Por: Andrés Serrano Velasco
Fotografías: Andrés Serrano Velasco
El autor
Corrió motos en El Salvador, go-karts y autos de rally en México. Practica automovilismo en Alemania.
Que Ecuador es el “paraíso para las motos”, es algo de lo que he estado convencido toda mi vida. Si bien hace años pensaba principalmente en “enduros” por las arduas carreteras secundarias, los parajes de mi país se han convertido en otro tipo de paraíso: uno en el cual se puede tocar las aguas Amazónicas para el desayuno, cruzar dos pases andinos con sus increíbles paisajes al almuerzo, y bañarse en una playa del Pacífico al caer la noche.
En colaboración con Motorides y Exclusive Tours he tenido la oportunidad de organizar más de un par de paseos con amigos que recojo por el mundo. El último fue con turistas galeses, amistades de varios años que nacieron con el automovilismo británico y fueron cementadas en el automovilismo alemán.
Nada como una corta salida desde Quito hacia el Norte para un almuerzo en Cayambe, y de regreso visita al Pululahua, bajada hacia Mindo y sus cercanías, para dejar al extranjero muerto del asombro ante nuestros paisajes, sorprendido por la calidad de las carreteras, y despavorido por el tráfico.
Paseos
En colaboración con Motorides y Exclusive Tours he organizado paseos con amigos que recojo por el mundo.
La gloria de la vegetación y las aguas rugientes de caudales que descienden de los Andes hacia el Pacífico, arrullan los sueños de cansados motociclistas que ya habían pasado un día climatizándose en Quito y visitando el Centro Colonial. ¿Cómo superar la primera jornada? Fácil: de Mindo a Santo Domingo vía Los Bancos, subiendo el Tambo, y contemplando el valle de Machachi desde las alturas de Alóag. Todo esto bajo un sol brillante que ni siquiera se vislumbraba durante la difícil trepada. Claro, hay que decirlo, que este tipo de viaje no es para gente puntillosa. Neblina, camiones, o baños de dudosa pulcritud en las gasolineras (hay que saber escoger), no es para todo el mundo, pero los motociclistas saben de eso y peor, sean de donde sean.
Salir de tour preparados como se debe no es opcional. Un accidente tonto, como en efecto sucedió, que bien habría podido terminar en drama, resulta en una leve inconveniencia gracias a la camioneta acompañante, y a la pericia y prontitud de los mecánicos de BMW y Alvarez Barba S.A., quienes entregan la moto reparadita esa noche en La Ciénega.
Los ocho días de moto pasan en un tris… El páramo del Chimborazo, con la magia de ver al majestuoso titán, o aún con la decepción de no verlo debido a las nubes, es una maravilla. Las manadas de cuadrúpedos andinos, y sus comunidades indígenas perdidas en las eternas alturas, dejan atónitos al grupo de galeses que acto seguido descubren la magnífica vía Riobamba-Macas.
La Hostería Arrayán y Piedra acoge a seis sedientos visitantes que en un segundo vacían el refrigerador de la piscina. Increíbles vistas del Río Upano nos acompañan durante la cena y desayuno. Riobamba por la misma vía, por “demanda popular”, nos hace revivir las experiencias del ayer: la áspera belleza de la vegetación del Parque Nacional Sangay y los hermosos paisajes en las lagunas de Atillo. Un largo día termina en la belleza que es la pequeña ciudad de Baños y el Hotel Luna Run Tun, con quizá la mejor vista que puede tener un hotel en las Américas.
El Tungurahua, abierto en su gloria, es bono. Cada día, cada noche, les digo a mis amigos: “esperen, no han visto nada todavía”. Y ya comienzan a creerme y a hablar de cuándo y con quién van a volver…
Un feroz aguacero bajando de Baños al Puyo nos obliga a encontrar refugio donde podemos, pero poco es el sacrificio si el destino es la Amazonía Ecuatoriana. Hospedados en La Casa del Suizo, en la población de Puerto Ahuano, nadamos, jugamos y navegamos en el Río Napo, visitamos el Amazoológico y caminamos por la selva.
La carretera hacia Baeza y Papallacta no deja de impresionar a mis acompañantes británicos, y al llegar a Las Termas, otra vez en las alturas, no pueden creer lo que están viendo ni imaginaron el nivel de hotel/spa que nos acoge. Por si aún haría falta maravillarlos más, al día siguiente nos despierta el Antisana en todo su esplendor.
Último día! Lo usamos bajando a Pifo con destino a Imbabura y sus lagos. Jugamos demasiado, llega la tarde y el regreso a Quito desde el norte es apurado. Tanto queda sin verse, pero no es problema pues volveremos, con amigos y familia a darnos otras vueltas en este, mi paraíso personal.
La gloria de la vegetación y las aguas rugientes de caudales que descienden de los Andes, arrullan los sueños de cansados motociclista.
Rain forest noises and Pacific-bound waters down the western slopes of the Andes serenade the tired group of travelers.