Por Pamela Cevallos H.
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No hay mal que por bien no venga’ es el dicho que se puede aplicar a la experiencia sísmica chilena que con el pasar de los años ha vuelto más estrictas las normas para la construcción, transformándolas en el salvavidas para toda una nación.
Chile, al igual que Japón, es uno de los países con mayor sismicidad del mundo. Ambos están ubicados en lo que se conoce como el Cinturón de Fuego del Pacífico, compuesto por más de 400 cráteres volcánicos, así como lo están también Nueva Zelanda, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, México, Estados Unidos y parte de Canadá. Pero, además, Chile se encuentra entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana que luchan permanentemente por ganar entre 8 y 10 centímetros de espacio al año.
Esto hace que Chile tiemble siempre y mantenga un récord insuperable en la escala de Ritcher, pues registra el mayor terremoto de la historia que alcanzó 9,5 en 1960. Sin embargo, y paradójicamente, es este hecho y otros eventos telúricos de magnitud importante, lo que sostiene en pie a la mayoría de las edificaciones de ese país.
Y es que los habitantes de Chile han sufrido mucho a causa de este tipo de desastres naturales. No obstante, ese sufrimiento ha volcado al sector de la construcción y a las autoridades nacionales a una seria renovación y fortalecimiento de las normas de construcción, que después de cada evento telúrico se vuelven más estrictas.
Esa es la postura de Sebastián Gray, director Nacional del Colegio de Arquitectos de Chile y profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de ese país, quien en cada respuesta de la entrevista insiste en que si no se ha contabilizado un número mayor de muertes en Chile después de los fuertes sismos, es por el buen diseño de las leyes expedidas en ese sentido y el estricto cumplimiento de las mismas.
“Varios terremotos del siglo XX afectaron zonas urbanas densas, con grandes pérdidas materiales y humanas: Valparaíso en 1906; Talca en 1928 (que dio origen a la Ley General de Urbanismo y Construcción), Chillán en 1939; Valdivia en 1960 (que dio origen a la primera Norma Técnica del Cálculo Antisísmico de Edificios); San Antonio en 1985 y Maule-Biobío en 2010. Después de cada uno de estos terremotos, el Estado reaccionó, estableciendo y perfeccionando cuerpos legales normativos para la construcción. Este es un proceso en permanente revisión y desarrollo, de acuerdo con los avances tecnológicos disponibles y las expectativas sociales y económicas del país”, explica.
Entonces, es simple la respuesta al por qué Chile es considerado un modelo a seguir en la construcción antisísmica. Esto se sustenta, según Sebastián, en que sus construcciones tienen muy buen comportamiento frente a sismos de gran magnitud, demostrándose aquello en las estadísticas del último terremoto de 8,5 en la escala de Ritcher, registrado en septiembre de 2015, que causó cinco muertes, siendo solamente una de ellas causada por aplastamiento.
Si se compara esa cifra con las registradas tras el devastador terremoto de 7,8 en la escala de Ritcher, sucedido en Ecuador, en abril de 2016, cuyo número de muertos superó los 600, muchas edificaciones colapsaron, y un gran porcentaje de la ciudad tuvo que reconstruirse, se puede colegir que el país está obligado a convertir aquella experiencia en un gran aprendizaje.
Pero, entonces, ¿qué debe contener la normativa básica de un país en cuanto a construcciones antisísmicas? Según Sebastián Gray, toda edificación debe estar sujeta a normas de construcción y urbanismo. Las normas relativas a construcción antisísmica definen estándares técnicos para el cálculo de resistencia del suelo y de las estructuras, así como las responsabilidades involucradas en dichos cálculos.
Pero no solamente eso. Cuenta Sebastián que en Chile toda nueva construcción debe regirse por las leyes y normas de construcción y urbanismo. De otro modo, es imposible comercializarla o registrarla como propiedad. “Es responsabilidad del municipio respectivo otorgar los permisos correspondientes, previo cumplimiento de los requisitos legales, que incluyen la acreditación de los profesionales involucrados. Dichos permisos constituyen la garantía legal de que la edificación cumple con las normas, a tal punto que constructores, ingenieros, arquitectos y proyectistas de especialidades responderán civil y criminalmente ante cualquier suceso o circunstancia que podría darse”.
