Por: Natalia Gandarillas
En el marco del XIX Foro Internacional de Arquitectura: Mujeres en la Arquitectura, organizado por la Universidad San Francisco de Quito el pasado mes de abril, y del que hemos dado cuenta en varios reportajes, Patricia Llosa comienza su conferencia con esta frase de San Juan de la Cruz. Con ella invita a su audiencia a reflexionar sobre el proceso de proyectar la arquitectura y cuestionar los paradigmas establecidos como un ejercicio de reconstrucción de significados, en el que las certezas y las verdades absolutas deben ser cuestionadas, en lo posible destruidas, para mantener la mente en un estado de continua reflexión y creatividad durante la proyección arquitectónica.
Patricia es arquitecta peruana cofundadora del estudio Llosa-Cortegana en el año 2005, junto con su socio Rodolfo Cortegana. Su formación de pregrado la recibió en la Universidad Ricardo Palma de Lima, Perú, y su postgrado en la Universidad Politécnica de Cataluña, España, a finales de los 90s, en Arquitectura, Crítica y Proyecto. En su proceso de formación tuvo la suerte de contar con profesores como los arquitectos Juvenal Baracco y Josep Quetglas, quienes tuvieron gran influencia en su manera de entender y proyectar arquitectura.
Desde la fundación de su Estudio, ella y su socio han recibido varios reconocimientos por su obra arquitectónica. Entre ellos, la premiación en la categoría internacional de Diseño Arquitectónico de la Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, BAQ 2016, con el proyecto Biblioteca de Ciencias e Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP) – Lima.
Asimismo, el estudio Llosa-Cortegana ha realizado una amplia gama de obras arquitectónicas de variada escala, requerimientos, situaciones y complejidades en el ámbito de vivienda y equipamientos culturales y educativos. Entre sus proyectos, se encuentra la Casa SL, el Museo de Pachacamac y los edificios Tinkuy y Aulas de Ingeniería en el campus de la PUCP, en Lima.
Patricia Llosa compartió con CLAVE! algunas reflexiones en torno a arquitectura, sus procesos de proyección, y cómo su Estudio permanentemente busca nuevas formas de entender la arquitectura.
¿Desaprender lo aprendido?
En un momento dado, Rodolfo y yo vimos la necesidad de generar un proceso interno de des-aprendizaje consciente, de todo aquello que generó una estructura de pensamiento que nos determinó como individuos y como arquitectos. Es decir, intentar pensar, reflexionar y cuestionar sobre nosotros mismos, y cómo nuestras estructuras internas permanentemente interfieren en nuestros planteamientos arquitectónicos.
Entonces, ¿cuál fue el primer paso?
Hacer una retrospectiva de cada uno de nosotros y entender el contexto histórico, cultural, económico, entre otros aspectos, del entorno en el que crecimos, nos formamos y cómo éste nos determinó. Posteriormente, empezamos a deshacernos de ciertos paradigmas que nos fueron transmitidos desde nuestra etapa de formación académica, con el fin de reformularlos y tener clara consciencia de su significado.
¿Eligieron un estilo arquitectónico que los caracterice como profesionales?
De hecho, en este proceso decidimos que no íbamos a buscar establecernos con un estilo arquitectónico. Estamos convencidos que cada proyecto tiene que buscar resultados no imaginados, nuevas posibilidades y caminos que no sabes a dónde te van a llevar. Para nosotros, el espacio de la incertidumbre evita construir certezas y verdades, nos aleja de las ‘ideas metáforas’, de las ‘ideas concepto’, de lo simbólico, y de todas aquellas situaciones que, en lugar de que permitan que nos abramos a nuevas posibilidades y rutas de lugares no conocidos, terminan siendo limitantes. Es por ello que cada cierto tiempo es importante detenernos y mirarnos, entender los horizontes y reflexionar sobre las influencias externas que nos dominan.
¿Cuál es la importancia del sujeto en el proceso creativo?
“Si se ignora al hombre, la arquitectura en sí es innecesaria”, reza una frase de Álvaro Siza, y es en este marco que Rodolfo y yo entendimos que en la actualidad, durante el proceso proyectual, poco a poco se va dejando al sujeto de lado. El paradigma moderno reconoce al hombre como una máquina de habitar, por lo que reivindicar su condición de individuo y persona resulta fundamental. En este contexto empezamos a plantear nuevas formas de acercarnos a la proyección arquitectónica. Por un lado comprendimos que es indispensable generar vínculos profundos con los clientes para entender sus sueños, sus miedos, necesidades, forma de vivir y de relacionarse. Por otro lado iniciamos procesos de indagación consciente a nivel de fragmento en el proceso de diseño. Sentíamos que en todo proyecto había espacios en los que esos vínculos y esas relaciones humanas entre las personas se hacían más relevantes y necesarias. Como consecuencia de estas reflexiones, conscientemente tratamos de salir del proceso seguro de proyectar el diseño de un proyecto desde la planta de un plano arquitectónico, y empezamos a trabajar en maquetas en corte, a diferentes escalas y en pequeños fragmentos, que luego los cosimos uno a otro hasta conformar un proyecto total.
