Fundación Rockefeller guía a Quito hacia la resiliencia

Por: Natalia Gandarillas

En diciembre de 2013 Quito pasó a formar parte de las primeras 32 ciudades escogidas por la Fundación Rockefeller, dentro del programa 100 Ciudades Resilientes (100CR), de entre varias ciudades postulantes del mundo entero.

La resiliencia se refiere a la capacidad que tiene un sistema de volver a un estado igual o mejorado luego de sufrir un impacto. Cuando hablamos de individuos, comunidades y ecosistemas la resiliencia se refiere al potencial de estos para prevenir, absorber, acomodar y recuperarse de embates y amenazas. El documento de política sobre ecología urbana y resiliencia, elaborado en el marco de HABITAT III, establece que la resiliencia urbana es una cualidad del desarrollo urbano sostenible y motor de desarrollo en el que las ciudades funcionan como un sistema dinámico y complejo capaces de adaptarse continuamente a los cambios que afrontan sean éstos ocasionados por el hombre como es el caso de las guerras; por la naturaleza, catástrofes naturales; o en el diario vivir como puede ser el tráfico, el hacinamiento, y demás.

100CR es un programa a nivel global cuyo objetivo principal es crear una red consolidada entre ciudades y socios estratégicos, con el fin de fomentar el intercambio de conocimiento y experiencias sobre resiliencia urbana, lo que incluye resiliencia en torno a catástrofes naturales o de gran impacto ocasionadas por el hombre; y también resiliencia en torno a las tensiones que debilitan las estructuras de una ciudad en el día a día de sus habitantes, como el transporte público ineficiente o el desempleo.

El programa 100CR en Quito opera a través del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana (IMPU), institución adscrita al Municipio del Distrito Metropolitano de Quito (MDMQ), y cuenta con el apoyo técnico en áreas de resiliencia y adaptación al cambio climático de la multinacional AECOM, socio estratégico de 100CR.

El programa está liderado por el Director de Resiliencia dentro de la red global, el arquitecto David Jácome Pólit, graduado de la Pontifica Universidad Católica de Ecuador, donde actualmente ejerce como investigador y docente en la cátedra de arquitectura a nivel de pregrado y posgrado. Además realizó una especialización en gestión inmobiliaria en el Instituto de Estudios Superiores Tecnológico de Monterrey, así como una maestría en arquitectura con especialización en ingeniería de la construcción y en tecnología en desarrollo sostenible en la universidad TU-Delft (Cum Laude), en Holanda. En el ejercicio de la función pública, David ha estado a cargo de importantes proyectos estratégicos para la ciudad de Quito.

¿Cómo opera el programa 100 Ciudades Resilientes?

100CR es un programa financiado por la Fundación Rockefeller. Para arrancar con el programa, cada ciudad recibe financiamiento para nombrar un oficial de resiliencia, y en el caso de Quito soy yo quien está liderando esta función. Paralelamente, el programa pone a disposición una plataforma de intercambio de información y de buenas prácticas entre las ciudades que participan en el programa 100CR, que ha sido una gran fuente no solo para beneficio de Quito, sino para que otras ciudades aprendan de lo que nuestra ciudad ofrece respecto a la construcción de resiliencia. Como otro mecanismo de apoyo se formó una plataforma de socios estratégicos, conformada por importantes multinacionales, multilaterales y ONGs, quienes están en capacidad de proveer asistencia técnica para abordar las necesidades particulares de la ciudad.

¿Cuántas fases tiene el Programa?

El Programa está estructurado en tres fases. La primera corresponde a la elaboración del diagnóstico de resiliencia de Quito, en la que se analiza qué tan bien preparada está la ciudad y en qué aspectos puede verse beneficiada de todo el acervo de asistencia técnica que acompaña el programa 100CR. Se prevé que esta fase concluya a finales de este año.

¿Cuál sería el siguiente paso?

En la segunda etapa se arranca con el diseño y desarrollo del Plan de resiliencia de Quito. La metodología de trabajo se realiza a través de talleres entre especialistas técnicos de la plataforma de socios estratégicos, y las instancias a cargo de regular y elaborar políticas públicas del gobierno local, es decir las Secretarías del DMQ. Finalmente, la última etapa del proyecto consiste en la implementación del Plan, que debe darse en el período de un año, donde también es necesario buscar su institucionalización para garantizar la continuidad.

¿Cuál será el enfoque del Plan de resiliencia de Quito?

