Por Caridad Vela
Cynthia es auténtica, no finge ni disimula. Tiene problemas, busca soluciones, las encuentra y las implementa. Con esa desbordante energía va por la reelección a la alcaldía de Guayaquil. El 1 de enero pedirá licencia sin sueldo, las elecciones son el 5 de febrero y, en caso de ganarlas, la posesión será en mayo.
¿Cómo ha cambiado el escenario desde la campaña anterior?
Cuando llegué pensé que venía a una de las alcaldías más sencillas de manejar en todo el país, porque mis dos antecesores me dejaban, aquí sí, la mesa servida. Pero ese rompecabezas se vino abajo con seis meses de pandemia, dos paros nacionales y una ola de criminalidad que el ejecutivo de turno no ha sabido controlar, cuando la responsabilidad de combatir la inseguridad es del presidente.
Fueron situaciones impredecibles, sobre todo la pandemia…
No es excusa, hay que actuar también ante lo impredecible con inmediatez. Yo dirijo un equipo de gente preparada en las direcciones del municipio, ellos dirigen cada uno de los departamentos que les corresponde, pero todo esto sobrepasó cualquier idea que podíamos tener sobre lo que iba a suceder. Fue más allá de la imaginación, de las expectativas y de las esperanzas, pero nos convirtió en una administración más fuerte, más creativa y más recursiva. Cada cosa nos dejó una lección.
¿Por ejemplo?
Supimos en la pandemia que estábamos solos, no recibimos un centavo del gobierno central. Guayaquil estuvo bloqueada, tuvimos que distribuir todo el recurso del municipio en contratar a más de mil médicos, sectorizar la ciudad, comprar medicamentos y alimentos. Nada de eso es competencia municipal. Levantamos el Hospital Bicentenario, que ahora es el Hospital General, bajamos la curva de 700 muertes diarias a 38, que lamentablemente es el promedio normal en Guayaquil. No fue sencillo, el costo fue muy alto, perdimos a más de 60 colaboradores haciendo un trabajo que no nos correspondía, pero aprendimos la lección: Guayaquil es como una madre soltera que tiene que mantener a sus hijos y sacarlos adelante sin esperar nada de nadie.
¿Cuál es la situación en temas de seguridad?
No hay apoyo del gobierno central a pesar de que Guayaquil, sin que le corresponda, ha aportado con $50 millones para que los miembros de la policía puedan vivir, comer, tener combustible, equipos, tecnología, etc. Todos los días recibimos en el municipio pedidos del ejército, la marina y la policía, pero la gobernación es en la otra cuadra y es ahí donde deben reclamar lo que les hace falta para hacer su trabajo. ¿Quién enfrenta el tema de la seguridad en países como El Salvador o Guatemala, los alcaldes o los presidentes? ¿León Febres Cordero enfrentó este problema cuando era alcalde o cuando era presidente? ¿Qué dice la Constitución? Las respuestas son clarísimas, pero nosotros no podemos esperar más.
¿Funcionó el estado de excepción?
Guayaquil se rompió, se convirtió en víctima del crimen organizado, eso es lo que somos ahora. Según datos publicados por medios de comunicación, el 85% de los homicidios son por crimen organizado, y ¿qué es lo que tenemos? Un decreto de estado de excepción que parecería ser un desafío a las bandas criminales, que hace pocos días inclusive entraron en la urbanización donde vive el Presidente de la República. Hemos cambiado las balas por bombas, los robos por vacunas anti robo, en nuestra geografía se marcan territorios de bandas organizadas.
¿El gobierno está al día en el pago de la deuda al municipio?
Esa deuda es de $37 millones, vamos atrasados con las rentas y nos siguen pidiendo ayuda, cuando debería ser al revés. Por esfuerzo de este municipio somos la cuarta ciudad del mundo con más cámaras de seguridad por cada mil habitantes, y vamos a poner 24.000 cámaras en la metrovía, en los buses urbanos, en todos los transportes escolares y empezamos con los taxis. Hacemos más de lo que nos corresponde. Las únicas escuelas del gobierno que están funcionando en Guayaquil son las 32 que gestiona el municipio. Hemos puesto laboratorios de computación, techos, electricidad, huertos urbanos, tablets para los maestros, laboratorios de robótica, pantallas digitales y más. Lo único que tenía que hacer el gobierno es poner las bancas, y no lo hace.
