Por Lorena Ballesteros
La arquitectura evoluciona, trasciende, transforma. El arquitecto es una fusión de artista y funcionalista. Es un intérprete. Es un motor de cambio. Su figura es trascendental para generar coherencia en la sociedad. Sin embargo, es un oficio que a veces no es tomado en cuenta al momento de tomar decisiones a nivel macro. Lo relegan a una posición unidimensional, una que se estanca exclusivamente en el diseño de un determinado proyecto y no de la colectividad. Son desafíos que muchos de ellos enfrentan. Que con el paso de los años y el nombre que forjan en la ciudad o en el país se van posicionando como referentes de esta nueva contemporaneidad.
CLAVE! convocó a un conversatorio de alto nivel a tres representantes de la arquitectura moderna y actual de Ecuador: Rafael Vélez Mantilla, Gonzalo Diez y Felipe Escudero, para debatir sobre desarrollo urbano, patrimonio y los desafíos que enfrenta la arquitectura en el Ecuador. Rafael Vélez ha mantenido el legado de su padre, Rafael Vélez Calisto, uno de los referentes del modernismo de los setenta y ochenta en el país. Con su propia interpretación de lo moderno, Rafael se ha vinculado también a la vida académica como decano de la Facultad de Arquitectura de la UDLA. Por su parte, Gonzalo Diez es cofundador de la firma Diez Muller que ha sido merecedora de reconocimientos nacionales e internacionales. Finalmente, Felipe Escudero es el fundador de un estudio de arquitectura internacional que enfoca al diseño como herramienta para agregar valor a la experiencia humana y al paisaje urbano. Su estudio es multidisciplinario, pues navega por distintas ramas del diseño conceptual.
Si bien los temas actuales de la arquitectura pueden llegar a ser infinitos, este conversatorio partió de una premisa básica. ¿Cuál es la responsabilidad del arquitecto en el desarrollo de las ciudades? Enfrentar distintos retos. Por una parte, responder al cliente que los contrata, que puede ser público o privado; y por otra, adherirse al entorno y contexto de la ciudad.
Rafael Vélez
Rafel reconoce que no hay proyecto más personal en arquitectura que el diseño de una casa. En esos casos, el éxito está en la capacidad que el arquitecto tenga para entender el perfil, la memoria y los gustos más íntimos de las personas que ocuparán ese espacio. Asegura que el arquitecto impositivo, ese en el que prevalece su talento o ego personal no está capacitado para desarrollar ese tipo de proyectos. Eso se refiere al rol del arquitecto hacia adentro, al propósito de superar las expectativas del cliente final. Sin embargo, también está presente la responsabilidad de mantener una coherencia con el entorno, de aportar a la ciudad que nunca deja de construirse y reconstruirse. En ese sentido, Rafael considera que el arquitecto es también un artífice que debe considerar las reglas prestablecidas: el paisaje, los vecinos, el contexto, la temporalidad, la capacidad de permanencia, el legado arquitectónico.
Al mencionar la palabra legado resulta inevitable topar el tema del patrimonio. ¿Cómo recuperarlo, mantenerlo, potenciarlo? Para Gonzalo Diez esto resulta complejo tanto a nivel de ciudad como de país. Primero porque no hay definición establecida de qué es patrimonio, pues se lo reconoce únicamente si está inventariado y esto puede referirse exclusivamente a lo precolonial, colonial o de los primeros años de la vida republicana.
Pero ¿qué sucede con lo que no está inventariado? Aquellas edificaciones de los años cuarenta o cincuenta que comenzaron a definir el modernismo en Quito, esas construcciones de los años setenta que fueron consolidando a Quito como un referente arquitectónico del mundo de la posguerra, íconos que incluso pretenden ser derrocados para dar paso a la nueva modernidad, sin pensar en el valor arquitectónico de lo que se está desechando.
Otro tema importante con respecto al patrimonio es su intervención. Se debe entender que la preservación no se refiere a mantener intacta una edificación que tiene más de 100 años, sino a rescatarla para que pueda ser reutilizada, adaptada a las nuevas necesidades de la sociedad. Gonzalo explica que en Cuenca se está generando una intervención en zonas patrimoniales que responden a proyectos modernos, contemporáneos, pero que tienen un alto grado de respeto y coherencia con el contexto.
Gonzalo Diez
La intervención debe reavivar. Por eso se diferencia intervenir de derrocar. Lo que debe suceder con el patrimonio, tanto histórico como moderno (que también llegará a ser histórico en su momento), es la intervención que permite readaptar, reconstruir, rediseñar, renovar para ajustarse a los tiempos actuales. Derrocar patrimonio es como un sacrilegio imperdonable. Algo que posiblemente suceda con el edificio de IBM en Quito, uno de los referentes de la arquitectura moderna de los ochenta y que posiblemente desaparezca en favor de la rentabilización del espacio que ocupa.
