María Fernanda de Rodas
QUITO
Por: Lorena Ballesteros
Agosto-Septiembre, 2014
Durante años hemos escuchado que detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer. Esa trillada frase ha sido modificada para adaptarse a la realidad del siglo XXI, dándo un significado distinto al situar la imagen de la mujer junto al hombre exitoso. Así, María Fernanda de Rodas camina a paso firme junto a Mauricio Rodas, Alcalde de Quito, y lo apoya en la generación de estrategias para consolidar la política social de su administración, en beneficio de la ciudad.
Estamos ante una mujer de atributos evidentes, que genera empatía en quienes la rodean. Un verdadero personaje, dotado de cualidades que aseguran lo acertado de las funciones que hoy tiene bajo su responsabilidad. La experiencia no es su única virtud, pues su contribución está fundamentada en una sólida formación académica con título de Ingeniería Industrial obtenido en la Universidad Católica de Venezuela.
María Fernanda trabaja desde que tiene 17 años, época en la que combinaba sus estudios con jornadas laborales para una consultora de nuevas empresas en Venezuela. Apenas se graduó la transfirieron a Buenos Aires, luego a Lima, a Bogotá y finalmente a México donde conoció a Mauricio, para luego trasladarse a Ecuador. Renunció a la consultora porque no tenían operaciones en el país y fue la excusa perfecta para asumir un rol protagónico en la campaña presidencial de su marido. Después del reto de Carondelet se presentó el siguiente objetivo: la Alcaldia de Quito.
Actualmente es Presidenta de la Fundación Patronato San José, institución que se enfoca en el cumplimiento de los derechos fundamentales de la población quiteña más vulnerable. “Aporto con una visión gerencial. He tomado el Patronato San José para institucionalizarlo, estructurarlo y fomentar la cultura social en Quito”, asegura. Para alcanzar sus objetivos fue necesario ampliar el presupuesto destinado a la Fundación. En un inicio era de $6 millones, pero el compromiso de la Alcaldía lo ha incrementado a $8 millones 800 mil, decisión que se tomó en torno a las necesidades que presenta Quito.
La primera necesidad que tiene la ciudad en este sentido es solventar la carencia de guarderías o centros de cuidado infantil para niños de 0 a 3 años. “Crearemos centros que proveerán de cuidado, educación y alimentación a los más pequeños, para que sus madres puedan reinsertarse en la vida laboral”, explica María Fernanda. El proyecto responde a una demanda inminente, ya que en la actualidad el Municipio solo cubre el 1% de la necesidad de este tipo de centros. La meta es abrir 10 centros hasta finales de agosto, 20 hasta finales de 2014, y 200 hasta 2018. En cada una de estas instalaciones se acogerá a 40 niños, y se abrirán plazas de empleo para personal capacitado en atención infantil.
El proyecto es el eje central del plan estratégico del Patronato San José, por eso no descarta ampliar el presupuesto de la Fundación mediante alianzas público-privadas, convenios con distintas entidades financieras y acuerdos entre otras fundaciones a nivel mundial. “Lo haremos sin causarle un costo adicional al Municipio”, asegura María Fernanda. “Es necesaria la autogestión porque el desarrollo social es responsabilidad de todos y queremos que la empresa privada tenga un rol activo en esa función”. Así, por medio de la política social busca empoderar a la mujer quiteña. Según su criterio, las mujeres y las madres trabajadoras son quienes desarrollan las ciudades, y su vida es una muestra de ello.
Desde el principio ha tomado un rol activo en la función municipal. Su compromiso con la niñez es inmenso y en su plan espera reactivar la campaña de erradicación del trabajo infantil. “Este proyecto comenzó con la administración de Paco Moncayo y se alcanzaron objetivos interesantes, pero es momento de reforzarlo con nuevas estrategias”, explica. Estudios demuestran que solo en el Centro Histórico de Quito hay más de 1.400 niños trabajando. Para disminuir contundentemente esta cifra, espera abrir dos centros de erradicación de trabajo infantil: uno en el Centro Histórico y otro en la Mariscal.