¿Hay alguna propuesta de solución?
Volver a la época del trueque, y lo he propuesto. Intenté canjear obra pública por consumo de energía eléctrica. Es decir, que el municipio haga el trabajo que el gobierno no hace, y que el valor invertido se cruce contra la factura de consumo de este edificio. No lo aceptaron. Lo más irónico es que lo que nos dieron fue permiso para hacer el trabajo con nuestra plata.
¿Qué hay en el tema de vivienda?
Hemos construido 10.746 soluciones habitacionales en dos años. Eso es más que ningún gobierno nacional. El 67% del valor de la vivienda se financia con crédito municipal, y del monto total, más del 20% se ha entregado a personas que no tienen empleo fijo, que no son sujetos de crédito en el sistema financiero ni en el Biess. Hemos hecho alianzas con la empresa privada, por ejemplo en Vía a la Costa tenemos una urbanización cerrada, con seguridad, garita de ingreso, piscina, y está adaptada con todas las facilidades para personas con discapacidades. Las cuotas mensuales para comprarlas oscilan entre $230 y $300.
¿Generación de empleo?
Estas soluciones habitacionales son grandes generadoras de empleo, pero hemos ido más allá de eso. Formamos a 130 mujeres para realizar trabajos en la construcción, como electricidad, grafitería, albañilería, pintura, etc. Han conseguido trabajo muy fácilmente, porque por temas de seguridad, las familias prefieren contratar mujeres para hacer trabajos dentro de casa. Pero también pensamos en la seguridad de estas trabajadoras, y les daremos un botón de pánico por si se sienten inseguras en algún trabajo. No dejamos cabos sueltos.
¿Educación?
En el programa Educando en el Camino tenemos a 28.000 niños educándose en sus casas, con 360 maestras que se desplazan hacia todas las zonas. Para las madres de estos niños llevamos la escuela de chef a sus hogares. Ellas aprenden a hacer comida nutritiva para sus hijos y están listas para poner sus negocios. 180.000 estudiantes reciben libros y mochilas para cada año lectivo, acceden a laboratorios de computación, tienen pantallas táctiles en sus clases, y ahora tendrán laboratorios de robótica, tecnología, matemáticas, ciencias y arte. Tenemos 14.500 becas y estamos contratando 10.000 más para educación superior. Todo esto lo gestionamos con empresas internacionales para cerrar la brecha que existe entre quienes tienen padres que pueden costear su educación, y los que no los tienen. El único diferenciador será el empeño que le pongan a estudiar.
¿Nutrición infantil?
Esa es otra lección que nos dejó la pandemia. En esos aciagos días íbamos casa por casa dejando alimentos que compramos a Naciones Unidas y a la iglesia, no solo para alimentar a las personas, sino también a los animales. Pasó la pandemia y el programa sigue, y está mejorado. Hemos incrementado el número de kits que entregamos diariamente, que además llega con una guía nutricional. Este programa se complementa con 48.000 niños que reciben suplemento alimenticio y practican deporte con nosotros en varias disciplinas, incluyendo escuelas de artes marciales exclusivamente para mujeres. Además, cada semana entregamos 1.500 almuerzos en la Casa Rosada a niños de bajos recursos, y estamos en proceso de contratación de 5.000 almuerzos diarios para personas que, a través del estudio de su condición económica, accedan de forma gratuita.
¿La Casa Rosada es uno de los proyectos emblemáticos de tu alcaldía?
Esa Casa Rosada es el corazón social de Guayaquil. La dirige Marta Herrera que es la secretaria municipal. No solo atiende a niños, también hay ancianos abandonados, vendedores ambulantes, mujeres desamparadas. La Casa Rosada pasará de ser un lugar de entrega de alimentos para ofrecer también dormitorios con todas las facilidades para quienes viven en condición de calle. Habrá fisioterapia, atención médica, sicológica, desintoxicación, sillas de rueda, bastones, andadores, etc. Ahí también funcionará una oficina del registro civil, del registro de la propiedad y una ventanilla única de la empresa de vivienda para atender gratuitamente a los usuarios.
