Por Pamela Cevallos H
El arte tiene la función de deslumbrar, ayuda a mediar lo complejo de la vida, a digerir aconteceres. La experiencia estética de ver arte te sacude las rodillas, te quita el aliento cuando caminas, te sorprende y te da un nuevo aire”. Esto piensa Ana María Garzón, profesora de la Universidad San Francisco, editora de Post (s) Journal Academic y curadora de arte, cuando hablamos sobre el efecto que causa en la ciudadanía encontrarse con arte en la calle.
Pero en medio de esa apasionada reflexión sobre la sorpresa que causa ver una obra, surge una nueva: si el arte causa una sensación de gozo en el transeúnte, entonces, ¿por qué es tan evasivo con nuestra cotidianeidad?
Quito es una ciudad hermosa por sí misma, no requiere de mucho para ser atractiva y gustar a quienes la conocen. Estamos tan acostumbrados a esa belleza natural que poco nos fijamos en sus reales necesidades estéticas. Para Ana María Garzón, la gente necesita goce estético y placer artístico para permanecer en la ciudad. Y desde esa perspectiva, Quito estaría en deuda con sus habitantes.
Las esculturas que admiramos abarcan mayormente el espacio público moderno en la ciudad. En el área financiera, en calles como la Av. González Suárez o el sector del Parque La Carolina se aprecian piezas que nacen del aporte del constructor privado a la ciudad. Cuando la arquitectura y el arte se toman de la mano dejan una huella importante en los habitantes. Y pese a que no hay un trabajo sostenido en cuanto a cultura, ni tampoco una propuesta a las constructoras privadas para que aporten a la ciudad más allá de lo voluntario, se ve en Quito edificios que ostentan cultura a través de una pintura o escultura ubicada en un hall o en su fachada.
MOVIMIENTO
Ubicación: Naciones Unidas e Iñaquito
Edificio Metropolitan
Autor: Felipe Escudero
Época: 2001
Materia: Láminas de acero inoxidable
En nuestro recorrido por la ciudad detectamos varios ejemplos de desarrolladores inmobiliarios que, voluntariamente, han puesto su granito de arena para evolucionar hacia entornos artísticos más placenteros para el ciudadano común. “Cuando viajas y caminas por ciudades donde encuentras galerías, esculturas, vitrinas lindas, se renuevan tu mente y alma. Caminar por la ciudad implica la posibilidad de generar encuentros más agradables, un goce estético, porque el arte se sostiene dentro de sus reflexiones teóricas y coyunturales. Cuando te topas con algo grande y bello simplemente te gana. Ocupar un espacio con obra es relativamente fácil”, dice Ana María.
RETURN TO ONE
Ubicación: Portugal y Shyris
Edificio Cosmopolitan
Autor: Tatiana Blanco
Época: 2014
Materia: Metal
Pero ¿cuál sería el camino para que converjan arte, arquitectura y ciudad en un mismo objetivo? Ana María propone una economía de mercado artístico que brinde ventajas a los artistas, a los constructores y por ‘default’ a la ciudad. Este mercado se construye con coleccionistas, galeristas, mecenas; se trata de configurar una esfera de soporte que permita crear más a los artistas, que sostenga el aporte de los desarrolladores inmobiliarios privados, y que genere un ambiente de contemplación por parte de la ciudadanía.
“Hay gente que puede asesorar colecciones o brindar criterios para escoger las piezas, y ayudar al constructor en su elección de qué comprar, sobre la base de valoraciones académicas, artísticas, simbólicas y de mercado. ¿Por qué no pensar en el retorno de esa inversión en el mismo edificio? Eso pasa en Nueva York. Los edificios que conservan una pieza de arte hacen que sus departamentos adquieran mayor plusvalía, el arte da valor al edificio, es otra forma de ver la inversión inmobiliaria”, nos dice.
SIMÓN BOLÍVAR
Ubicación: Universidad Andina Simón Bolívar
Autor: Miguel Sarauz
Época: 2005
Materia: Escultura mixta, fibra de vidrio
El arte público da valor simbólico a una ciudad. Ana María revela que hay constructoras en Nueva York y otras metrópolis que comisionan arte con galerías para exhibir obras en los halls. ¿Qué gana con eso el edificio? Económicamente nada, pero todos acuden a él, lo regresan a ver, lo aprecian. El hecho de que la gente pasee a su alrededor le da una ganancia simbólica a esa construcción.
MALABARISTA
Ubicación: Orellana y Reina Victoria, Hotel Hollyday Inn
Autor: Mauricio Montero
Época: 2008
Materia: Cobre y Aluminio
“La presencia de arte en Quito ha sido intermitente. Históricamente, las políticas municipales respecto de esta área han trazado un mapa de altos y bajos, que ha impedido consolidar una visión que construya una cotidianeidad más allegada al arte y a la cultura”, sostiene Ana María. Y acota que Quito es una ciudad sin tradición en el trabajo de arte público, diferente a lo que ha sido con el arte urbano, una línea más experimental del grafitti, que encontró un espacio oficial para manifestarse.
