Cuando las raíces son alas
Por: María Fernanda Ampuero
Fotos cortesía RCR Arquitectes
Al Premio Pritzker se le llama comúnmente el Nobel de la Arquitectura y, aunque esto no es exactamente así, sirve para darse una idea de su gigantesca relevancia. Todos sabemos que esta denominación se hace para que el lector no familiarizado con la arquitectura reconozca la importancia del galardón. El experto Pedro Torrijos lo compara más bien con los Premios de la Academia, los Oscar. Así lo explica:
“En principio, y desde un punto de vista normativo, no tiene demasiado que ver con los Nobel de física, química o medicina porque estos últimos se conceden a científicos por un descubrimiento, desarrollo o investigación concreta, mientras que el Pritzker corona a la obra completa de los galardonados. Como afirma su propia acta: honra a un arquitecto o arquitectos vivos cuya obra construida demuestra una combinación de las cualidades de talento, visión y compromiso, la cual ha producido contribuciones significativas a la humanidad y al entorno a través del arte de la arquitectura”.
Ni Nobel ni Oscar, dejémonos de comparaciones, el Pritzker es lo que es: un premio que da un prestigio indiscutible a quien lo recibe y este año 2017 recayó por segunda vez en su historia en España (el primero lo recibió Rafael Moneo, en 1996).
Se trata de RCR Arquitectes, un estudio catalán liderado por tres proyectistas: Carmen Pigem, Rafael Aranda y Ramón Vilalta, y ubicado en Olot, un pueblo de 34 mil habitantes al norte de España, en Cataluña, de donde les insistieron amigos, periodistas especializados y colegas que salieran a, por ejemplo, Barcelona, Londres o Nueva York, o sea “al mundo” para hacerse conocidos. No lo hicieron.
Sin moverse de Olot, de sus raíces, llegaron a conmover al exigente jurado del Pritzker que destacó que “sus obras cumplen admirable y poéticamente con las exigencias tradicionales de la arquitectura; la belleza física y espacial, la funcionalidad y la artesanía, pero lo que las distingue es el enfoque que crea edificios y lugares que son locales y universales al mismo tiempo”. “El respeto por lo existente y la convivencia entre lo local y lo universal” es lo que ha visto en sus trabajos un jurado preocupado por un mundo en el que lo genérico está arrasando a lo particular.
El Pritzker premió este año la estrecha colaboración entre tres proyectistas y la búsqueda de la universalidad desde el cuidado de las raíces. Porque sí, este trío representa una visión cosmopolita y a la vez están ligados estrechamente con el concepto de pueblo. Esa mezcla, que es la obsesión de RCR Arquitectes, los ha llevado este año a lo más alto de la arquitectura mundial.
No es nueva esta simbiosis de ingenio, inteligencia y respeto al entorno. Desde que se conocieran en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), los tres apostaron por diseñar a seis manos. Hacen historia: Aunque varios dúos de diseñadores se han hecho con el premio, dotado con $100.000, como Herzog & De Meuron, en 2001, o Sejima & Nishizawa, en 2010, esta es la primera vez que reconoce a tres profesionales, subrayando el componente colectivo del oficio.
No es un dato menor, se reconoce que ese triángulo creativo es la base de su equilibrio y de sus proyectos. “No creemos ni en fronteras ni en purezas”, aseguraron a medios de comunicación españoles a pocas horas de conocerse el fallo del premio, el honor de recibir el Pritzker, tratando de desmontar los mitos construidos en torno a su exquisito trabajo. “El hombre de Cromañón no era de ningún sitio. No podemos retroceder”, dijo Carmen Pigem. ¿Qué cambiará entonces el Pritzker?, les preguntaron. “Queremos seguir controlando y disfrutando lo que hacemos”, respondieron. ¿Conseguirán hacerlo trabajando en Francia, Bélgica o Dubái? “Trabajamos igual, a partir del lugar. Es fundamental ir encontrando la arquitectura, evitar que te asalte. Retrasar el encuentro multiplica las sensaciones y convierte un edificio en un descubrimiento”, dijo Ramón Vilalta.