Del patrimonio a lo vernáculo y a lo futurista
La arquitectura vernácula responde a la necesidad de construir de manera tradicional, de volver a las bases de la tierra. Una tendencia que se manifiesta sobre todo en lo pueblos, adaptándose a sus distintas condiciones geográficas. En este tipo de arquitectura prevalece un respeto profundo por el entorno, por cuidar el paisaje, por utilizar mano de obra y materiales locales. Se la puede interpretar como arquitectura sostenible.
Gonzalo asegura que en Quito hay mucha raíz y tradición nacional. Aunque la arquitectura de la ciudad haya sido influenciada por los arquitectos europeos que llegaron después de la Segunda Guerra Mundial, fueron ellos quienes se adaptaron a la localidad y no viceversa. Sin embargo, Rafael establece que lo vernáculo es exclusivo de la periferia, que es allí donde prevalece.
Lo cierto es que bajo sus preceptos de localidad, de respeto por el paisaje y el entorno, se han nutrido otros tantos estilos y tendencias que buscan frenar la imposición acelerada de referentes lejanos que vienen de China o Dubai, y que no tienen nada que ver con nuestra tecnología o economía. Gonzalo asegura que ese tipo de proyectos terminan siendo desastrosos durante su ejecución porque no logran cumplir con los presupuestos, y para abaratar costos no se construyen con los materiales adecuados y pueden llegar a envejecer muy mal.
Aunque en ciertas ciudades o zonas periféricas de Ecuador exista una inclinación por lo vernáculo, también hay que reconocer que los estilos más futuristas tienen cabida en Manta, Guayaquil y Quito. Los diseños arquitectónicos de Felipe Escudero han sido percibidos en ese estilo. Es disruptivo. Con propuestas que bien podrían haber sido construidas en Emiratos Árabes Unidos. Felipe reconoce que mucha gente ve su propuesta de esa manera. Aunque él señala que lo suyo es hiperfuncional y cargado de expresividad. Una de sus metas ha sido romper con la idea preconcebida de que el modernismo es aburrido, repetitivo, plano. Así que él se ha dedicado a mezclar conceptos que podrían ser opuestos, pero que para él resultan complementarios.
Felipe Escudero
La arquitectura modernista actual tiene una herramienta importante en la cual apoyarse, que es la comunicación digital, una que Felipe aprovecha en cada propuesta. Reconoce que los arquitectos suelen ser muy académicos, pero transforman sus ideas complejas en productos simples, posibles para el ciudadano común. En sus proyectos conjuga identidad local en diseños atrevidos, disruptivos. Como la Casa Trébol que tiene la forma de esa planta, o la Casa Magnolia que fue diseñada y construida para resaltar un hermoso árbol de esa especie.
Evidentemente la vorágine de la globalización y la era digital no ha evitado a la arquitectura ecuatoriana. La interpretación que cada arquitecto hace de lo que es moderno, de lo vigente, de lo que gusta a la población, su principal tarea. Indudablemente existen clientes que demandan la recreación de diseños vistos en Internet, ideas preconcebidas, aspiraciones motivadas por las redes sociales. Rafael se considera un intérprete con la capacidad de fluctuar entre un estilo y otro.
A Felipe le ocurre que cuando miran sus diseños le preguntan, ¿cómo hiciste para convencer a tu cliente? Él no está para convencer a nadie. Son sus propuestas las que cumplen con expectativas y necesidades. Ahí está el poder transformador de la arquitectura. Su capacidad artística y práctica para resolver espacios de la mejor manera, para mejorar la calidad de vida de las personas. Por eso, afirma que las tendencias no escapan a la arquitectura. Se imponen estilos y hay que seguirlos, interpretarlos. Entender que hay espacios que deben responder a una mayor temporalidad que otros.
Por su parte, Gonzalo y Rafael son más conservadores al respecto. Piensan que las tendencias deberían alejarse de la arquitectura y reservarse para la moda o el diseño de automóviles.
Lo cierto, es que los tres coinciden en que como arquitectos tienen una responsabilidad con el desarrollo urbano. Una que ha sido mermada porque los gremios van desapareciendo de la esfera pública y cada vez tienen menos injerencia en las decisiones de ciudad. Pero ellos, grandes profesionales en este campo, no decaen. Perseveran con sus ideas, con sus propuestas, trascienden a través del arte, de la funcionalidad y del respeto por el entorno en el que trabajan.