En cuanto a las condiciones que debe tener una estructura antisísmica, Sebastián aclara que el análisis de mecánica de suelos es una disciplina de la ingeniería que informa a los proyectos de cálculos antisísmicos y que en la legislación chilena, dicho análisis es obligatorio. “Para cada tipo de suelo existen las soluciones técnicas correspondientes; los suelos son mejores o peores según el costo que significa fundar en ellos. En cualquier caso, los mejores suelos son siempre los más estables y sólidos”.
Entonces, “lo que evita que una vivienda colapse durante o después de un movimiento telúrico es el adecuado cálculo de la resistencia del suelo, con sus consiguientes fundaciones, y la solidez y coherencia de la estructura portante”, sostiene. Y, según el experto, los mejores sistemas estructurales para resistir sismos son el entramado de madera (baja altura), marcos rígidos de acero y hormigón armado (principalmente como un sistema de muros), entre otros. Es firme al indicar que la albañilería simple y el adobe no ofrecen resistencia a los sismos.
En ese sentido, en la actualidad, la tecnología juega un papel preponderante en las construcciones. Su aplicación puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte de seres humanos, entre una vivienda colapsada o una edificación que permita la evacuación segura de sus habitantes. Y es que una estructura antisísmica debe ser capaz de proteger la vida de sus ocupantes, aunque quede inutilizada.
Sebastián expone que “se calculan las estructuras para resistir sin daños en sismos menores, y para resistir sin colapsar en sismos de magnitud excepcional, aunque luego deban ser demolidos. Además, sostiene que, hoy en día, existe la tecnología para conseguir que el objetivo de las estructuras antisísmicas se cumpla. “Existen aisladores sísmicos, difusores de energía y péndulos compensatorios. Los aisladores son cojinetes flexibles instalados entre los cimientos del edificio, de manera que, en el caso de un sismo, el edificio pueda moverse ‘flotando’ sobre ellos.
Los difusores son elementos colapsables instalados en lugares clave de la estructura, capaces de absorber las deformaciones del edificio a causa de un sismo, tal como el parachoques de un vehículo absorbe un impacto. Los péndulos son elementos de enorme peso que cuelgan interiormente en la cúspide de un rascacielos, para contrarrestar el movimiento oscilatorio que puede alcanzar el edificio con un sismo”, explica.
Ahora, desde el punto de vista del mercado, ¿las construcciones antisísmicas otorgan más valor a un inmueble? Para Sebastián la respuesta es contundente. En Chile “las construcciones que no cumplen con las normas antisísmicas -edificios históricos de adobe, por ejemplo- no son sujeto de pólizas de seguros, lo que dificulta su hipoteca o comercialización. Por otra parte, en Chile es razonable considerar que cualquier estructura formal construida a partir de 1940 es efectivamente antisísmica. Debido a políticas de vivienda históricas, y a diferencia de otros países de Latinoamérica, en Chile es muy poco común la autoconstrucción”, dice.
Así las cosas, ¿qué hacer luego de un terremoto? Consultar con un experto. Según el que nosotros consultamos, muchas estructuras son demolidas innecesariamente producto de la ignorancia, la histeria colectiva o intereses inmobiliarios, pero lo importante es que se debe continuar perfeccionando las normas. El director del Colegio de Arquitectos de Chile asegura que luego del último episodio sísmico grave, en su país se han hecho más exigentes las normas relativas al cálculo de la resistencia del suelo y se promulgó una norma para edificaciones en adobe, lo que permitirá por primera vez recibir subsidios o créditos para mejorar las estructuras de edificios históricos dañados. Sin duda, un ejemplo que deberíamos seguir.
Sebastián Gray manifiesta que Chile aprendió mucho de las experiencias de Japón y California durante el siglo 20. Comenta que esos países fueron importantes precursores y continúan liderando en este campo. No obstante, las investigaciones y avances chilenos en la materia hoy son estudiados con gran interés en el resto del mundo. Ecuador no debe ser la excepción.