Por Lorena Ballesteros
Carolina Freile forma parte de una tribu de diez hermanos. Ella es la quinta hija, y entre los recuerdos más vívidos de su infancia están esas horas familiares en las que todos se apostaban en la mesa del comedor para desayunar, almorzar o cenar. Los tiene tan presentes porque su mamá hacía de esos momentos un festín, no solo culinario, también se convertían en una especie de espectáculo visual. La mesa solía estar bien vestida, con mantel, individuales o caminos, y servilletas de tela dispuestas en servilleteros. Además de la armoniosa compañía de platos, cubiertos, vasos, copas, bandejas, paneras y saleros. Con la descripción que hace Caro, imagino a esas numerosas familias italianas, en las que varios miembros charlan, ríen y disfrutan de una buena sobremesa.
Esa costumbre de “instalarse a comer” fue uno de los motivantes para lanzar KUSKA, su marca de productos con diseño, principalmente para vestir la mesa del comedor. El negocio lo arrancó con su hermana María, quien llevaba años viviendo en Estados Unidos, pero un buen día vino a Ecuador con la idea de quedarse. María es arquitecta y Caro siempre tuvo talento y afición por la decoración interior. De hecho, cuando comenzó sus estudios universitarios eligió Diseño Interior y Educación. Durante diez años estuvo dedicada únicamente a la carrera en la que finalmente se tituló. Ella estudió Educación en University of Texas en Austin, y apostó por la enseñanza durante una década. En las aulas hizo camino profesional y anduvo por esos lares hasta que la vida le cambió de dirección.
Nada ocurre por casualidad. En el transcurso de esos diez años se casó con Esteban Muñoz y tuvo a sus tres hijos. Ser madre y educadora fueron dos roles que pudo complementar idealmente. Disfrutó sobremanera de ese reto. Lastimosamente le llegó una prueba muy dura que hizo que se replanteara todo: lo que era y lo quería ser.
Hace aproximadamente cinco años, su última hija nació prematura y muy enferma. La pequeña estuvo ingresada en el hospital por tres meses y falleció cuando solo tenía seis meses de nacida. Para Caro no es fácil compartir esta historia, pero lo hace con una entereza digna de admiración. Mientras ella narraba ese episodio tan triste sentí un nudo en mi garganta. A Caro se le iluminaban sus ojos. Y aunque el tiempo cura muchas heridas, esta es una que seguirá latente en su corazón por siempre. Explica que en esas circunstancias se buscan razones para sobrevivir. Además de haber encontrado fuerzas en su esposo y sus otros dos hijos, Julia e Ignacio, KUSKA llegó como un salvavidas en medio del naufragio. Ese proyecto que inició con su hermana se convirtió en su nueva meta profesional. Y aunque los libros de educación siguen colmando sus libreros, no ha dado marcha atrás. Este segundo acto de su faceta profesional está centrado y encaminado exclusivamente en el diseño interior.
KUSKA significa lugar. El nombre hace alusión a ese lugar en el que creció, con mesas colmadas y espacios acogedores. Recuerda también que sus padres sembraron en ella el gusto por lo estético, por el diseño y las texturas. Aunque su madre estudió Filosofía y su padre Agronomía, ambos compartían una especie de hobby o side job, compraban casas o haciendas, las restauraban y las vendían. En esas dinámicas Caro forjó un talento oculto que se desplegó incluso antes de que surgiera KUSKA. Hace algunos años su hermana Bárbara fue la arquitecta de su casa de campo en Lasso. Ella se encargó del diseño arquitectónico, y Caro dejó el corazón en la decoración interior. Fue su primera obra maestra.
Disfrutó tanto el proceso de decorar, que lo de KUSKA fue más fácil materializar. Con ese objetivo diseñó una línea enfocada en impregnar de detalles el hogar. A vestir mesas como lo hacía su mamá y como lo hace ella ahora. La primera colección la lanzó de la mano de su hermana María, quien finalmente no continuó en el proyecto. Estuvo concentrada en individuales, paneras, servilletas… Después de cuatro años, la marca se ha consolidado en el mercado ecuatoriano. Las colecciones se renuevan dos veces al año, por lo general para la época del Día de la Madre y en Navidad. Si bien comenzó exhibiendo en un Open House y posteriormente en el Grand Bazaar, ahora tiene un punto de venta permanente en ARTIK en la Floresta, también en Olga Fisch, y en Cuenca se puede encontrar KUSKA en Nani Concept.
Además de los productos textiles, Caro trabaja en bandejas, charoles, tablas de distintos tamaños y materiales. Utiliza teca, mármol, piedra y piedra pizarra. En telas apuesta por el yute, lana y algodón. Su principal motivación es que sean materias primas naturales, de fácil degradación. En el caso del mármol visita fábricas y busca entre los desechos para así aprovechar trozos que quedaron en perfectas condiciones y que pueden reutilizarse. Su emprendimiento le ha llevado a diversos rincones de la sierra ecuatoriana. En Bolívar dio con un grupo de tejedoras de lana con quienes está forjando una relación fructífera. De esta manera apuesta por lo nacional y por mejorar la mano de obra del país.
El siguiente paso con KUSKA es la exportación. Está cerrando alianzas para que alguien más pueda comercializar y promocionar la marca en Estados Unidos. Para crecer también fortalecerá los vínculos con los artesanos en el país. Su objetivo es crear conciencia en el mercado para que se pague el precio justo por cada pieza y que se comprenda que hay una historia detrás de cada trabajo que se realiza.
Ahora que está inmersa en el mundo de la decoración interior comienza en 2020 con otro propósito: diseño de muebles y redecoración de espacios. Ya ha tenido clientes que le han solicitado remodelación de cuartos o salas. Esas asesorías han avivado su pasión y talento. En su casa en Pillagua se pueden apreciar muebles diseñados por ella. Su toque clásico y moderno está en toda la decoración de sus áreas sociales. A Caro le gusta combinar líneas rectas muy contemporáneas con materiales clásicos como la esterilla o destacar la textura de la madera. Ha apostado por muebles que pertenecieron a sus padres y que sin perder su esencia los ha rehabilitado. De hecho, convirtió su armario de la niñez en un bar funcional para su sala principal.
Caro reconoce que ha sido afortunada. Que ha podido dedicarse a dos profesiones en distintos períodos de su vida. Si en un momento fue educadora y madre, ahora es madre y diseñadora. Sus días los disfruta creando, buscando proveedores, lanzando campañas digitales en sus redes sociales y organizando su presencia en ferias. Las tardes las dedica a Julia e Ignacio, aunque como emprendedora no puede desconectarse completamente de su trabajo. Lo cierto es que ha encontrado equilibrio, paz y un verdadero gusto por lo que hace.