo. Los hay muchos y muy buenos, pero hoy decido darme un gustito con sabor a oriente.
El Restaurante Tanoshii tiene la habilidad para detener el tiempo. Cesa el ruido de la calle, desaparece el ir y venir de gente para dar paso a un espacio calmo y sereno en el que se despliega una atmósfera sofisticada. Está en el subsuelo del Swissotel, que aunque suene extraño, es un lugar privilegiado para escapar de lo mundano.
Somos cuatro personas que en un día cualquiera buscan los placeres de la buena mesa. Nos reciben con la amabilidad de siempre, aunque en esta ocasión no tenemos el gusto de saludar a Miguel Enríquez, el chef. El menú ofrece una enorme variedad de deliciosas alternativas de entre las que elegimos varios platos para compartir: yasai (vegetales) tempura y edamame como entradas; y a continuación los deliciosos volcano roll, langostino tempura roll, el de atún blanco especial, y un ebikani maki. La presentación de cada plato es una maravillosa anticipación de lo que es sentir los frescos ingredientes usados en su preparación.
La sublime combinación de exóticos sabores que acarició nuestros paladares se sumó a la grata compañía que compartió mi mesa. La satisfacción superó nuestras expectativas, pero eso en Tanoshii siempre sucede.