Serán espacios donde se desarrollen actividades educativas, ofrezcan alimentación y establezcan procesos de comunicación con la familia para conseguir una formación integral que determine que el niño regrese a la escuela o colegio y deje definitivamente las calles. “Se ha demostrado que aunque los niños asisten a la escuela, no dejan el trabajo”, comenta. “En el Centro Histórico hay cerca de 1300 niños que trabajan y estudian a la vez”. Con el proyecto se espera dar seguimiento para que quienes se acojan a los centros de erradicación no regresen a una vida que no corresponde a su edad.
María Fernanda tiene claro que la Alcaldía viene acompañada de una gran responsabilidad, no solo para Mauricio, sino para toda la familia por ello su tiempo es más valioso que nunca. Su compromiso laboral y social es tan grande que los Rodas Pacheco han decidido mudarse a la Casa de los Alcaldes en el Centro Histórico para estar más cerca de sus respectivos trabajos y no descuidar a sus hijos. No dejarán su casa en Tanda, pero pasarán la mayor parte del tiempo en el centro.
Hoy en día María Fernanda se despierta muy temprano, atiende a sus hijos, lleva a Mauricio Alberto –su hijo de dos años y medio– a la guardería. Se traslada con Ana Cristina –la bebé de ocho meses- hacia el Centro Histórico donde ha adaptado las habitaciones para que sus hijos tengan un lugar donde estar cómodos, puedan entretenerse y estar bien cuidados mientras ella trabaja. Cerca del medio día sale nuevamente hacia el norte para recoger a su hijo y vuelve al centro para almorzar en familia. Han sido unos meses de ir y venir, pero ese es solo uno de los sacrificios que está dispuesta a aceptar. De hecho, entre sonrisas comenta que le gusta mucho cocinar, pero es algo que ha dejado de momento para hacer todo lo que su nuevo rol le exige mientras vive en La Casa de los Alcaldes.
La Casa de los Alcaldes es una casa con aire señorial que ha sido patrimoniada por su belleza y carcaterísticas arquitectónicas. Fue construida en 1534 y asignada a Juan Díaz de Hidalgo, cofundador de Quito. En 1869 fue la residencia del Presidente Gabriel García Moreno y durante el siglo XX vivió en esta casa la familia Cajiao Pazmiño. En 1989 funcionó como Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural y en 1992, la ocupó Jamil Mahuad, momento en el que volvió a ser residencia para un funcionario político. Después de la administración de Mahuad, básicamente ha sido utilizada para oficinas del Municipio, hasta ahora.
Se trata de una típica casa colonial, con patio interno rodeado por balcones de madera. En su construcción impera la piedra en columnas, la pileta en el centro y en el piso del mismo. Alrededor, se encuentran un sinnúmero de habitaciones que son utilizadas como oficinas. Una casa que se complementa con la luz del sol por el día que entra desde el techo para iluminar y dar calidez a los espacios.
La segunda planta está dedicada para la residencia de los acaldes. Los pisos en las habitaciones y áreas sociales son de madera lacada otorgando un brillo especial a los ambientes. Es la primera vez que esta casa la ocupa una familia joven con hijos pequeños por lo que María Fernanda ha debido hacer pequeñas adecuaciones para adaptarla a los niños. Nada que afecte el status patrimonial de la misma, pero por seguridad de sus hijos se ha colocado vidrio en el pasamanos superior que da a los patios internos de la misma.
En la sala y el comedor se exponen hermosas obras de arte quiteño que corresponden a la muestra itinerante del Municipio. Los muebles y la decoración son parte del patrimonio de la casa y María Fernanda no ha hecho ninguna modificación, ni siquiera en el orden de la cosas. Pero ya se siente el calor de hogar. Hay fotos de la familia Rodas Pacheco en las mesas y las habitaciones de los pequeños tienen un toque muy sutil. Es como vivir en un pequeño museo pero con un ambiente muy cálido.
La experiencia de vivir en el Centro Histórico le emociona. “Podemos caminar de un lugar a otro y almorzamos en familia”, dice. “Mis hijos van a crecer más cerca de la realidad quiteña y eso enriquecerá su educación.” Y es que no es para menos, desde los salones principales se admira la Plaza Grande y la Catedral, se escucha a los vendedores ambulantes y se distingue a los jubilados en las bancas de la plaza.
María Fernanda sabe que serán cinco años de mucho trabajo, pero está dispuesta a ello con decisión. Su felicidad está en haber encontrado el balance entre su trabajo, su compromiso social, su amor de madre y su apoyo incondicional a Mauricio.