Ciencia y diversión para la defensa del agua
Por Gabriela Burbano a.
El primer libro del Cabildo que data de 1537 menciona a las antiquísimas casas de El Placer, que habrían utilizado el inca Huayna Cápac y su hijo Atahualpa como límites de los solares que fueron otorgados a la orden de los mercedarios en la época colonial. Estas básicas edificaciones serían las responsables del nombre de uno de los barrios más emblemáticos de Quito, y el lugar donde, desde el año 2005, funciona un museo dedicado al elemento más importante para la vida en nuestro planeta.
El barrio El Placer se extiende sobre las faldas del Pichincha, sobre el lado occidental del Centro Histórico de Quito. Este emplazamiento urbano, cuyo origen se remontaría a la época de la conquista incaica, también destacó, en épocas siguientes, por ser el lugar ideal para la construcción de residencias de notables personajes de nuestra historia, como el Conde Ruiz de Castilla y el ex presidente Juan José Flores.
Más tarde, en el siglo XX (año 1913), este lugar se escogió para la edificación de tanques recolectores de agua que vertía naturalmente del Atacazo y el Pichincha, y que abastecían a la ciudad del líquido vital.
Hoy El Placer continúa siendo uno de los sectores más tradicionales de la capital, un mirador natural incomparable y también el sitio que alberga al Museo Yaku Parque del Agua, desde hace 12 años, cuando el Municipio de Quito desarrolló un proyecto de recuperación de las quebradas, e identificó la necesidad de provocar una reflexión acerca del agua y su conservación.
Este espacio, que recibe miles de visitantes cada año, busca generar una transformación social para el correcto manejo, uso y valoración del agua. Sus doce años de vida le han llevado a evolucionar y madurar con propuestas de exposiciones permanentes y temporales, cuyo eje temático, evidentemente, tiene a este recurso imprescindible como protagonista.
Con un nombre inspirado en quichua, Yaku -que significa agua- es un espacio que vale la pena conocer. Subir por las empinadas calles del barrio que lo alberga o utilizar el ascensor panorámico que dirige a los visitantes desde el parqueadero, ubicado en las calles Bolívar y Rocafuerte, ya es una oportunidad para admirar los distintos paisajes de Quito. Al llegar, la enorme caja de cristal con estructura vista de metal impresiona.
Los chorros de agua que saltan en el aire son un imán para todos, especialmente para los niños. Desde la llegada ya se espera un contacto emotivo, pero también didáctico con el agua. Los espacios son pensados para llegar al público desde lo artístico, desde lo científico y lo lúdico, con la intención de que cada visitante encuentre su espacio y genere una reflexión respecto al recurso vital.
El recorrido inicia en el museo de sitio, donde a través de testimonios de ex trabajadores de la planta y vecinos, se conoce cómo funcionaban los tanques que alguna vez abastecieron a la ciudad y que, aún hoy, aprovisionan de agua al Centro Histórico.
Las modernas construcciones se levantaron sobre lo que fue la antigua planta de tratamiento del agua y algunos elementos se adecuaron para el desarrollo del museo. Se puede ingresar a los vestigios de lo que fue el desarenador, en el que se sedimentaba el agua que pasaba a los procesos de potabilización.
La siguiente parada es probablemente la favorita de los niños que visitan el Yaku, la sala de Burbujas. Es un espacio lleno de alegría donde se puede experimentar con anillos de varios tamaños para hacer burbujas de jabón.
Debajo de la caja de cristal se encuentran las bóvedas, que alguna vez almacenaron agua, y que fueron adecuadas para recibir las exposiciones temporales y permanentes, que permiten al visitante conocer más sobre el uso y su importancia para el equilibrio del medio ambiente y la vida.
Actualmente, se exhibe la Ruta Quebradas, exposición temporal que acercó a profesionales de distintas áreas, a analizar desde una perspectiva creativa el estado de seis quebradas de Quito: Machángara, Jerusalén, Rumipamba, Ortega, Santa Inés y Chaupicruz. A partir de esta observación, los profesionales sugirieron alternativas para el manejo del agua presente en estos espacios a través del arte, arquitectura, urbanismo y paisajismo, con la participación de la comunidad. Diagramas, mapas y fotos son los recursos que posibilitan al público entender la dimensión social y política del agua.
Más adelante se presenta la exposición permanente Planeta Agua, en la que a través de propuestas interactivas, sensoriales, y experimentales, los visitantes conocen los distintos estados del agua en la naturaleza y reflexionan sobre su importancia para todas las formas de vida del planeta.
El recorrido continúa en la plaza exterior, ubicada frente al edificio principal de Yaku. El espacio provisto de llamativas fuentes de agua es por sí solo un gran atractivo para quienes llegan allí. Los niños sienten la necesidad de correr a través de los túneles de agua que se forman, o de introducir sus pies en el refrescante líquido.
La zona también acoge, actualmente, a la exposición temporal Samay, el sentir de las aguas, que invita al público a descubrir su profunda relación con este elemento desde lo espiritual, lo sagrado y lo profano, a través de mitos, ritos y prácticas que definen la conexión de los seres humanos y la naturaleza.
Más adelante, Mediagua abre sus puertas. El espacio recrea un hogar e invita a conocer maneras en la que se puede vivir en armonía con el medio ambiente, desde la casa o desde el barrio. Esta etapa busca que sus visitantes descubran lo que se puede hacer para preservar el medio ambiente.
La recreación de la cocina, baño, huerto y otros rincones familiares, permite a quienes visitan este sitio mirarse a sí mismos y meditar sobre el papel que se cumple en la conservación del entorno. Junto a la casita se observa un pequeño huerto. Este espacio recibe cada mes a un grupo de adultos mayores que cultivan sus productos mientras comparten momentos de esparcimiento y diversión. Para Yaku la participación de la comunidad es fundamental.
Uno de los aspectos dignos de destacar es que el Museo del Agua es un espacio vivo. En la zona baja de su emplazamiento se encuentra el Sendero Ecológico Pumamaki. Transitar por su caminería de madera es una oportunidad de abstraerse de la zona urbana para transportarse al bosque andino, proveedor de agua de nuestra ciudad.
Durante el recorrido se puede observar flora y fauna (aves, insectos y anfibios) propias de este tipo de región. La ladera oriental del museo fue sometida a una restauración ecológica para ofrecer al público esta experiencia inolvidable que lo lleva a conocer más sobre el entorno natural de Quito. Este refugio vivo es un privilegio que no se debe desaprovechar.
Otros espacios de tono más didáctico se encuentran en el lado sur de Yaku. Aquí una terraza alberga la exposición Biota Máxima, desarrollada en conjunto por el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, con el objetivo de valorar y defender la biodiversidad de nuestro país.
Achachay es un sitio diseñado para que niños de entre 2 y 5 años exploren la naturaleza y conozcan, a través de experiencias psicomotoras y sensoriales, el origen del agua y cómo desarrollar relaciones amigables con la naturaleza.
El espacio fue concebido como un sitio de conocimiento, reflexión y acción para la conservación del líquido que nos da la vida. El recorrido provoca intensas emociones, y lleva a conocer con sentido crítico las consecuencias que podría traer la falta de agua al planeta. Al final, el impacto de lo aprendido debe conducir a una reflexión personal de la manera en la que cada ciudadano se relaciona con el entorno que nos provee de todo lo que necesitamos para estar vivos.