Mencionaste desintoxicación, ¿ese es otro de los ejes de tu gestión?
Eso es salvar vidas. Hemos puesto dos centros de desintoxicación. Uno de ellos es exclusivamente para mujeres, en Bastión Popular. El de varones está en el Hospital Bicentenario, y estamos construyendo otro en el sur. El cuarto centro, con el que cumplo mi promesa de campaña, está en las parroquias rurales. Cuando los chicos salen del centro de desintoxicación tienen trabajo inmediato en la empresa de vivienda y, además, una beca para estudios superiores. Ahí se cierra el círculo de la rehabilitación.
¿Desarrollo urbano?
En el ámbito de obra privada hay mucho, no solo proyectos promovidos por guayaquileños, sino por grandes empresarios de todo el país, inclusive de Quito. Cada vez que veo posibilidad de nuevas inversiones les pregunto cómo puedo apoyarlos, qué necesitan del municipio. Tenemos incentivos tributarios sumamente atractivos para motivarlos a construir acá, porque ayudan a generar fuentes de empleo y activan la economía generando actividad para muchas empresas relacionadas con acabados de construcción. Es una cadena de progreso para la ciudad.
¿Y en obra pública?
Solo este año hay $260 millones en obra pública: calles, aceras, bordillos, pavimentación de zonas, etc. Las empresas que concursan en Guayaquil no solo son guayaquileñas, son de Pichincha, Los Ríos, El Oro, Manabí, Esmeraldas. Vienen a concursar acá porque no hay obra en otras alcaldías.
Las mascotas son otra preocupación tuya…
Sin lugar a dudas es una gran preocupación. Es increíble el ciclo de vida que hemos armado con los perros rescatados de la calle en nuestro primer centro de bienestar animal. Los perritos que rescatamos los entrenamos, ahora forman el grupo Esparta que detecta droga afuera de los colegios. También salen en recorridos con los agentes metropolitanos que colaboran con el grupo Puma para capturar delincuentes. Usan las camionetas que nosotros compramos para la Policía Nacional.
¿Hay incremento de impuestos?
Ni un solo dólar. ¿Cómo le digo a la gente que tiene que pagar más cuando no tiene trabajo porque lo perdió durante la pandemia? Tampoco subimos el transporte público cuando subió la gasolina. Hemos hecho todo lo contrario, aprobamos la rebaja del 50% en las multas que controla el municipio, y no cobramos tasa de habilitación ni tasa de turismo a los hoteles para que puedan rehabilitarse. Con esto dejamos $7 millones en los bolsillos de los guayaquileños.
¿Cómo logras financiar tanta obra?
Con el mismo presupuesto, que es menor al que tuve cuando asumí la alcaldía porque bajó el precio del petróleo. Cuando empezó la pandemia teníamos dos objetivos: vivir y comer, pero al superarla sumamos el tercero: trabajar. Todo lo que esté fuera de eso es suntuario. Me dejaron un municipio que invertía el 85% y gastaba el 15%. Hemos avanzado un punto más, invertimos el 86% y gastamos el 14% porque nos fijamos en lo vital.
Tu propuesta para construir una cárcel en una isla ha generado polémica. ¿Cómo va eso?
Todo el mundo habla, pero nadie actúa. Yo sí. Hice un levantamiento del metraje de una isla deshabitada, sobrevolé el espacio y funciona. Si el gobierno no lo sabe hacer, debe subcontratar una empresa, de las que hay muchas en el mundo, especializadas en el manejo de cárceles. Nosotros subcontratamos servicios cuando hay algo que no hacemos bien, porque la finalidad es, precisamente, brindar un mejor servicio. Hablan de los derechos humanos, pero ¿de quién? De los que mueren todos los días en las calles o de los que los matan?