Por Pamela Cevallos H.
Formar parte de una ciudad patrimonial no es tan sencillo como parece. Ciudades como Quito merecen una especial atención no solo de parte de las autoridades, sino de sus ciudadanos y de un compromiso especial por parte de quienes las visitan desde dentro y fuera del país.
Esta categoría fue entregada por la Unesco, a través de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la educación, ciencia y cultura, cuyo objetivo es proteger bienes culturales y naturales importantes para el desarrollo del ser humano.
La idea de conservar bienes de interés mundial nace, precisamente, de las amenazas que algunos lugares históricos han sufrido a lo largo de la historia debido al desarrollo social, económico e industrial del mundo y, también por los resultados que acarrean conflictos humanos, como guerras y otros factores externos, que ponen en riesgo monumentos, edificios y espacios naturales.
De hecho, la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad nació de líderes mundiales que vieron la necesidad de defender la conservación de bienes preciados; pues en las guerras, para bajar la moral de los contrincantes, se bombardean lugares monumentales considerados importantes para la identidad y dignidad de determinados grupos humanos. La destrucción de estos bienes empobrecería a la humanidad entera.
En este sentido, se sostiene también que los sitios inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial “cumplen una función de hitos en el planeta, de símbolos de la toma de conciencia de los Estados y de los pueblos, acerca del sentido de esos lugares y emblemas de su apego a la propiedad colectiva” (Unesco.org).
La palabra patrimonio se deriva de padre, y busca guiar el comportamiento que deben tener los ciudadanos frente al cuidado de estos bienes. Un padre tiene la obligación de proteger la herencia de las próximas generaciones, de ahí que la gente que habita ciudades que albergan bienes preciados para la humanidad deben transformarse en sujetos que preserven este legado que, en el caso de Quito, tiene más de 500 años. Según la Convención del Patrimonio Mundial, las ciudades firmantes reciben fondos para ayudar a mantener las edificaciones. En el caso de Quito la cifra alcanza los tres millones de dólares.
Vivir en una ciudad patrimonial requiere reconocer la importancia del papel que juegan en su cuidado, tanto autoridades locales y nacionales, como ciudadanos. En Ecuador se creó el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y, a nivel local, existen réplicas de esta institución dedicadas al cuidado del patrimonio, que son manejadas por los Gobiernos Autónomos Descentralizados.
La presencia de estas instituciones tiene el objetivo de cuidar los bienes patrimoniales, pues es responsabilidad de los países tener en buen estado el Patrimonio y su entorno, de lo contrario podría retirarse la Declaración de la Unesco. En el caso de Quito, los bienes considerados patrimoniales superan los 6.000 en áreas urbanas y rurales. Solamente el Centro Histórico de Quito tiene una extensión de 372 hectáreas patrimoniales que son parte de la Declaratoria.
Para lograr una apropiación social del patrimonio es necesaria la participación activa de la ciudadanía. Su colaboración es primordial para conseguir el objetivo de prolongar la existencia de este tipo de bienes. Quito adolece, por ejemplo, de garabatos, o pintas, que marcan las paredes de la ciudad antigua de manera indiscriminada. El Centro Histórico de Quito se ve amenazado por este tipo de pintas realizadas con spray y similares, que son plasmadas en paredes o piedras que acumulan más de medio siglo de existencia.
Angélica Arias (El Quiteño/ed.491), directora del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), hace una especial diferenciación entre grafitis y rayones. Las pintas son agresiones fuertes hechas con materiales altamente dañinos. Demandan una recuperación violenta que implica eliminar varias capas de paredes generalmente de adobe, enlucirlas y volverlas a pintar.
Para sacar las pintas de la piedra patrimonial es necesario usar un jabón especial, raspar la pintura y volver a pintar. Según la experta, la pátina o capa que protege a los materiales más antiguos se va perdiendo cada vez que se limpia una pinta, lo que ocasiona que la piedra se descascare y pierda sus condiciones de material noble. El daño que por ignorancia se causa es irreparable.
Angélica añade que, por lo general, a pocas horas de limpiar paredes y piedras, las pintas vuelven a aparecer, y por ello, el Municipio de Quito colocó un sistema de vigilancia las 24 horas que busca impedir que se repita tal acción, pero la denuncia ciudadana es de vital importancia para la permanencia del patrimonio.
Otra forma sencilla de aportar al cuidado del patrimonio es no botar desperdicios en las calles peatonalizadas de piedra y gres del Centro Histórico, así como evitar alimentar a las palomas que terminan haciendo de las suyas por todos lados. Hay que recalcar que, con el paso del tiempo, mantener el patrimonio es un arduo trabajo que implica un determinado costo para los ciudadanos. Sumar a esto los efectos negativos causados por las personas aumentaría los costos y el tiempo de limpieza, además que se establecería un proceso cultural de cómo cuidar un patrimonio. Al fin y al cabo, de nada sirve heredar si no te enseñan cómo conservar.
Una importante acción para ser ciudadano patrimonial es visitar frecuentemente el Casco Colonial, sobre todo con los niños. Ellos deben conocer la historia de la ciudad, su legado artístico y arquitectónico, y de esta manera reconocer que existe una relación armónica entre la gente y su historia, su herencia ancestral, y su belleza natural. Interactuar en el espacio mismo es indispensable para provocar la reacción de protegerlo.
Los propietarios de las casas patrimoniales tienen su parte en esta responsabilidad, y el municipio no se desentiende de lo importante de su aporte. De hecho, el IMP da asesoría gratuita al recibir una notificación de daños en las estructuras de estos bienes, realiza inspecciones técnicas y entrega un informe de los trabajos que deben realizarse. El cabildo, por su parte, financia el 50% del valor de estas reparaciones, y lo cobra a través del impuesto predial en un período de diez años.
Al restaurar o intervenir en el cuidado de los bienes patrimoniales se busca alargar su existencia y legado. Un patrimonio cultural incluye elementos arqueológicos, históricos, artísticos, bibliográficos y documentales, además de su entorno. Su conservación y restauración forman parte del acervo cultural del país y del planeta, por ello, la importancia de la participación de las diferentes generaciones en el cuidado y protección de este legado.