No resulta fácil entender esta arquitectura “de alta costura”, como la definen sus admiradores, arraigo local y ambición universal en el marco de un pueblo: “Cuando vives en un pueblo has de tener claro qué aporta lo que construyes. Te lo tropiezas a diario. Se convierte en tu conciencia”, explican los arquitectos.
En 2009, la muestra del pintor francés vivo más cotizado, Pierre Soulages, se convirtió en la más vista en la historia del Pompidou. Para entonces, el propio artista ya había encargado a RCR el diseño del museo al que dejará su legado en Rodez, al otro lado de los Pirineos. Cuentan que el edificio de apartamentos que acaban de concluir en Dubái está en la ciudad real, no en la de postal. El cliente les ha encargado ahora su casa. Los autores del flamante y rompedor restaurante Enigma de Albert Adrià, en Barcelona, fueron, mucho antes, los diseñadores de Les Cols, también en Olot: “Entre huertos y gallinas tuvimos que plantearnos cómo hablar a lo que ya existía”. Decidieron hacerlo sin alterar el lugar, pero con voz propia. Con la chef Fina Puigdevall dejaron claro cómo la vanguardia y la alta cocina deben convivir con la agricultura.
Algunos maestros modernos descubrieron que viajar por el mundo lleva a recuperar las raíces. RCR defiende lo contrario: para ellos las raíces son esenciales para poder volar. El Pritzker ha premiado esas alas.
Revista CLAVE! tuvo oportunidad de entrevistar a los arquitectos de RCR:
El Pritzker ha dado proyección internacional a un trabajo que hacen desde los ochentas. ¿Qué de su particular visión sobre la arquitectura (en relación al entorno) creen que el prestigioso galardón decidió premiar?
La pertenencia a un lugar que convierte a cada pieza en una obra única y al mismo tiempo con una capacidad de comunicación universal.
¿Es quizás este premio una celebración a volver a los orígenes, a un mayor respeto por la naturaleza y a hacer lo menos traumática posible nuestra presencia en ella? ¿Es un premio a que seamos menos salvajes o tal vez quemeimportistas con nuestro alrededor?
Es una celebración del compromiso entre lo que nos es legado y lo que vamos a legar. Somos un eslabón en una cadena que debe recoger con respeto lo que existe, y ofrecer una nueva realidad que se pueda respetar.
El premio valoró que logran una “arquitectura emotiva y experimental”. ¿Qué creen, en sus palabras, que era lo que querían destacar de vuestros edificios concretos? Es decir, ¿en qué se manifiesta esa arquitectura emotiva en vuestros proyectos, en vuestro propio estudio?
Es una arquitectura experiencial en el sentido de que, lo que valoramos de una manera principal es que las personas puedan ‘experienciar’, sentir los espacios, y que estos les transmitan emociones.
Si la arquitectura contribuye al “bienestar físico y espiritual”, ¿podría la arquitectura ‘apaciguar’, ‘suavizar’, ‘armonizar’ la convivencia y la plenitud de los ciudadanos? ¿Cómo?
Si los humanos estuviésemos rodeados de espacios y entornos que favoreciesen el bienestar físico y espiritual, todos estaríamos mejor y si estuviéramos mejor la convivencia mejoraría.
Si pudieran hablar con unos supuestos encargados de urbanismo del mundo entero, ¿qué les dirían? ¿Qué propondrían?
Sintámonos cerca de la naturaleza. De ella venimos, a ella pertenecemos.
¿Qué ha pasado después del Pritzker? ¿En qué cambia el día ganar un premio como este?
Nosotros somos los mismos, pero los demás nos miran de manera distinta.
¿Qué viene ahora? ¿En qué proyectos están trabajando?
Seguir encauzando nuestro camino como hemos hecho hasta ahora a partir de las ventanas que se abren.