Por: Natalia Gandarillas
Para muchos el pensar en ciudad es pensar solo en calles, edificios, tráfico, hacinamiento, parques y/o centros comerciales. Sin embargo, pocos ven las ciudades como un conjunto de sistemas articulados de forma muy compleja entre sí, que afectan directamente en el diario vivir de los seres humanos y su entorno natural.
Muchos desconocemos que apenas el 2% de la superficie de la tierra está ocupado por zonas urbanas, y que es en este pequeño porcentaje de territorio— que es responsable de generar del 60 al 80% de los gases efecto invernadero, el 50% de residuos y el consumo del 75% de los recursos naturales— donde se toman decisiones y acciones. Adicionalmente, la temperatura del planeta está aumentando cada vez más lo que afecta directamente a todos quienes vivimos en él. Actualmente, en ese 2% de territorio urbanizado se alberga el 50% de la población mundial —se prevé que para el 2050 sea el 70% —. Al mismo tiempo, es ahí, en las ciudades donde se genera el 80% del PIB global.
Por las razones mencionadas no hay lugar a duda que las soluciones y las acciones que se deben tomar para implementar formas de vida sostenibles parten desde las ciudades. Es así que, en el marco de la Conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible, HABITAT III —que se realizó el pasado mes de octubre en la ciudad de Quito y donde se adoptó la Nueva Agenda Urbana Quito 2016— uno de los temas transversales en discusión fue cómo alcanzar ciudades ambientalmente sostenibles.
Adriana Zacarias Farah —Coordinadora Regional de Eficiencia y Recursos del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP), licenciada en Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México y Máster en Ambiente y Desarrollo de la Universidad de Cambridge— participó activamente en varias ponencias en el marco de HABITAT III, transmitiendo conocimientos y experiencias sobre su trabajo en la implementación de políticas, planes, programas y proyectos relacionados a ciudad y medio ambiente. Desde muy joven Adriana ha sido activista y precursora en su país natal, México, para implementar iniciativas, campañas y políticas que promuevan ciudades y estilos de vida sostenibles.
¿Cómo inicia tu vínculo con los problemas de medio ambiente y ciudad?
Desde muy pequeña me he interesado por la naturaleza y me han preocupado los problemas de medio ambiente, especialmente con la generación de basura en las ciudades, proyectos de reciclaje y educación ambiental. Sin embargo, hace varias décadas, en México no había muchas respuestas a este problema. Pero fue durante mi último año de preparatoria que tuve la oportunidad de vivir en Alemania y ahí descubrí que ya existían sociedades en donde se podía llevar una vida sostenible —donde existía infraestructura necesaria—, con un fuerte compromiso y conciencia ambiental. Fue cuando regresé a México que empecé a trabajar fuertemente con jóvenes y ambientalistas para buscar soluciones a los problemas de contaminación ambiental en las ciudades. Desde entonces, con varios amigos empecé a trabajar en proyectos de reciclaje, educación ambiental, de consumo y producción sostenible. Formamos la Alianza de Jóvenes Ambientalistas de las Américas (desde Alaska hasta Chile), y también la Red Ambiental Juvenil de México, entre otras organizaciones.
Uno como individuo puede sentirse de manos atadas en el momento en el que quiere hacer algo “grande” por el planeta. Yo, por un instante, recuerdo haber tenido todas las ganas de ir a la selva y proteger los animales y árboles. Sin embargo, ese panorama no era real. Y fue cuando comprendí que, desde mi lugar, desde mi vida diaria, podía hacer mucho para proteger el medio ambiente a través de mis decisiones diarias de compras y elecciones de estilos de vida, y que las ciudades podían y debían ser fuertes aliados para implementar cambios.
¿En qué has trabajado desde entonces?
Desde entonces empecé a trabajar en un proyecto de consumo y producción sostenible. Entendí que las ciudades, con sus ciudadanos y gobiernos locales, podían y debían ser fuertes aliados para implementar cambios hacia la sustentabilidad. Uno debe ser más reflexivo y antes de comprar preguntarse: ¿de dónde vienen los productos que estamos consumiendo? ¿qué salarios se les paga a los obreros o a los agricultores? ¿qué productos químicos de los productos que usas pueden afectar a tu salud, por ejemplo, pesticidas?, ¿qué tipo de empaque llevan los productos?, ¿de dónde vienen los alimentos? ¿cuál es tu huella ecológica en tu diario vivir?, ¿tu ciudad en qué medida es sostenible?
¿Cómo lograr ciudades y estilos de vida sostenibles?
Con la acción de la gente y mucha voluntad política global y nacional. En un estudio reciente que publicó ONU Ambiente, junto con el Panel Internacional de Recursos, se dan algunas sugerencias para aumentar la eficiencia de recursos naturales en las ciudades, tales como establecer políticas a nivel nacional y local que apoyen infraestructura sostenible, adoptar la equidad como principio fundamental en todas las obras de infraestructura, promover la inversión con criterios ambientales, entre otros.
¿El panorama es alentador?
El camino no es fácil. Se requiere de cooperación a todos los niveles, de políticas intersectoriales, de transparencia y de participación ciudadana. La “nueva Agenda Urbana” adoptada en HABITAT III es una señal alentadora que denota el interés y compromiso político. Ahora hace falta desarrollar alianzas publico-privadas-sociedad civil y poner en marcha su implementación concreta.
¿Cómo lograrlo?
Desde varias aristas. Dentro del UNEP tenemos varias iniciativas sobre ciudades eficientes en recursos tales como la Iniciativa Global para la Eficiencia de Recursos en las Ciudades (Gi-REC por sus siglas en ingles), la Alianza con UN HABITAT sobre “Ciudades más Verdes”, el Marco Decenal de Programas de Consumo y Producción mas sostenibles (10YFP por sus siglas en ingles).
¿Algo a nivel de gobiernos locales?
Hemos trabajado con gobiernos locales para realizar la medición de su huella ecológica, y con ello saber cuál es el impacto ambiental en términos de uso de agua, de energía, en la agricultura y en general todo lo que tiene que ver con flujo de materiales. Así, se genera una línea base y con ello se logra identificar los puntos rojos y el desarrollo de estrategias y planes de acción para que los gobiernos hagan las intervenciones necesarias para reducir en gran manera el impacto ambiental. Y de ahí empezamos a desarrollar con ellos políticas ambientales y mecanismos de financiamiento e instrumentos económicos que ayuden a fomentar cambios en el mercado y también de conciencia.
En resumen…
No podemos hablar de alcanzar ciudades sostenibles si los estilos de vida de quienes las habitan no los son también. Absolutamente todas las acciones que las personas toman en su diario vivir, por más pequeñas que aparenten ser, afectan a su ciudad, a sus vecinos y al medio ambiente. No podemos desvincular de las ciudades y de su entorno natural las acciones que toma el hombre para vivir en este planeta. Todo está vinculado.