Por María Gracia Banderas
En 2016 Ecuador fue protagonista de un evento trágico, cuyo resultado puso en evidencia la fortaleza y solidaridad que caracteriza a los ecuatorianos. Varias iniciativas se han llevado a cabo desde entonces, entre ellas una que ha llamado nuestra atención, no solo por su objetivo que está enfocado en permitir la educación de cientos de niños, sino por el diseño que refleja prácticas y materiales amigables con el medio ambiente.
Sofía Chiriboga estudió arquitectura en Savannah College of Art and Design, en Georgia, Estados Unidos. Una vez graduada trabajó en vivienda social, luego en diseño interior y arquitectura, para posteriormente constituir Studio M+S junto a su socia, la arquitecta Macarena Chiriboga. Entre los objetivos principales de Studio M+S está el resaltar el valor de los materiales vernáculos.
Para Sofía no era una opción cruzar los brazos frente a la delicada realidad post terremoto que primaba en pueblos de la Costa ecuatoriana. “La educación es la base de la sociedad”, señala, por lo que ha trabajado incansablemente para que los niños y jóvenes de El Matal (cantón Jama, provincia de Manabí), cuenten con un espacio adecuado para estudiar y crecer.
La labor de levantar una escuela desde cero implicó muchos retos, desde la obtención de fondos hasta contar con los permisos necesarios para que fuera un espacio reconocido por el Ministerio de Educación.
Todo inició con el grupo Desafío Ecuador, que fue inspirado y en principio apoyado por Desafío Levantemos Chile. Cada uno de los miembros se enfocó en aristas distintas y el resultado fue grato y evidente. El actor ecuatoriano Roberto Manrique fue quien hizo visible al proyecto. “Nos abrió un montón de puertas, con solo un post ya conseguíamos recursos, además, su carisma con la gente es indudable”.
El expertise en el área de derechos humanos de Oliver Ranft también jugó un papel protagónico en el grupo, mientras que la gestora Alejandra Mantilla, junto a Sofía, llevaron a cabo tareas de suma importancia para la consecución de los objetivos. Sebastián Angulo se hizo cargo del netwoking y de obtener donaciones entre las que destacan la del grupo musical Maná, que, a través de su fundación Selva Negra, fue uno de los importantes donantes para que el proyecto de levantar la escuela Luis Arturo Cevallos fuera una realidad.
Varios eventos fueron realizados para la obtención de fondos, como cenas a nivel internacional, ventas en galerías de arte, entre más iniciativas. Les llevó aproximadamente seis meses contar con los recursos necesarios para arrancar con la reconstrucción de la escuela que había sido destruida. Y es así que Desafío Ecuador, en alianza con el Club Rotario Quito Colonial, pudo iniciar una labor que nunca imaginaron lo gratificante que sería.
Cuando se había logrado el financiamiento, Sofía hizo el acercamiento con el Ministerio de Educación con el fin de contar con los permisos y requerimientos necesarios para que la operación de la Escuela sea legítima. “Una vez llegados a Jama redactamos una carta que la entregamos al Vicealcalde. En ella señalamos que queríamos intervenir en la escuela, reconstruirla, y se la hicimos firmar en ese mismo momento. Contando ya con los permisos necesarios, nos pusimos manos a la obra”.
Según lo determinó el Ministerio de Educación, la nueva escuela se constituiría como Escuela del Milenio Menor. “La escuela anterior iba a ser eliminada, los niños de El Matal hubiesen tenido que llegar hasta Jama para estudiar; sin duda iba a ser muy complicado, empezando por los costos que implicaría el transporte de los niños”.
Luego de extenuantes jornadas y del ferviente compromiso que implicó esta labor, la escuela Luis Arturo Cevallos es ahora una realidad. Cuenta con capacidad para 350 alumnos y fue levantada bajo conceptos de sustentabilidad y, por supuesto, de seguridad.
Los 1500 m2 que la conforman incluyen áreas exteriores, diez aulas, un laboratorio, un bar/cafetería, una oficina administrativa, una oficina general, un módulo de baños, una cancha deportiva y espacios verdes recreativos. Además, “cumple los requisitos de una unidad educativa de excepción pluridocente”.
La estructura de los diferentes módulos consiste de una cimentación de hormigón armado y acero. El resto de la estructura es de bambú seco y tratado con paredes de bahareque encementado y pintado. La cubierta la conforman paneles prefabricados de Kubiec Kutérmico.
El objetivo del diseño fue “crear una arquitectura sustentable que se relacione con las prácticas vernáculas de la zona, que motive a la gente a construir con responsabilidad y a apreciar su cultura”. El bambú requiere de específicos tratamientos para que su función sea óptima, e incluso de ciertos cuidados al momento de ser utilizado como material constructivo. Entre los aspectos que Sofía detalla están la importancia de aislarlo de la humedad del suelo (por lo que se construyó un contrapiso), y protegerlo del sol.
El diseño también se realizó bajo parámetros sustentables. Por ejemplo, los techos cuentan con pendientes que permiten la evacuación de agua, mientras que la altura a la que están situadas las ventanas en las altas paredes permiten la circulación de aire y evitan la acumulación de calor, generando un clima adecuado para el estudio.
La arquitecta argumenta que “la cimentación fue complicada porque el suelo no era bueno”, muchos de los recursos están invertidos bajo tierra, puesto que se hizo una compleja labor al dotar al lugar de cimientos adecuados para que la vida útil sea mayor. La nueva escuela Luis Arturo Cevallos es, además, sismo resistente, lo cual hará improbable que los embates de la naturaleza afecten su estructura.
“No buscábamos solamente entregar la escuela, sino que los moradores de El Matal la sintieran como suya, y organizamos varios eventos para involucrar a la comunidad, entre ellos, uno en el que los padres colaboraron en pintar la escuela. Hicimos un mural cuya palabra principal es amor y cada padre escribió una palabra que incluía la mano impresa de uno o dos niños”.
“Es de las experiencias más enriquecedoras que he tenido en mi vida. Los que conformamos este grupo pensamos que no hemos terminado nuestra labor con la entrega de la escuela de El Matal, ahora queremos construirles una biblioteca y estamos ya en la búsqueda de fondos para iniciar el trabajo”.
El tiempo y esfuerzo que Sofía dedicó a este proyecto, que hoy se traduce en decenas de niños que aprenden en aulas seguras y cómodas, fue realizado bajo la única premisa de contribuir con quienes más lo necesitan, y se ha convertido en la experiencia más gratificante que ha vivido.
Es evidente que Sofía aprendió sobre una multiplicidad de aspectos y sintió muy de cerca esas duras realidades que en muchas ocasiones resultan ajenas. “Una vez que inicié fue imposible mirar a otro lado. Hay mucho por hacer en Ecuador y espero poder seguir aportando”, concluye.