No obstante, no existe una relación entre ciudad y arte, no se han desarrollado programas municipales que delineen el uso del espacio público desde una visión artística-ciudadana. Para esta experta, esto es un problema mayor porque las instituciones culturales de la ciudad nunca terminan de despuntar. “Hay entidades que oscilan entre el buen y mal manejo, y deben trabajar para ganarse el corazón de la gente, por decirlo de alguna manera”. Es un trabajo que solo el Estado y los municipios pueden sacar adelante, pues son las entidades encargadas de ocupar el imaginario social, de acercar a la gente al arte y a la cultura.
HELICÓN
Ubicación: Gonzales Suárez, Edificio Atrium
Autor: Milton Barragán
Época: 1981
Materia: Hormigón armado y pernos de acero
En Quito hay esculturas desperdigadas en redondeles y parques, ubicadas sin sentido estético ni ciudadano, pocas veces la gente puede acercarse o encontrar el nombre del artista y en otras ni siquiera existe la mínima información pertinente. Y esto las convierte en obras sin relevancia porque están perdidas, no se sabe quién las hizo, o simplemente el ciudadano no repitió la experiencia. “Cuando se necesita aplicar una solución vial en Quito lo primero que se hace es retirar la escultura y reubicarla, si es que se la vuelve a colocar”. Ese es el caso de la Lucha Eterna, escultura realizada en 1903 por Émile Peynot que ha ocupado distintos lugares de la ciudad, y que, luego de reposar varios años en la bodega del Parque de la Mujer, finalmente, encontró su espacio bajo el Arco de la Circasiana.
Según la curadora de arte, esto sucede porque no se da valor a la pieza. Pero, ¿cómo valorarla en su totalidad? “Con estudio, trabajando con los artistas, educando a la gente, incluyendo al arte en el turismo. ¿Por qué no hacer la ruta de las esculturas? La gente podría realizar un circuito y visitar los espacios con arte. Esa visión no existe desde la autoridad, no se abre el espacio al artista, no hay un programa sostenido que año a año promueva que se comisionen los mejores proyectos para hacer esculturas públicas”, sostiene.
Otra opción es que los artistas hagan donaciones, pero no existe un filtro estético oficial ni mecanismos de recepción de donaciones en el municipio, explica. “Ves un montón de santos o bustos que no necesariamente tienen un valor estético y se quedan en homenaje a alguien. Hay que preguntarse qué aporta eso a la ciudad”. Al no tener claras definiciones sobre este tema, muchas veces se confunde lo decorativo con lo artístico.
“Lo que se gana invirtiendo en arte es capital simbólico que conecta con categorías como estatus, poder, y sensibilidad. El arte puede ser innecesario en términos prácticos, pero te hace rico en elementos simbólicos. Por ello, tener una ciudad verdaderamente conectada con la expresión artística le da otro valor a la urbe, abre otras formas de relacionarse con ella. A la escultura que adoras no la dañas con pintura, la cuidas. Si la gente elige su escultura va a amarla, pero hay que generar esa relación porque si no a nadie le importará, hay que hacerles entender de qué manera eso les enriquece”.
MUJERES DE TARPÁN
Ubicación: Eloy Alfaro y Catalina Aldáz
Edificio La Recoleta
Autor: Fabricio Lalama
Época: 2016
Materia: Barro y yeso
Podría haber una ordenanza, un incentivo para que los constructores aporten con arte. Se podrían descontar un porcentaje de impuestos en la construcción si se pone una obra de un artista nacional en exteriores. Todo esto bajo un mecanismo de selección de obras más abierta, para que se posicionen nuevos nombres, esa es la propuesta de esta curadora.
“Cuando se paga por algo cuyo valor es infinito, siempre es poco, solo de esa forma se consolida el valor del arte y del mercado. Es un valor simbólico que empieza dotando de obra a los lobbys de los edificios y que luego generará un capital que puede ser estimulado para seguir generando un mercado. El mercado del arte funciona con apetitos impulsados por el estatus, por permanecer en un lugar. Puede sonar feo, pero así funciona. El arte genera poder. Tener obra en un edificio da prestigio, los artistas viven de la venta de esa obra, los galeristas cobran una comisión para montar el espacio, eso es economía del arte”.
ESCULTURA MONUMENTAL
Ubicación: 10 de agosto y Naciones Unidas
Edificio Electro Ecuatoriana
Autor: Estuardo Maldonado
Época: 1985
Materia: Acero Inoxidable
Para Ana María, el artista debe ser un empresario de sí mismo, debe tener una visión, objetivos y métodos de trabajo; tiene que pagar impuestos, saber mercadear su carrera, relacionarse bien socialmente, levantar fondos, etc. “Aquello facilitaría mucho la relación con los empresarios de la construcción, porque en ellos sí hay sensibilidad, muchos son coleccionistas. Hay que formalizar la relación arte-empresas para que haya un ganar ganar. Debe haber incentivos para que la empresa privada apoye a los artistas, porque hasta ahora lo hacen de ‘buena onda’, porque les gusta o porque llenan un espacio de responsabilidad social empresarial. Hay artistas que no saben cómo acercarse a esos sectores”.
La arquitectura está ligada al arte, las dos pueden fundirse, pues son muy cercanas. La arquitectura en sí mismo tiene una base de pensamiento estético, ambas profesiones bien podrían crear un engranaje de funciones que promuevan el arte en la ciudad sostenidamente.