Guayaquil

Por Narcisa Rendón

Cuando en 1968 el ex presidente José María Velasco Ibarra había sumado en su lista de contrarios a los líderes del partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP), dispuso a los militares resguardar algunos sitios que visitaba durante su estadía en el Puerto Principal. La finalidad era evitar posibles ataques. Entre estos estaba la casa del entonces gobernador del Guayas, Enrique De Grau Ruiz, en el “Barrio Centenario”, un prestigioso sector ubicado en el sur de la urbe. La vivienda era de buen gusto para Velasco por su estilo comparable al de una hacienda vista desde afuera, y con una exuberante decoración recorriéndola por dentro. Allí se daban reuniones de corte político, diplomático, entre otros notables eventos.

Las familias que hoy la habitan son los hijos de De Grau y su viuda, quienes recuerdan el pasar de Velasco por los pasillos de piedra pulida de la planta baja. En la actualidad, la casa mantiene los elementos con los que fue levantada en el año 1953. Su estilo está influenciado por el arte barroco, y los acabados revelan el trabajo refinado con el que fue construida bajo la dirección de un arquitecto europeo. En su interior aún figuran elementos de bronce, pinturas iluminadas con fondos oscuros cuyo matiz se repite en otros espacios de la casa. Las cuatro salas están dividas por arcos de curvas cóncavas con diseños entrenzados.

Barrio Centenario - Revista Clave!

En su fachada y recostado a la pared, llama la atención un amplio asiento revestido con azulejos que forman figuras de flores, cuerpos desnudos, y en el centro destaca la imagen del español Sebastián de Benalcázar, demostrando una vez más el fuerte predominio de ese país, no sólo en el diseño arquitectónico de la casa, sino también en la genealogía de la familia.

Los numerosos pilares que sostienen el amplio balcón del primer piso son singularmente anchos, al igual que las paredes, lo cual constituye un tipo de construcción fornida que ha llevado a considerar al Barrio Centenario como el de las casas mejor construidas de la ciudad. Allí, a más de políticos, también se establecieron los más pudientes burgueses a mediados del siglo pasado. Generalmente eran de ascendencia extranjera, como por ejemplo los padres del actual alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot Saadi.

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La vivienda donde creció el líder político se mantiene intacta viéndola desde afuera. Sin embargo, y como ocurre en númerosos casos, los herederos pasaron a habitar nuevas propiedades sobre todo en el norte de la ciudad, en la Vía a Samborondón o en Vía a la Costa. Es así como muchas casas están deshabitadas; algunas fueron puestas en venta sin que hasta el momento logren negociarse.

Hubo una familia que prefirió donar su propiedad a una comunidad religiosa en vez de venderla. Los Maspons–Febres Cordero, reconocidos por sus actividades empresariales, entregaron una emblemática casa a la comunidad salesiana para fines pastorales, pues fue esa comunidad una de las primeras en habitar la zona con la construcción de la institución educativa Cristóbal Colón.

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Al ingresar a esta vivienda es imposible obviar el piso, que cada veinte centímetros está plasmado con los símbolos del escudo español de la época franquista: la señal real de Aragón, del reinado de León, del reinado de Castilla, y el águila como representación de poder. La luz natural del día ingresa a través de un gran lucernario ubicado en el centro de la casa y enfoca a una fuente de agua.

El padre Luciano Bellini, líder salesiano, asegura que la casa mantendrá el mismo estilo con la que fue donada. La residencia será utilizada para dar charlas a jóvenes y hacer retiros espirituales. Los dormitorios ya incorporan literas donde descansarán los futuros sacerdotes y miembros de la comunidad.

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Hasta antes de cederla, la casa tenía cuatro dormitorios, el comedor, una sala de espera y otra privada en la planta baja, mientras que en el primer piso se encontraban las habitaciones del personal doméstico y un salón de juegos. En el segundo piso aún se conserva una capilla que fue construida por orden de sus primeros dueños, y que resalta desde afuera por ser el punto más alto.

Otra muestra de religiosidad de la familia Maspons se encuentra a pocos centímetros de la puerta principal. Allí está situada una rectangular imagen de la Virgen María bajo la advocación en latín “Nostra Nora de Lourdes” (Nuestra Señora de Lourdes), compuesta de azulejos blancos y azules. Casi desapercibida, y en la parte inferior del mismo cuadro, aparece el nombre de su devota, la primera mujer en vivir allí. También las ventanas más pequeñas están resguardadas por hierros en forma de cruz.

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En su exterior se encuentra el lugar que décadas atrás fue el salón de cine de la familia y que cuya utilidad no variará mucho, pues será el espacio para proyecciones formativas y religiosas dirigidas a los jóvenes.

El amplio jardín embellece aún más la zona. Sin embargo, cuidar este espacio es una tarea que demanda tiempo, paciencia y dinero. El Barrio Centenario, por reunir propiedades grandes donde existe una diversidad de vegetación, obliga a los dueños de las viviendas la tarea de emplear mano de obra para podar los frondosos árboles de samán, mango y pino. La responsabilidad se extiende a cortar el césped, fumigar y limpiar. En el Barrio también se conservan las palmeras reales más altas, y posiblemente también las más longevas de la ciudad.

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Son los árboles y sus frutos los que atraen a las aves que, con sus melodías, hacen de este sector un lugar único. Así lo cree Ronald Tapia, quien compró una vivienda de estilo barroco colonial hace más de 20 años.

Durante todo este tiempo, nunca pensó en cambiar algún elemento arquitectónico en ella, y niega que haya tenido que reparar alguna baldosa o fierro fijado en las ventanas. La casa se conserva espléndida y sobresalen los arcos de las puertas, los escalones y el uso de la madera en los pequeños y grandes detalles que la adornan.

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Muy cerca de él habita don Rafael Sarmiento y su esposa Olga Fierro. Al igual que sus antecesores en este artículo, esta familia tampoco ha alterado el estilo de la casa que compró hace más de 40 años con el nombre “Helvecia”, y cuyo título aún permanece en la parte frontera. Ni siquiera ha retirado los dos símbolos suizos que se destacan sobre el gran balcón, y de los cuales no recuerda con seguridad qué relación tendrían con los anteriores dueños de la vivienda, pues afirma que ellos eran franceses. Al parecer la casualidad se debe a la cercanía geográfica entre Francia y Suiza.

Lo cierto es que para don Rafael aquella casa trasciende de lo material. Es el lugar desde donde admira diariamente el colorido jardín, también recuerda el crecimiento de sus tres hijos y hasta la celebración matrimonial de todos ellos. Hoy que ya no viven con él, tres de los cuatro dormitorios están vacíos. Don Rafael entonces comienza a pensar que tarde o temprano venderá su vivienda, y espera que cuando esto ocurra sus nuevos propietarios conserven el estilo con la que fue creada.