Está siendo construido bajo un enfoque que no solo mira la vulnerabilidad de la ciudad, sino también el potencial que ofrece en beneficio de la construcción de resiliencia. Así, durante la primera fase del proyecto se realizó un análisis exhaustivo sobre las dinámicas de la ciudad en su conjunto, y a partir de ello se establecieron cinco dimensiones interconectadas, que coinciden con las contempladas en el Plan Metropolitano de Desarrollo y Ordenamiento Territorial 2015 – 2025, correspondientes al ámbito territorial, ambiental, de movilidad, económico y social.

¿Un enfoque multidimensional?

La resiliencia no puede ser construida atendiendo únicamente un problema. Las ciudades son sistemas complejos donde ocurre la interacción de muchos sistemas y subsistemas. Si un sistema es afectado, este afecta a otros por un resultado de encadenamiento. No se requiere poner atención únicamente a los sistemas físicos de la ciudad (provisión de agua, transporte público o infraestructura construida como edificios), sino, al mismo tiempo, la resiliencia debe tomar en cuenta también a los sistemas a nivel social, ambiental y económico, y sus interdependencias.

Quito hacia la resiliencia - Clave Bienes Raíces

Arq. David Jácome Pólit, Director Resilencia IMPU

¿La primera área de enfoque?

Tiene que ver con la dimensión territorial enfocada en los asentamientos informales dentro de la ciudad. Este es un problema que debe ser abordado no sólo por los riesgos antrópicos generados en asentamientos en zonas de riesgo no mitigable, sino también por los aspectos de carácter ambiental, de movilidad, económicos y sociales, que surgen y que hacen que vivamos en una ciudad sumamente inequitativa.

¿La segunda?

El aspecto ambiental. El DMQ tiene gran potencial para el desarrollo sostenible. Según el Atlas Ambiental de la Secretaría de Ambiente, apenas el 11.41% del territorio del DMQ está urbanizado, y el porcentaje restante está ocupado por áreas naturales, algunas de ellas con gran concentración de biodiversidad. Por ejemplo el noroccidente, donde se encuentra el Bosque Chocó Andino, uno de los pocos puntos de gran concentración de biodiversidad en peligro en el mundo. El entorno natural que rodea la ciudad tiene un potencial que debe ser aprovechado de manera sostenible e inclusiva. Quito tiene la gran responsabilidad de alcanzar el desarrollo en todos sus ámbitos, sin poner en riesgo el medio ambiente que la rodea. Esta es una forma de lograr resiliencia a largo plazo.

La movilidad en Quito…

Es la siguiente área de enfoque y ha sido considerada sobre la base de la opinión ciudadana, resultado de una encuesta de percepción de escala masiva que se realizó a diferentes grupos de personas sobre varios temas, en torno al desarrollo de resiliencia —según los parámetros del Marco de resiliencia de la ciudad (City Resilience Framework) desarrollado por Arup y la Fundación Rockefeller—. Como resultado de la encuesta se visibilizó que uno de los problemas que más afecta a los quiteños es la movilidad. Afrontar aspectos de resiliencia ocasionados por estreses crónicos que una ciudad vive día a día, como el de movilidad, es fundamental. El Plan acoge los sistemas de movilidad existentes y los que están en construcción (Metro de Quito), para fortalecerlos en su conjunto, fomentar desarrollo urbano sostenible a su alrededor, e incluir sistemas de movilidad activa como caminar, o andar en bicicleta.

El cuarto enfoque apuesta por el desarrollo económico en la población joven…

Quito tiene gran potencial de desarrollo económico gracias a su estructura demográfica actual. La población económicamente activa es mayor a la población económicamente inactiva. Sin embargo, se espera que esta tendencia se revierta en las próximas décadas, por lo que las medidas que se tomen ahora serán cruciales para el futuro. El Plan propone crear un sistema de producción y desarrollo económico que se sostenga en el tiempo, a través de emprendimiento, innovación y fortalecimiento de servicios.

¿Planificación participativa comunitaria?

El quinto y último enfoque del Plan apuesta por este aspecto en la construcción de resiliencia, con el fin de garantizar que responda a las necesidades reales de la gente, y que esto genere un sentido de apropiación de las personas para garantizar la continuidad del mismo. De hecho, una de las herramientas más efectivas de construcción de resiliencia es la planificación participativa como fomento del capital social comunitario. Hoy en día, la planificación urbana parte de planos en blanco donde las comunidades, junto con técnicos, diseñan el desarrollo de su territorio.

¿Conclusión?

Es importante señalar que la resiliencia, así como el desarrollo urbano sostenible, requiere no sólo de voluntad y acciones políticas, sino también de un compromiso de vida de todos quienes hacemos ciudad. Construir ciudades resilientes es una responsabilidad que debe ser asumida por todos.