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Su primer disco de Jazz está en el mercado. Su disco de música pop saldrá a mediados de este año, fue la voz que cantó los comerciales de Coca Cola en Latinoamérica durante dos años seguidos y ha actuado frente a escenarios llenos de público. Con la curiosidad que estos antecedentes me generaron decidí ir a una de sus presentaciones. Las opciones eran el Coliseo Rumiñahui o el Pobre Diablo. Me decidí por este último y fui una noche a su concierto de Jazz. Lo que viví superó con creces mis expectativas.
Es quiteña por nacimiento, cumbayasense por afinidad y hoy vive en Buenos Aires. Cuando le pregunto dónde está su hogar responde sin titubeos, “Cumbayá es lo mío”. ¡Qué gratificante es entrevistar a personas tan transparentes! Comparto con ustedes la tarde que conversé con ella.
¿Siempre has vivido en Cumbayá?
No. Primero vivíamos en Quito, después en Cumbayá en una casa muy linda, luego volvimos a Quito pero finalmente y por suerte, hemos regresado a Cumbayá.
¿Cuál es tu rincón favorito de la casa?
Donde está el piano. Eso da luz a mi vida. Disfruto también de estar en la sala que tenemos afuera porque me mimetizo con la naturaleza. En mi cuarto leo y pienso en las cosas que me ilusionan o entristecen. En esta casa vivo momentos de contemplación que son necesarios para todos los artistas. Tomo eso y lo llevo a mi música.
¿Qué te llama la atención de Cumbayá?
Me encanta el clima, la calma, el silencio que hay. De pequeña me gustaba mucho salir al jardín con mis
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hermanas, guitarra en mano, a componer y a cantar. Cumbayá siempre ha sido para mí un lugar que despierta inspiración y me da tranquilidad.
¿Ese jardín es el causante de tu afición por la música?
Me encanta la música desde que tengo sentido de razón. No recuerdo el día en que me empezó a gustar, creo que nací con ese gusto. Cuando apenas podía mover los dedos empecé a tocar en un piano chiquito que me compraron mis papás. A los 4 años inicié mis clases con un profesor búlgaro y di mi primer concierto a esa edad.
¿En donde fue?
En el Auditorio de las Cámaras. No recuerdo qué pieza toqué, solo me acuerdo que me ponían un cojín porque no llegaba al piano. Si aún ahora soy pequeña, imagínate mi tamaño a los 4 años.
¿Cuándo empezaste a escribir canciones?
A mi hermana y a mí se nos ocurrió componer canciones desde muy niñas, pero más tarde, alrededor de los 11, nos tomamos más en serio la intención. Cumbayá era nuestra fuente de inspiración. Poder estar en un lugar tranquilo, disfrutar del silencio de la naturaleza y a la vez escuchar los sonidos del entorno del campo estimuló nuestra creatividad.
¿Son tres hermanas músicas?
Sí, pero en realidad somos una familia de músicos, el “buen oído” es genético. En la familia de mis padres hay mucho talento. Hace poco, en una conversación con mi abuela me enteré que mi bisabuelo era un gran aficionado a la guitarra clásica. Nunca lo hizo profesionalmente pero era parte de su vida. Tengo una prima, Isabel Albuja, que es soprano.
¿Tu parte académica la hiciste acá?
Estuve un año en la Universidad San Francisco que fue determinante para mí porque fue cuando descubrí el jazz que se convirtió en mi pasión. Es curioso, porque no es un género muy popular entre gente de esa edad, pero tenía amigos músicos a los que iba a escuchar tocar. Me intrigó y me involucré de lleno. Luego me fui a Buenos Aires a continuar mis estudios.
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¿Cuéntame de tu vida en Buenos Aires?
Fue un cambio súper grande para mí. Separarme de mi familia, dejar la calma que tenía en Cumbayá, llegar a una ciudad grande como Buenos Aires, vivir en departamento… A pesar de ser un cambio drástico, me fascinó. Me costó acostumbrarme al ruido, extrañaba el silencio de Cumbayá.
