Por Alegría Guarderas
Las personas descubren el mundo de distintas maneras, en el caso de Claudia Anhalzer, ella lo hace a través de sus manos. Claudia se define a sí misma como una “inquieta creadora”, y es que desde muy corta edad su mundo fue crear. Es sumamente hábil e imaginativa.
Estudió diseño industrial en el Pratt Institute en Brooklyn, Nueva York, pero contrario a dedicarse a diseñar objetos que sean producidos en masa, se inclinó a trabajar con procesos artesanales. En la universidad estuvo estrechamente vinculada con el mundo de las manualidades e incursionó en diferentes ramas artísticas, desde pintura hasta orfebrería. Actualmente está enfocada hacia la ilustración y cerámica, y a ello dedica la mayor parte de su tiempo.
Nos recibe en su casa ubicada en el emblemático barrio de San Marcos en el Centro Histórico de Quito, donde reside desde hace alrededor de tres años. Este barrio es cuna de historia, tradición, y es uno de los lugares donde más artesanos se encuentra. Claudia es uno de ellos.
¿Qué es lo que más te gusta de vivir en el Centro?
La cantidad de artesanos que se encuentra aquí es increíble. Hay zapateros, sastres, costureras, carpinteros, joyeros, solo por nombrar algunos. Es un centro vivo que no está maquillado. Hay muchas tiendas locales y negocios familiares que se han mantenido por décadas. Me gusta que puedo encontrar una vasta variedad de cosas, sobre todo los materiales que necesito para mi oficio. Además camino a cualquier lugar, el vehículo no es indispensable.
¿La decoración es en base a tu propia creatividad?
He tratado de comprar lo menos posible para armar mi casa. Muchas cosas que he colocado son de segunda mano y otras las he hecho con carpinteros. Lo más lindo es que detrás de cada mueble u objeto hay una historia que contar, y eso me da apego emocional. Por ejemplo, la mesa del comedor era una puerta que había en un establo en la finca de mis padres, y la rescaté para darle este uso.
Son variados elementos a los que has dado otro uso…
Me gusta mucho esto de recuperar cosas y ver qué funciona. Colgué estribos antiguos con flores en la pared y unos cuadros hechos por mí y otros que me han regalado mis amigos. También coloqué muchas plantas en toda la casa para dar un toque natural y fresco.
¿Cómo nació tu pasión por el arte?
Desde chiquita me gustó explorar con diferentes materiales. Me considero una persona autodidacta, súper manual y creativa. Cuando era adolescente empecé a pintar con óleos, acuarelas y hacía ilustraciones botánicas, ahora es una de las cosas que más me apasionan.
¿Qué significa crear?
Tengo la necesidad de encontrar soluciones creativas para mi día a día. Es la forma en la que vivo porque siempre estoy tratando de crear algo con cualquier material. Me atrae la idea de hacer mis propias cosas y vivir de eso. Trabajar con las manos me da muchísima paz y satisfacción personal. Además hay un valor agregado cuando haces cosas con las manos: aprendes la cualidad de la paciencia, valoras los recursos y el tiempo que inviertes en eso.
¿Qué te inclinó hacia el lado artesanal?
Me encanta manipular los materiales y estar involucrada en todas las etapas del proceso creativo de un objeto. Valoro el trabajo del artesano, el diseño local, y las cosas no producidas en masa porque son hechas con más amor, cariño, dedicación y calidad. Para mí es importante conocer a la persona que está detrás de la elaboración de un objeto, y que no sea solo un objeto seleccionado en un centro comercial. Pienso que los artesanos crean cultura con sus manos, porque cada elemento que hacen es meticulosamente pensado, diseñado y pasa por varios procesos.
¿Tienes algún referente que te inspire?
Me siento muy inspirada por Olga Fisch. He leído muchos de sus libros y he seguido muy de cerca su trabajo. Admiro todo lo que ella hacía, sobre todo porque supo valorar y apreciar la artesanía indígena. Ella tuvo una especial conexión con los artesanos en Ecuador, y eso se reflejaba en sus folclóricos diseños. Sin duda, pienso que dejó un importante legado artístico en el país.
Cuéntame de tu trayectoria…
Tuve una época en la que hacía joyas. Apenas me gradué de la universidad trabajé como asistente de una joyera, y cuando regresé a Ecuador me dediqué a la orfebrería. También remodelo espacios y hago muebles a medida con carpinteros. Me encanta la serigrafía, esta actividad la practico en la Comuna Serigráfica que está en la plaza San Marcos; mientras que la pintura y cerámica han sido parte de mi vida desde los quince años. Todas las cosas que hago son piezas únicas que involucran procesos creativos y de diseño.
Pero, ¿cuál es tu especialidad?
Por ahora quiero perfeccionar la cerámica e ilustración. Hace un año y medio se dio la oportunidad de participar en el Taller de Soroche de los Andes, y ahí estoy trabajando tres días en cerámica. El resto de la semana me dedico a la ilustración botánica para invitaciones de boda y packaging design.
¿Das clases de cerámica?
Doy clases de introducción de modelado los miércoles de 17h30 a 20h30 en Casa Taller. En esta clase la gente comienza a familiarizarse con la arcilla y a crear con sus manos. También aprenden a ser pacientes, porque en la cerámica, al igual que en todos los oficios manuales, hay que respetar los procesos. Son varios pasos y toman más tiempo, pero a mis estudiantes les proporciona una satisfacción enorme elaborar sus propias piezas.
¿Qué tipo de cerámica haces?
Estoy haciendo objetos utilitarios como vajillas y utensilios. Me encanta que las cosas, además de que sean muy bellas, sean prácticas y que la gente pueda darles uso en casa. En un objeto utilitario hay que considerar la funcionalidad como prioridad y el componente estético se trabaja en relación a ello. El valor artístico está dado por el proceso de creación que existe detrás de dicho objeto.
¿Cómo promocionas tu trabajo?
Me promociono en Instagram (claudia_anhalzer), es una herramienta muy útil para diseñadores, artistas y artesanos porque nos da autonomía para vender nuestras cosas. También a través del boca a boca me ha ido muy bien porque siempre surgen pedidos.