¿Qué proyecto fue construido desde el fragmento?
“Para un arquitecto, más que la habilidad de imaginar espacios, lo importante es la capacidad de imaginar la vida”, dice la frase de autoría de Aulis Blomstedt. Un proyecto en el que empleamos esta nueva forma de construir desde el fragmento fue en la Casa SL. El proceso de diseño de esta casa nos permitió evidenciar esos espacios que resultaban relevantes, no solo en la composición arquitectónica, sino también en lo que sería la vida diaria de sus habitantes. De cierta manera, el trabajar en fragmentos de espacios permite al arquitecto entender esas situaciones específicas que generan dinámicas en la vida de sus habitantes. En el caso de esta obra descubrimos que la escalera sería el espacio principal del proyecto. Era el elemento articulador de los tres niveles de la casa, que permitía generar sitios de estancia como el hall de ingreso, área de trabajo para el jefe de hogar, y el espacio de lectura.
Perú es un manifiesto de arquitectura prehispánica…
La costa peruana es un manifiesto de una cultura ancestral increíble, que supo habitar el desierto, convivir con su territorio, y adaptarse a sus condiciones climáticas. En el Perú prehispánico la arquitectura es indisoluble en el paisaje. Uno nunca sabe con toda certeza dónde termina la montaña y dónde comienza un andén. La arquitectura prehispánica y su entorno conviven de tal forma que un muro de piedra termina siendo parte de la piedra misma del territorio, así como la plataforma termina siendo parte del mismo terreno natural. Los antiguos peruanos superaban el territorio bajo estrategias proyectuales que se transmitieron de generación en generación. Los arquitectos prehispánicos –anónimos todos ellos— trabajaban en conjunto, desde una unidad de territorio, intentando siempre generar un vínculo con lo sagrado. La fuerza y vitalidad de la arquitectura prehispánica peruana se mantiene hasta hoy en día. Por lo tanto, se encuentra completamente integrada en nuestra cultura y diario vivir. Resultaría incompresible no reconocer los fuertes vínculos existentes en quienes realizamos arquitectura en Perú.
¿Con qué proyecto te has vinculado de forma directa con la arquitectura prehispánica?
Sin lugar a dudas el Museo de Sitio de Pachacámac. Este fue el primer proyecto que empezamos a construir (2005), y casualmente es el último proyecto en terminar. Este es un sitio sagrado en el que durante más de 1.500 años fueron apareciendo culturas prehispánicas que aprendieron a convivir en un mismo territorio, donde no se impuso una sobre otra. Pachacámac es un lugar donde la arquitectura prehispánica nos conmueve por su silencio, por su escala, por sus largos recorridos y por su paisaje. Los arquitectos prehispánicos, no solo en Los Andes sino también en la costa, alcanzaron un equilibrio especial en la vinculación de la arquitectura con el territorio. Los elementos arquitectónicos empleados en el Santuario de Pachacámac están conformados con una serie de rampas, espacios de plazas de congregación y de pequeños de recintos.
¿Cómo intervinieron en un espacio tan especial?
Empezamos a pensar en cómo proyectar en el vacío, pero en un vacío en movimiento. Pachacámac fue el oráculo más importante del imperio incaico que está conectado al sistema de caminos Inca, y que generaba grandes masas de peregrinaje que llegaban a este punto todos los años, sobre todo en los equinoccios. Esta idea del peregrinaje que marca las grandes calles del santuario, de alguna manera nos fueron delineando una estrategia para empezar a entender estos recorridos exteriores, y con ello definiéndose los volúmenes del edificio que nace desde su relación con el territorio y desde su trazo alineado a la topografía, con el fin de adaptarse a las distintas cotas del terreno. Se usaron elementos como la rampa para dar continuidad en los recorridos y vincular el exterior con el interior. Finalmente se generaron recorridos en movimiento y en vacío, donde el visitante debía, desde el edificio, ser capaz de articular el presente con la memoria milenaria del Santuario.