¿Encontraste tu espacio ideal?
Poco a poco. En una ciudad grande hay cafés, teatros, mucha vida cultural que son importantes fuentes de inspiración para componer. Es apasionante mirar a la gente, ver los cambios que el clima produce en la rutina y en los estados de ánimo. Cada momento tiene una historia que contar. Tal vez no sea real pero existe en tu imaginación y activa tu capacidad creativa.
¿Esos espacios culturales te hacen falta en Quito?
Cada vez menos. Veo que en ese sentido hay desarrollo y aparecen nuevos e interesantes espacios. Ecuador tiene muchos lugares y mucha cultura por descubrir. Están ahí, sólo es cuestión de fijarse más.
¿Tus lugares favoritos en Buenos Aires?
Soy hogareña. Mi departamento me encanta y lo que más me gusta es estar ahí tocando el piano, rompiendo el silencio solamente con mi música y mis canciones. Cuando salgo voy a pequeños cafés y me siento a leer o a mirar a la gente. La contemplación de la que eres capaz cuando estás sólo y no haces nada más que observar me inspira mucho para componer.
¿Qué extrañas de Cumbayá?
El verde, las flores, la naturaleza. No me afectó la reducción de espacios que se da cuando vives en casa y te cambias a departamento. Disfruté de descubrir cómo en lugares pequeños puedes hacer tu hogar. Para reemplazar mi jardín de Cumbayá llené de flores naturales mi departamento. No importa que los muebles sean los mismos, las flores renuevan los ambientes.
¿Tu parte académica en Buenos Aires?
Empecé a estudiar con Adrian Iaies un gran maestro de piano que ha sido nominado varias veces a los Grammy. Una de esas nominaciones fue por su disco “Tango Reflection” que es una especie de fusión de tango y jazz. Yo venía de estudiar clásico toda mi vida pero me involucré totalmente con el jazz. Adrian logró llevarme por ese camino de transición muy adecuadamente.
¿Sigues con él?
No. He estudiado con varios maestros y ahora estoy con Ernesto Jodos que es uno de los más grandes pianistas, compositores y músicos de Argentina. He tenido varios maestros particulares en mi proceso formativo, tanto práctico como teórico.
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¿Cómo lograse entrar a la Escuela de Música Contemporánea?
Tienes que pasar una audición frente a varios profesores y a un jurado que asumen que ya eres músico con alguna experiencia. Debes demostrar tu habilidad para tocar el instrumento de tu preferencia, en mi caso el piano, y según su criterio te ubican en distintos niveles. Afortunadamente me ubicaron en el último año de la carrera no solamente en piano sino en todas las materias.
¿Se nace cantante o se estudia para ser cantante?
Nunca estudie canto oficialmente. Tuve unas clases esporádicas en Buenos Aires pero más bien le dediqué tiempo al teatro que es algo que me encanta. Fue más vale algo que descubrí poco a poco hasta llegar a perfeccionar mi voz.
¿Cómo se descubre la voz?
El cuerpo tiene diferentes reacciones a las distintas tonalidades y estilos de música. Encontré lo que me servía a mí, una técnica siempre clásica enfocada a lo contemporáneo. Nunca me imaginé dar clases pero hoy soy vocal coach de algunos músicos de bandas de rock en Argentina.
¿Este disco de jazz fue tu primer disco?
Sí. Los arreglos los escribí yo. Escribí las partes para el contrabajo, para la batería y para el piano. Es un largo trabajo, algunos meses encerrada en el estudio compartiendo con los mejores músicos de jazz en Argentina. Fue una experiencia increíble.
¿Cómo lograste que la productora te tome en cuenta?
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No es fácil. Con mi primer disco de jazz lo que hice fue mandar un demo a la productora. Ellos lo escuchan, si les gusta el piano y les gusta la voz, te dan el sí. De ahí empiezas a trabajar con el productor que elige la discográfica y haces un trabajo de pre producción de varios meses. Buscas el concepto que quieres darle a tu disco, eliges las canciones que vayan dentro de ese concepto, que no sean tan diferentes entre ellas, que haya armonía.
