Carme Pinós (Barcelona, 1954) viene de una época en la que las mujeres en la arquitectura eran pocas, pero a ella no le gusta quejarse por su sexo. “Yo simplemente trabajo y continúo. No soy de las que lloran y protestan, simplemente trabajo”, dice.
Atiende la entrevista en la biblioteca de su piso en Barcelona, donde empezó a pensar las ciudades junto con su marido, Enric Miralles (1955-2000), y donde se rehízo tras la separación y la muerte de éste, y demostró que era mucho más que la mujer de un arquitecto famoso.
La arquitecta barcelonesa recuerda que recibió el apoyo de colegas extranjeros como el austriaco Wolf Prix, que llevó a sus alumnos a su estudio y le dijo que tenía que demostrar lo que Pinós podía hacer. Empezó a moverse dando conferencias fuera de España y un día le encargaron la obra que la convirtió en una “arquitecta creíble”: la construcción de un complejo de oficinas en Guadalajara.
“Todo el mundo necesita una primera obra para hacerse creíble. Es una obra, es un premio, pertenecer a un grupo… Yo me hice creíble con la Torre Cube de Guadalajara. Venía de mi trayectoria con Enric, había acabado muchos proyectos que habían empezado con él, pero bueno, siempre ahí está a más de ser mujer, era la mujer de un hombre con mucho peso. Todo esto no hacía fácil el camino”.
La torre del grupo inmobiliario Cube, tres núcleos de hormigón que sustentan un edificio en voladizo y una piel de celosía de madera, se levantó en 2005 y enseguida llegaron los premios y reconocimientos: primer premio de la IX Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, en 2007; mención de honor en la XVI Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, en 2008, entre otros; y nuevos encargos entre los que destacan un segundo rascacielos en México y el Caixaforum de Zaragoza.
Pinós ahora tiene obra en Francia, Austria, Australia, y por supuesto, en España. Los elementos de su universo son el respeto absoluto al contexto y a la escala humana. Cada obra tiene mucho tiempo de estudio, lectura y visitas in situ. “Pensar que la arquitectura es el lugar de relación que tiene un carácter social, Es muy importante ser consciente de estas cosas. Cada lugar es un contexto diferente, y el contexto no quiere decir simplemente físico, es también cultural. Es todo, es la memoria, es las curvas de nivel, los árboles que tiene, el clima que hace, es la memoria que carga el lugar”, explica.
En el ADN de esta arquitecta están Le Corbusier, Wright, Kahn, Kevin Roche y Saarinen, y su obstinación por presentar una arquitectura armónica, clara, con sentido común. “Procuro que mi arquitectura se explique, que sea generosa y participativa, que llegue a la tierra, al ground floor, que se ofrezca a la ciudad”, dice la arquitecta que poco después de la entrevista tomará un tren para presentar un proyecto de viviendas en Madrid.
Todas sus obras tienen una maqueta conceptual en la que se ven dos o tres elementos que se entrelazan. Algunas de estas pequeñas maquetas, que la arquitecta guarda con celo en su piso de Barcelona, fueron parte de la exposición Escenarios para la vida, la retrospectiva de la obra de Pinós que hizo el Museo ICO de Madrid y que todavía se puede visitar en su formato virtual.
La muestra tuvo tres niveles: el primero equivale a los cimientos de la arquitecta, aquellos que fueron construidos junto con su marido. Uno de los proyectos más sobrecogedores de Miralles y Pinós fue el cementerio de Igualada, una ciudad para los muertos incrustada en las montañas de Cataluña, que invita a los visitantes a entender y aceptar el ciclo de la vida.
Los planos de las obras más representativas de la pareja de creadores llegaron al museo, pero se mantuvieron guardados en gavetas tal y como han estado en los últimos 30 años. El curador de la muestra, Luis Fernández-Galiano, explicó que se respetó el “pacto de silencio” que ha guardado Pinós de esta etapa de su vida.
En un segundo nivel estuvieron 80 obras que llevan la firma de Pinós y que configuran las ciudades que ella diseña, y en el tercer nivel se mostraron sus libros y sus maquetas de cartón y madera más personales, lo que equivale a las palabras y formas que rodean toda su obra.
Pinós termina la entrevista diciendo que apenas se levanten las restricciones impuestas por la pandemia continuará con sus obras. Tiene proyectos de vivienda social y un hotel en México, pero también tiene pensado visitar otros destinos como las Islas Galápagos, en Ecuador, que lo tiene en un listado de pendientes desde que recibió una invitación y no pudo ir.
Como mensaje final para los arquitectos nos deja la reflexión de que ahora las ciudades se deben pensar desde las distancias, “las ciudades de los 15 minutos”. “La gente se dio cuenta en la pandemia que formar comunidad, formar barrio, es muy gratificante. Y creo que esto no se va a ir. La gente en París está hablando de la ciudad de los 15 minutos, es decir, tenerlo todo a 15 minutos de camino. Darse cuenta de que las ciudades grandes que se extienden, se extienden, se extienden, provocan que la gente quede en la periferia y tenga que viajar dos horas para llegar a su trabajo. Es que ese no es el camino”.
Y recalca que no hay que olvidar diseñar edificios ventilados que son tan necesarios para evitar los contagios de cualquier virus. Eso es algo que ella ya hacía. “Ya se han dado cuenta de que lo más esencial de los espacios es la ventilación. Yo en ese sentido soy muy, pero muy pandemia. Hice la torre Cube basándome en la ventilación, e hice estas grandes terrazas para que la gente de las oficinas se pueda reunir. O sea, mi mente siempre ha sido coronavirus”, zanja con el humor que permiten estos tiempos.