El sueño de volver a la Edad Media
Por Gabriela Paz y Miño
Corresponsal Barcelona
Se llama Besalú. Es uno de los pueblos medievales mejor conservados de España. Está ubicado a solo 30 kilómetros de la ciudad de Girona, en Cataluña. Sus callejuelas y escalinatas de piedra, sus enigmáticos rincones, sus históricos templos, torres y monumentos; sus plazas, mercado… Cada espacio y cada muro son testimonio silente del esplendor de una villa medieval, en la que se sucedieron y convivieron distintas culturas que dejaron su huella en el tiempo.
Desde el momento que el visitante se enfrenta a la imponente puerta de entrada, y al puente de piedra que conducen al interior de la ciudad amurallada, su experiencia se transforma en un viaje a través del tiempo.
La historia de Besalú se remonta al siglo X, cuando alrededor del castillo del mismo nombre se desarrolló una población vibrante, de gran importancia comercial y política, que en la actualidad conserva gran parte de su trazado original. Aunque el castillo no sobrevive, el poblado que creció alrededor de la cima en que estuvo ubicado es uno de los mejores espejos del tipo de urbanización de la Edad Media.
Emplazado en la verde y volcánica comarca de La Garrotxa, al noreste de Cataluña, y atravesado por dos ríos -el Capellada, al norte y el Fluviá, al sur-, Besalú es uno de los principales atractivos catalanes. Su nombre aparece, casi sin excepción, en las listas de los pueblos más bonitos de España.
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La muralla, el puente y el enorme portón de entrada se aprecian desde lejos. Pero es al caminar por sus calles, sentarse junto a la muralla para contemplar el río, o entrar a las tiendas de artesanías medievales (espadas, mariposas o salamandras forjadas en hierro, marionetas de madera, escudos…), cuando se aprecia mejor la belleza de esta histórica villa.
Sus restaurantes, ambientados con elegancia, sirven deliciosa comida tradicional catalana y algunos de sus hoteles son edificaciones con techos altos, largos corredores, jardines y bañeras, que dan al visitante la sensación de haberse hospedado en un castillo medieval.
LA HISTORIA QUE REVELAN LAS PIEDRAS
Las emblemáticas edificaciones de este pueblo de aproximadamente 2.500 habitantes se pueden recorrer en visitas guiadas o de manera libre. El puente, el monasterio de Sant Pere con su imponente iglesia, los baños judíos, el templo de San Vicente -declarado Bien Cultural de Interés Nacional-, el antiguo hospital de peregrinos de Sant Julià… son algunos de los lugares que dejan sin aliento a los visitantes, por su belleza y significado histórico.
EL PUENTE DE PIEDRA
Tiene una longitud de 135 metros, una altura de 15 y mide 4 metros de ancho. Se trata de uno de los puentes medievales que conservan más características arquitectónicas de su época. Ha sobrevivido más de 1.000 años. Su conformación angular, en la que destacan siete arcos y varias torres de defensa, se asienta sobre gruesos pilares de roca.
Afectado por las lluvias, el paso del tiempo, e incluso por un bombardeo en la Guerra Civil española en el que se volaron dos de sus arcos, el puente ha sido varias veces restaurado a lo largo de los siglos. En la antigüedad sirvió para transporte, comunicación, vigilancia y para el cobro del pontazgo -o derecho de paso- por la villa.
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Esta impresionante estructura por la que caminan a diario miles de turistas, es uno de los lugares preferidos de los visitantes para tomar fotografías. Con sus teléfonos, o con sofisticadas cámaras de foto, captan imágenes del interior de las primeras casas y calles del pueblo, de su gran portón de entrada, de la muralla o del paisaje que rodea a Besalú.
EL MERCADO MEDIEVAL
Aunque data del año 1027, el esplendor del mercado de Besalú brilló sobre todo en el siglo XVI, cuando se convirtió en el más importante de la Garrotxa. No es difícil imaginar el movimiento y las transacciones de los comerciantes, los campesinos y los artesanos de la época, que daban vida a las calles de la población.
Un ambiente parecido se reproduce cada martes, en el mercado semanal del pueblo. Y se recrea cada año con más colorido, personajes y preparación, a inicios de septiembre, durante la semana de la Feria Medieval, que convoca a miles de visitantes.
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En la famosa feria se puede ver e interactuar con representaciones de los personajes típicos de la época: juglares, músicos, bufones, doncellas, criados, caballeros. Además hay talleres de oficios artesanales, conciertos de música medieval, espectáculos de circo; paradas con comida tradicional, luchas entre caballeros, etc. Cada rincón, cada calle y cada plaza reviven de Besalú con un ambiente lúdico y lleno de historia, que enamora a los turistas.
IGLESIA DE SAN VIÇENS
Esta iglesia parroquial, cuyo origen se remonta al siglo X, es una de las edificaciones más hermosas de la población. Su construcción tomó varios cientos de años y se terminó a finales del siglo XVIII, con la elevación del campanario.
El templo ha sufrido varias renovaciones pero se conserva su estructura de basílica, con tres naves y una cabecera formada por tres ábsides.
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La sobria edificación de piedra, con detalles románicos y góticos, impresiona precisamente por sus muros desnudos y su sencillez. La ornamentación se ha dejado para el exterior: las esculturas y las representaciones animales y vegetales de las puertas y columnas exteriores, de piedra, son los únicos “lujos” que se permite esta iglesia que ostenta el título de “Monumento Histórico y Artístico de Interés Nacional”.
Precisamente en esa sobriedad radica la belleza de este lugar, en el que destacan un ventanal y un hermoso rosetón, con motivos geométricos, en los que juega la luz. Si alguien busca silencio y sencillez, este templo, que alberga las reliquias del mártir San Vicente, es el lugar perfecto para el recogimiento.
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LOS BAÑOS JUDÍOS
Hasta el año 2014, cuando apareció un segundo recinto similar en la ciudad de Girona, los baños judíos de Besalú eran los únicos que se conocían en la Península Ibérica. Hoy son uno de los cuatro que se encuentran en toda Europa y uno de los mejor conservados del continente.
Este impresionante conjunto subterráneo, construido en piedra tallada y ubicado junto a los vestigios de una sinagoga, es uno de los testimonios de la existencia de una comunidad judía en Besalú. Su piscina se llenaba de forma natural con el agua de una fuente y servía para las ceremonias de purificación de la comunidad judía.
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Aunque los primeros registros escritos de la presencia de esta población en Besalú aparecen a partir del siglo XIII, se cree que los judíos llegaron a la zona en el siglo IX. Inicialmente convivieron con los cristianos, pero tras la bula papal del siglo XII, fueron obligados a vivir en un área específica. Su presencia se registra en los muros de la judería, los restos de la sinagoga, la plaza y el cementerio judío, así como en la pervivencia de muchos apellidos con este origen en Besalú.
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Estas y otras maravillas históricas y arquitectónicas le valieron a esta población catalana la declaratoria de “Conjunto Histórico Artístico Nacional”, en 1966. Es una joya que reluce en el verde paisaje de la Garrotxa. Y un lugar de visita obligada, para quienes quieren conocer uno de los mayores tesoros históricos y arquitectónicos de Europa.