¿Cuántos demos mandaste antes de tener la primera aceptación?
Tuve mucha suerte porque solamente mandé uno. Cuando mi profesor me escuchó cantar se sorprendió y mandó el demo a la discográfica. A la semana le llamaron para producir el disco. Sony Music se encargó de la distribución y el arte de la portada del CD está hecho por los mejores diseñadores en Buenos Aires. Fue tan emocionante y tan intenso que un año después todavía no lograba asimilar todo lo que estaba sucediendo.
¿Definitivamente el jazz es lo tuyo?
Principalmente sí, pero paralelamente y con el mismo nivel de gusto y disfrute, está la música pop. La diferencia está en que para hacer jazz tienes que estudiar, el pop es algo que te nace instintiva y emocionalmente. Componer música pop y cantarla es como vivir una aventura. Gozo cantando y componiendo con mis hermanas y con artistas amigos. Acabo de grabar mi primer disco de música pop.
¿Tu primer disco de pop?
Sí. Se llama Al Sur y lo grabé en Buenos Aires. El productor es Rafael Aracaute que es quien trabaja con Calle 13, Andrés Calamaro, Diego Torres, entre otros, y ha ganado varios Grammy. Este disco es una coproducción en conjunto con mi hermana Titi que incluye canciones escritas y compuestas por nosotros. El fuerte de Titi es la composición, tiene un banco de más de 100 canciones compuestas por ella. Fue un trabajo muy largo, le tengo mucha fe.
¿Muchos nervios?
Realmente no he tenido tiempo de estar nerviosa o sentir ansiedades. Ha sido un proceso natural, cada cosa sucedía en orden y sin mayor demora.
¿Al decir proceso natural te refieres a que fue algo que tenía que ser?
El proceso natural de la vida te va guiando y llevando hacia el camino adecuado para ti. A veces pensamos que son coincidencias. Yo pienso que es el desarrollo de ese proceso de vida que te abre puertas, te da oportunidades y yo las recibí con los brazos abiertos.
Sé que la vida hoy te pone ante otra decisión importante. ¿Te casas?
Sí! Me caso con Juan Carlos Holguín en junio, en Quito, en la Iglesia de Guápulo. Todo en mi vida se centra aquí. Aunque he pasado 7 años en Buenos Aires siempre he sentido que soy de acá. Me quiero casar aquí, quiero traer mi música y aportar con lo que he aprendido. Cuando pienso en algún día establecerme y tener hijos, pienso en Cumbayá. Mi hogar está aquí.
¿Quién cantará en tu boda?
Hubiese querido que sean mis hermanas pero ellas no llegarán a Quito sino con muy poca anticipación a ese día, y como profesionales que son, no querrán cantar sin haber practicado al máximo. Tal vez la respuesta obvia es que quiero que sea mi prima, que es soprano, y que para mí es un orgullo ser su pariente.
¿Escribirías la canción para tu boda?
Claro que sí! Sobre todo porque estos meses van a ser de muchos cambios, de mucho crecimiento tanto personal como profesional y ese es el mejor momento para componer.
¿Estarás más nerviosa en la Iglesia que en el escenario?
En el escenario tengo un montón de adrenalina que canaliza lo mejor de mí en ese momento. Lleno el espacio con mi música y tengo fe en que todo va a salir bien. Pienso que igual me sentiré el día de mi boda. Siento en mi corazón que estoy donde debo estar.
¿De qué hablan tus canciones?
Mis canciones y las de mi hermana relatan experiencias propias, cuentan nuestra historia. Si escuchas las letras puedes conocernos mucho.
¿Qué te deja este viaje a Quito?
Estos meses han sido intensos y acelerados. Si bien tengo mil proyectos en la mente, este viaje me deja la ilusión de regresar a Cumbayá y revivir recuerdos de mi adolescencia cuando salía al jardín con mi guitarra a cantar y componer. Hoy, con algunos años más, quiero volver a vivir esa paz, a sentir ese silencio que tanto me inspira.
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