Por Lorena Ballesteros
Fotos de obra: Marco Robalino
Ana María Burneo mantiene la filosofía Bauhaus, escuela bajo la cual se formó. Sus años en Alemania definieron el tipo de arquitectura que realizaría: moderna, limpia, ordenada y funcional. Walter Gropius, fundador de esta escuela estableció que “la forma sigue a la función”. Con una visión modernista del urbanismo, apostaba firmemente para que arquitectos, escultores, pintores regresaran al trabajo manual. Ana María, como buena pupila, ha mantenido su carrera bajo estos parámetros. Ella diseña de manera racional, evitando los excesos, conectada con su entorno, con el trabajo manual y por supuesto con la naturaleza.
Su mayor experiencia está en el diseño interior, aunque también ha realizado diseño arquitectónico. Con orgullo recuerda que su primer trabajo en Ecuador fue bajo la tutela del arquitecto Rafael Vélez Calisto. Ana María estuvo involucrada en el proyecto del edificio IBM, un emblemático referente de la arquitectura modernista en Quito.
Asegura que el crecimiento en la capital se ha dado de una manera desordenada. Añora el Quito verde, con pequeños pulmones por doquier. “En la ciudad se veía a los jubilados reunidos en las plazas o parques, había más verde, la vida era más tranquila”. Sin embargo, como buena académica de la arquitectura, reconoce que el crecimiento de la ciudad es inevitable, pero afirma que con ese desarrollo viene una mayor responsabilidad, tanto de actores públicos como privados. Le preocupa la movilidad en la ciudad, el caos que se produce en horas pico y la desvinculación de los ciudadanos con el espacio verde, pero afirma que aún estamos a tiempo de corregir y mejorar.
En su trabajo siempre hay libertad dentro del orden. Su punto de partida es la función: comprender para qué o para quiénes se está diseñando. Todo debe seguir un propósito y esa ha sido la base de decenas de proyectos de arquitectura interior que ha realizado. Recientemente terminó una casa en la urbanización Rancho San Francisco. Casa E muestra su esencia: líneas rectas, hierro, piedra, madera, mucha luz natural, orden y limpieza que se conectan con el entorno.
En nuestra conversación topamos varios ejes de arquitectura. Nos habló de su hijo Daniel Burneo Lyra de Lemos, que también es arquitecto, y de una reciente colaboración que realizan juntos. De Ana María es fácil enriquecerse. Así, en una nutrida charla abordamos temas interesantes sobre diseño arquitectónico, sobre el desarrollo de Quito, Cuenca y sus proyectos personales.
¿Cuáles fueron los retos de implementar en Ecuador la corriente bajo la cual se formó?
Fue complicado, porque aquí tenemos exceso de espacios y por ello no se los maneja de manera tan racional como se hace en Europa, no se diga en Asia, donde a pesar de tener espacios escasos se han desarrollado muy buenos programas de diseño y funcionalidad. La arquitectura en Ecuador ha tenido una evolución distinta, influencias y caminos diferentes; la concepción de la urbe alemana no es la misma que la ecuatoriana.
¿Se puede decir que acá hay desperdicio de espacio?
Yo diría que somos demasiado generosos con el espacio, lo cual no es una crítica, también es muy bonito, pues como arquitectos tenemos la ventaja de aprovecharlos para el diseño. Podemos crear en áreas más amplias, más abiertas. Viniendo de una escuela en la que estuve bastante restringida, es bueno poderse explayar.
¿Caminamos hacia una concepción más racional del diseño?
Esperemos que sí. Sería muy conveniente para la urbe tener zonas más ordenadas, mejor organizadas, en las que se prioricen los espacios verdes. Existe la intención de hacer un reordenamiento urbano, lo cual es muy bueno porque desde esta concepción se están tomando en cuenta los parques de La Carolina y el Bicentenario como puntos de partida para un desarrollo interesante de la ciudad. Es prioritario tomar en cuenta los lugares de esparcimiento para los ciudadanos.
¿Quito creció de manera desordenada?
Sí, pero considero que se podría hacer un reordenamiento. No hablo de que sea muy rígido, pero sí mejor organizado. Estamos a tiempo. Hay que hacer algo y no únicamente desde una óptica arquitectónica o de urbanismo, consideremos también, por ejemplo, la movilidad de la ciudad. Cada vez es más complicado moverse por Quito, pero la solución también depende de nosotros como ciudadanos. Si vamos a subir desde Cumbayá a Quito, hagamos un carpool entre vecinos. Todos podemos contribuir para poner en orden la ciudad, estamos en la obligación de aunar esfuerzos.
Hablemos de ese ‘desorden’. ¿Qué se hizo en Alemania para mantener la homogeneidad a pesar del crecimiento y desarrollo de las urbes?
Cuando aparecieron las urbanizaciones se dictaminó cómo debía ser la orientación de esas viviendas. Los techos con el mismo color de teja, con una misma forma. Este orden contribuye a que exista un crecimiento homogéneo. Cuenca es un lindo ejemplo de homogeneidad en Ecuador. Los arquitectos utilizan los mismos materiales, hay un bellísimo juego de tejados, siempre respetando el ordenamiento inicial. La ciudad se ha desarrollado alrededor de los ríos, me atrevería a decir que tal vez tiene algo que ver con eso, porque además ha propiciado muchos espacios verdes que están inmersos en la ciudad, que finalmente son un pulmón y una fuente de salud para quienes viven allá. Los espacios verdes sirven para hacer deporte al aire libre, pasear en familia, con las mascotas. Esto provoca un estilo de vida muy apetecible, y es tal vez por ello que hay mucho europeo y americano que se ha instalado en Cuenca. Es una forma de vida muy agradable.
¿Qué elementos contribuyen a una ciudad sostenible?
Un ejemplo es el tipo de vehículo que se usa. En Quito se está impulsando el uso de la bicicleta, tradicional y eléctrica porque la geografía lo demanda. También puede impulsarse más el uso de motos a pesar de que una de las limitaciones es la falta de seguridad. Andar en bicicleta o moto es un riesgo porque la ciudad no fue diseñada desde un inicio para este tipo de transporte.
¿Su hijo mayor se está especializando en sostenibilidad?
Daniel estudió arquitectura en la Universidad Politécnica de Cataluña. Trabajó en Ecuador y su inclinación se fue proyectando hacia la sostenibilidad. Ahora se encuentra en Finlandia realizando una maestría en este campo. Escogió ese lugar porque son los países nórdicos los que han marcado la pauta en sosteniblidad, tanto en tendencias como en estilo de vida, y también en el campo arquitectónico.
¿Han realizado proyectos juntos?
Estamos por lanzar un proyecto de vivienda que se llama Gruen Primavera. Son departamentos que van desde 90m2 hasta 270m2. El concepto prioriza lo verde y apuesta por lo sostenible, respeta el entorno de su ubicación que sería la zona de La Primavera.
¿Qué características de sostenibilidad tiene?
Reciclaje de aguas grises para riego de jardines, un minucioso juego de luz y sombra para aprovechar la luz natural pero manteniendo la temperatura interior en parámetros adecuados. También apostamos por iluminación artificial de alta tecnología y a la vez buscamos la manera de generar energía limpia. Obviamente las áreas verdes son una prioridad. Utilizaremos piedra, sobre todo la andesita y el travertino; madera y hierro. Incluirá materiales locales y se hará con mano de obra nacional.